En el actual clima político incentivado por la llamada transición energética, ha tomado forma una decisión paradójica: la apertura de nuevas fronteras extractivas como medida de mitigación climática.1 Tras la promesa imposible de una extracción sostenible y la necesidad geopolítica del control de canales logísticos2, una sólida alianza entre entidades supranacionales, estados e intereses corporativos ha intentado, por la fuerza, poblar el territorio europeo con numerosos proyectos mineros que se unen al sinfín de paisajes extractivos presentes en el así llamado Sur Global. En este contexto, en vez de afrontar la transición energética como una oportunidad para la reinvención de patrones de consumo y producción, el proceso parece consolidarse a través de una peligrosa lente de expansión extractivista.
La carrera del litio es un caso paradigmático de esta condición. El metal tiene un papel relevante en la electrificación de sistemas de transportes y las redes de energías renovables. Pero el interés exacerbado en este metal “crítico” ha sido moldeado profundamente por la llegada del coche eléctrico: este utiliza diez veces más metales “críticos” que los vehículos de combustión interna.3 Y, aunque sea urgente acabar con la dependencia de los combustibles fósiles, los esfuerzos por reducir el uso del automóvil han sido escasos. Así, en este ejercicio de semántica que poco parece tener que ver con una respuesta a la crisis climática, se multiplican nuevos permisos de prospección y exploración dedicados al litio, perpetuando prácticas mineras predatorias que no tienen en consideración formas de vida y relaciones socioambientales.
La región del Barroso, en el Noroeste de la Península Ibérica, ha sido uno de los objetivos de estos deseos extractivistas. En esta región hay previstos decenas de proyectos mineros, de los cuales dos ya tienen informes de impacto ambiental aprobados. El proyecto de la Mina do Barroso es uno de los más apremiantes. Liderado por una empresa sin experiencia en minería, Savannah Resources propone crear la mayor mina de litio a cielo abierto de Europa occidental a través de explosiones diarias durante años, la utilización exacerbada de agua, la construcción de terraplenes y la destrucción de ecosistemas, la apropiación de extensas áreas comunitarias y la adopción de técnicas constructivas consideradas ilegales en diversos países. Los efectos para las ecologías locales y regionales son, inevitablemente, imprevisibles.
Estas sierras barrosas albergan relaciones de coexistencia inmemoriales donde proliferan prácticas comunitarias. Los baldíos, en concreto, desempeñaron un papel fundamental en el comunitarismo agro-pastoril local, garantizado por la propiedad y el usufructo colectivo de tierras y su gestión compartida. Este peculiar sistema agro-silvo-pastoral les valió el título de Patrimonio Agrícola Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Pero, a pesar de eso, el imperativo extractivista de la transición energética, que dice ser verde, insiste en llevarse por delante tierras, cuerpos y saberes. Sin otra alternativa, las gentes de Barroso han luchado firmemente contra esta transición injusta y sus violentas implicaciones.
La pequeña aldea de Covas do Barroso, en particular, ha sido el escenario de una resistencia plural a lo largo de los últimos siete años, que ha revelado lecciones cruciales de organización e invención socioambiental. Pero durante los últimos siete meses la lucha se intensificó, cuando la empresa intentó apropiarse de tierras baldías a través de mecanismo administrativos cuestionables —desde entonces, objeto de procesos legales—. Forzades a reaccionar en defensa de este bien común, pobladores y aliades se organizaron para diariamente contrarrestar el avance de las máquinas de Savannah Resources. Con presencia policial diaria y varios momentos de intimidación, los turnos diarios, valientemente organizados por las gentes de Covas de Barroso, fueron, no obstante, capaces de evitar los avances de esta máquina extractivista. Esta victoria, aunque temporal, se convirtió así en el símbolo más reciente de la consecuente insurgencia colectiva.
Esta no es la primera vez que proyectos de esta naturaleza acechan los territorios colectivos de Barroso. De hecho, para la memoria local, esta es solo una iteración más de un modelo totalizante, guiado por argumentos de modernización “ciegos” con las ecologías locales y sus modos de existencia y producción. Desde el alzamiento de la Dictadura de Salazar, a lo largo del último siglo se recuerdan varios proyectos destinados a desmantelar estos modos de vida. La Junta de Colonización Interna buscó usurpar los baldíos con capacidad agrícola, mientras que el Plan de Repoblación Forestal se apropió de territorios comunes con potencial de bosque. La construcción del embalse del Alto Rabagão anegó, también, enormes extensiones de territorios comunes. A pesar de las pérdidas y restricciones, las comunidades de la sierra nunca desistieron, y los momentos de resistencia se multiplicaron entre boicots, cruce de información, enfrentamientos y acciones civiles en respuesta a las iniciativas de un estado autoritario.4
Tanto en el pasado como en el presente se reinventan los argumentos del “desarrollo” para que el fin se repita: un avance ciego de la máquina extractivista que asalta existencias, cuerpos y territorios. Pero para quien Barroso hace mundos sabe que las prácticas colectivas puestas allí en marcha amenazan la visión centralista del extractivismo, desterrada de la realidad. Estas prácticas compartidas apelan a un futuro plural, justo y en diálogo con una transición energética diferente. Y esta oleada colectiva no debe quedar aquí: los territorios y gentes de Barroso son apenas uno de entre los muchos nodos de resistencia y esperanza que se unen a las sierras de Cáceres o a los Valles de Jadar, en Serbia, entre muchos otros. Si la máquina extractiva pasa fronteras, es necesario que se conjuguen esfuerzos en pro de una transición energética verdaderamente justa. Y, de esta forma, tal vez las arquitecturas de una solidaridad emancipatoria puedan ser las nuevas coordenadas a seguir.