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Antonio Bravo, ‘‘Marruecos y España en la primera mitad del siglo XX: Arquitectura y urbanismo en un ámbito colonial’’ en Illes e imperis, Universitat Pompeu Fabra, Barcelona, primavera 2004, pp. 45-61.

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Édouard Glissant, The Poetics of Relation, The University of Michigan Press: Ann Arbor, 2010.

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Saidiya Hartman, ‘‘Venus in Two Acts’’ en Small Axe, Number 26 (Volume 12, Number 2), Duke University Press: Durham & Londres, junio, 2008, pp. 1-14. Ejemplo de esta metodología son sus libros Loose your Mother (2006) y Waywards Lives, Beautiful Experiments (2019).

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Ver más en Paul Gilroy, El Atlántico negro. Doble conciencia y modernidad. Akal: Madrid,  2014 [1993]. Pese a que Gilroy es quien desarrollo y expandió el uso del término, es en Flash of the Spirit: African and Afro-American Art and Philosophy (1983) de Robert Farris Thompson, la primera vez que se nombra. Léopold Lambert (ed.): ‘‘Introduction: Colonialism as a Continuous Process Architecture as a Spatial Apparatus’’, ‘‘Colonialism and Archictecture’’, en The Funambulist, nº 10, febrero 2017, disponible en <www.thefunambulist.net/magazine/10-architecture-colonialism/introduction-colonialism-continuous-process-architecture-spatial-apparatus-leopold-lambert>. Elizabeth A. Povinelli, Between Gaia and Ground. Four Axioms of Existence and the Ancestral Catastrophe of Late Liberalism. Duke University Press: Londres, Durham, 2021. Geontologies. A Requiem to Late Liberalism. Duke University Press: Londres, Durham, 2016. Christina Sharpe, In the Wake. On Blackness and Being. Duke University Press: Durham & London. 2016. Kathryn Yusoff, A Billion Black Anthropocenes or None. University of Minnesota Press, Michigan, 2018. Mabel O. Wilson, Charles Wilson, Irene Cheng, Race and Modern Architecture. University of Pittsburgh Press, 2020.

Arquitecturas deseantes. Diáspora y reparación

Este texto parte como una reflexión curatorial del programa que Alicia Navarro y yo misma hemos desarrollado durante las dos ediciones del Festival Internacional de Arquitectura y Deseo Arquitecturas Deseantes que hemos comisariado en La Térmica (Málaga ’22 y ’23). Sendas ediciones se articularon en torno a conceptos que partían desde el espacio del deseo, más dirigido a lo sexo-afectivo y al encuentro de baile, y al reconocimiento de agentes más-que-humanos en los espacios productivos del deseo. En la conversación curatorial para la siguiente edición, pusimos como centro la diáspora y la migración, y fruto de esa conversación sale este texto que he construido como consideraciones personales a la cuestión del deseo, la raza y la decolonización. Si bien firmo en solitario estas reflexiones, todas son deudoras del intenso debate con la co-comisaria del festival Alicia Navarro.

En los últimos años, el concepto de existencia como un conjunto de «marañas» o entanglements ha ganado fuerza, especialmente en el contexto de debates sobre colonialismo, racismo, feminismo y crisis climática. Esta idea, popularizada en gran parte por la física estadounidense Karen Barad, se basa en la física cuántica y el feminismo, argumentando que toda materia está intrínsecamente conectada y no puede ser dividida en partes independientes. Las interacciones entre seres humanos y entre estos y el mundo no humano son, por tanto, inseparables, una maraña compleja que revela la interdependencia de todas las formas de existencia.

Sin embargo, aunque la noción de enmarañamiento sugiere una conexión inseparable, la realidad no está unificada de la misma manera en todas sus dimensiones. Las relaciones de poder y la historia socio-política influyen profundamente en cómo se entienden y se experimentan estos enmarañamientos. Como señala Elizabeth Povinelli, la existencia no puede ser vista de forma universal, sino que está condicionada por estructuras históricas y de poder que afectan a cómo se reconocen y validan estas conexiones. Este reconocimiento de las marañas también destaca el legado de la esclavitud y el colonialismo, como contextos clave para entender las formas actuales de vida y resistencia, especialmente en el marco de la crisis climática y el antirracismo.

Así, el concepto de entanglement invita a pensar en una realidad en la que las luchas sociales, las cuestiones ambientales y las genealogías coloniales están entrelazadas, exigiendo respuestas políticas y éticas que reconozcan estas interconexiones y busquen formas de solidaridad más profundas y fundamentadas.

La relación entre la arquitectura y el deseo está profundamente vinculada a las estructuras de poder y control que han definido la historia de la colonización. Desde los primeros asentamientos coloniales en América hasta las expansiones imperialistas del siglo XVIII, la arquitectura no solo ha sido una herramienta de construcción física, sino también un mecanismo para afirmar la supremacía racial y cultural europea. A través de sus formas y estilos, la arquitectura fue utilizada para definir lo que se consideraba moderno y lo que no, estableciendo una dicotomía entre lo europeo y lo no europeo. Este proceso se articula no solo a través de las construcciones, sino también en cómo se relacionan los cuerpos y los territorios con el poder colonial, consolidando una jerarquía racial.

Historiadores de la cultura y el arte, como Winckelmann o Taine, utilizaron variables racistas para justificar la falta de evolución de las arquitecturas no europeas. Las condiciones climáticas, geográficas o religiosas eran mencionadas como las causas de la “estancación” de estas culturas, mientras que la arquitectura europea se posicionaba como el culmen del progreso. Esta visión, que persiste en parte hasta hoy, forma parte de la narrativa histórica que ha sido utilizada para justificar el colonialismo y las prácticas de extracción cultural y material en los territorios colonizados.

En el ámbito de la historiografía arquitectónica, el estilo ha jugado un papel crucial. La relación de la arquitectura con el colonialismo no solo se limita a las formas estéticas, sino que también se trata del poder simbólico de las construcciones y cómo estas fueron utilizadas para imponer una visión particular del mundo sobre los pueblos colonizados. El orientalismo, como herramienta de análisis, ha sido clave para entender esta dinámica, aunque es necesario tener cuidado de no caer en un análisis neocolonial que reinterprete el pasado como algo ya superado. La arquitectura colonial no es solo un “estilo” pasado, sino que sigue siendo un sistema de poder que opera en el presente, ya sea a través de narrativas que buscan justificar las políticas coloniales o mediante la conservación de espacios que aún perpetúan desigualdades.

Un ejemplo concreto de esta relación entre arquitectura y colonialismo se puede encontrar en el estudio de la arquitectura durante el Protectorado español en Marruecos. Según el historiador Antonio Bravo, la arquitectura que se desarrolló en el norte de África no fue exclusivamente colonial, sino que también estuvo marcada por referencias a estilos europeos y árabes.1 Sin embargo, esta visión reduccionista del colonialismo como un simple “estilo” oculta la verdadera naturaleza de las prácticas coloniales, que incluyeron el control físico de los territorios y sus poblaciones. La falta de una planificación normativa en el Protectorado permitió que los ingenieros militares españoles impusieran un orden que combinaba la organización militar y la ciudad europea, creando un espacio en el que los pueblos colonizados eran subordinados a la idea de una civilización europea y moderna.

Este enfoque colonial no solo estaba presente en la planificación urbana, sino que también estaba vinculado a una idea racial del poder. Durante la época del Protectorado, se promovía la imagen de la “raza española” como la civilizadora frente a los pueblos colonizados, recurriendo a una retórica racista que exaltaba el papel histórico de España como colonizadora y defensora de valores civilizadores. Esta perspectiva no solo buscaba justificar el control colonial, sino que también trataba de conectar la historia colonial española con el pasado glorioso de Al-Andalus, sugiriendo que la “verdadera” herencia islámica en Marruecos no era la cultura local, sino la influencia de la España musulmana.

Planos de Tetuán (Marruecos), 1920.

El colonialismo español también se manifestó en los espacios urbanos, como en la ciudad de Tetuán, donde la arquitectura buscaba “europeizar” la ciudad, no solo como símbolo de modernidad, sino también como una estrategia de control. Al igual que los grandes bulevares de París diseñados por Haussmann, las nuevas avenidas y urbanizaciones en Marruecos buscaban limitar el espacio para las posibles rebeliones y protestas de los colonos y las clases bajas. La modernización de las ciudades no era sinónimo de progreso, sino de vigilancia y represión.

El deseo, en este contexto, no solo puede entenderse como una necesidad individual o cultural, sino como una fuerza que se manifiesta en la relación entre los cuerpos y los territorios. El filósofo y poeta Édouard Glissant introdujo la idea del deseo como un acto de resistencia frente a la historia de la esclavitud y la diáspora africana. Para Glissant, el océano, el espacio entre los continentes, es un lugar de “relación” que reconfigura las identidades y las historias, un espacio que va más allá de las categorías coloniales impuestas. El deseo, en su concepción, se mueve de manera rizomática, buscando nuevos mundos posibles y abriendo horizontes en lugar de seguir estructuras jerárquicas y limitadas.2

Esta idea del deseo como fuerza transformadora también está presente en las reflexiones sobre la memoria y la reparación histórica. Autoras como Saidiya Hartman han propuesto una metodología para abordar el pasado esclavista y colonial que no se limita a representar lo que ha sido archivado, sino que busca imaginar lo que no puede ser registrado, lo que ha sido ocultado o perdido. En este sentido, el deseo se convierte en una fuerza especulativa que desafía las narrativas históricas dominantes y abre espacios para nuevas formas de libertad y justicia.3

El deseo, entonces, puede entenderse como un impulso hacia la creación de mundos posibles que resistan las estructuras opresivas que aún persisten. Este impulso es clave para la comprensión de la arquitectura y la relación colonial, ya que la arquitectura, como espacio físico y simbólico, sigue siendo una herramienta para la creación y el control de mundos. Sin embargo, también puede ser el campo donde se gestan nuevas formas de resistencia y transformación, donde los cuerpos y los territorios colonizados pueden reclamar su lugar en la historia.

Este proceso de resistencia y deseo también se vincula con la idea de un nomadismo enraizado propuesto por Glissant, en el que las identidades no se definen por un lugar fijo, sino por su capacidad de moverse y transformarse a través de las relaciones. Este nomadismo circular, que contrasta con el nomadismo belicista de los colonizadores, es una forma de resistencia que rechaza las estructuras jerárquicas y busca crear espacios de encuentro y solidaridad. El deseo, en este sentido, se convierte en un motor de cambio que desafía las narrativas coloniales y permite la creación de nuevos mundos en los que la libertad y la justicia sean posibles.4

En conclusión, la arquitectura y el deseo están profundamente entrelazados en las dinámicas coloniales, no solo en las formas físicas que han definido los territorios colonizados, sino en las narrativas de poder que han moldeado las relaciones entre los cuerpos, las tierras y las razas. El deseo, como fuerza que desafía las estructuras de poder, se convierte en una herramienta para imaginar futuros liberados, donde las identidades no estén definidas por las categorías impuestas por el colonialismo, sino por la posibilidad de crear nuevos mundos a partir de la relación y la resistencia.

Notas de página
1

Antonio Bravo, ‘‘Marruecos y España en la primera mitad del siglo XX: Arquitectura y urbanismo en un ámbito colonial’’ en Illes e imperis, Universitat Pompeu Fabra, Barcelona, primavera 2004, pp. 45-61.

2

Édouard Glissant, The Poetics of Relation, The University of Michigan Press: Ann Arbor, 2010.

3

Saidiya Hartman, ‘‘Venus in Two Acts’’ en Small Axe, Number 26 (Volume 12, Number 2), Duke University Press: Durham & Londres, junio, 2008, pp. 1-14. Ejemplo de esta metodología son sus libros Loose your Mother (2006) y Waywards Lives, Beautiful Experiments (2019).

4

Ver más en Paul Gilroy, El Atlántico negro. Doble conciencia y modernidad. Akal: Madrid,  2014 [1993]. Pese a que Gilroy es quien desarrollo y expandió el uso del término, es en Flash of the Spirit: African and Afro-American Art and Philosophy (1983) de Robert Farris Thompson, la primera vez que se nombra. Léopold Lambert (ed.): ‘‘Introduction: Colonialism as a Continuous Process Architecture as a Spatial Apparatus’’, ‘‘Colonialism and Archictecture’’, en The Funambulist, nº 10, febrero 2017, disponible en <www.thefunambulist.net/magazine/10-architecture-colonialism/introduction-colonialism-continuous-process-architecture-spatial-apparatus-leopold-lambert>. Elizabeth A. Povinelli, Between Gaia and Ground. Four Axioms of Existence and the Ancestral Catastrophe of Late Liberalism. Duke University Press: Londres, Durham, 2021. Geontologies. A Requiem to Late Liberalism. Duke University Press: Londres, Durham, 2016. Christina Sharpe, In the Wake. On Blackness and Being. Duke University Press: Durham & London. 2016. Kathryn Yusoff, A Billion Black Anthropocenes or None. University of Minnesota Press, Michigan, 2018. Mabel O. Wilson, Charles Wilson, Irene Cheng, Race and Modern Architecture. University of Pittsburgh Press, 2020.

Por:
Álex Martín Rod. es comisario e investigador andaluz, licenciado en Historia del Arte y máster en Filosofía por la Universidad de Málaga, donde también está completando su tesis doctoral sobre las políticas especulativas del cuerpo en el arte contemporáneo, a partir del Nuevo Materialismo, la Teoría del Afecto y la crítica feminista queer. Su trabajo académico ha sido publicado en medios como Concreta y Boletín de Arte, y ha realizado ponencias internacionales sobre temas como la estética queer, la arquitectura y la crítica biopolítica. Como comisario, codirige Arquitecturas Deseantes, un festival que explora el flamenco, la cultura gitana y la ecología queer, que se ha celebrado dos veces en La Térmica Málaga. Ha comisariado exposiciones para artistas como Fernando Bayona y Florencia Rojas, con un fuerte enfoque en el cuidado, la colaboración y la integración de la investigación y la producción. Actualmente forma parte del equipo curatorial de TBA21, trabajando en estrecha colaboración con la Directora Artística Daniela Zyman. Sus proyectos recientes incluyen la exposición Ecologías de la Paz en el C3A de Córdoba, junto con el catálogo de próxima aparición, y dos grandes exposiciones en el MNTB en 2025, con Al-Tariq de Tarek Atoui y una muestra centrada en la ecología de la colección Thyssen-Bornemisza.

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