Podcast: Fábulas del cuidado, con Ethel Baraona Pohl

“La esperanza es un asunto peligroso para alguien como yo, pero la tengo”, dice Lana del Rey en su canción de 2019. Parece difícil no sentir lo mismo que la cantante en el momento actual, pero en ocasiones también parece difícil poder llegar a compartir su esperanza. Guerras cada vez más habituales y violentas, el auge de autoritarismos, reaccionarismos y políticas que, bajo la bandera de una pretendida libertad, buscan, por el contrario, no reconocer e intentar reconciliar nuestra diferencia; ciudades y territorios cada vez más llenos de violencias de todo tipo, ecosistemas agotados ante las presiones extractivas del mundo contemporáneo… La arquitectura y las prácticas espaciales participan explícita, cínicamente o sin saberlo de estos procesos. Las nuevas prácticas y herramientas son absorbidas, en ocasiones, por los poderes dominantes, perdiendo su capacidad para ponerlos en cuestión o de transformar la realidad que nos rodea. La acuciante precariedad de los sectores creativos y de las prácticas activistas o críticas limitan, día tras día, la capacidad de transformación de muchos procesos espaciales de los que, queramos o no, formamos parte.

En Realismo capitalista, el filósofo Mark Fisher recuperaba las ideas de Bifo Berardi para hablarnos de la “lenta cancelación del futuro”, una idea que, si bien merece mucha más atención que la puede dedicarle esta introducción, se refiere a la pérdida de la capacidad de la cultura para articular el presente, para imaginar, pero también la erosión del futuro y la persistencia de aquello reconocible.

Urge encontrar, desde el pensamiento y la práctica, si es que podemos separarlos, nuevos compromisos y metodologías para construir futuros más deseables, nuevas formas de practicar arquitectura para otros clientes, cuerpos o usuarias, que articulen formas viables de estar en el mundo y de contribuir a minimizar sus violencias. De posibilitar la esperanza frente a la parálisis producida por la rigidez de políticas conservadoras, de inercias de escuelas y mercados, y de prácticas despolitizadas que limitan nuestra capacidad para imaginar alternativas. Como nos enseña la escritora Lyndsey Stonebridge, “la esperanza no es sólo irracional, sino que también habita el espacio que se abre entre lo que la razón nos dice que es posible y nuestro deseo cotidiano de crear algo mejor”.

Y es que, en tiempos de sequía, cuesta encontrar voces y prácticas ejemplares que nos ayuden a navegar en la complejidad del momento presente. Cuando ambos éramos estudiantes en una escuela que solo vislumbraba un futuro muy concreto y donde la imaginación brillaba por su ausencia, conocimos una práctica editorial e investigativa que nos mostraba otras formas más comprometidas de practicar la arquitectura en campos de acción que nadie nos había narrado nunca. Libros que nos hablaban de la relación entre arquitectura y violencia, de procesos participativos o de prácticas activistas que desafiaban los marcos legales de políticas que atentaban contra derechos fundamentales.

El trabajo curatorial, investigador, activista o docente de Ethel Baraona Pohl, y el de dpr-barcelona, la práctica editorial que dirige junto a César Reyes y Anne-Sophie de Vargas, no solo ha sido un modelo a seguir para les que, como nosotros, buscábamos formas comprometidas y heterodoxas de practicar la arquitectura más allá de la edificación. Es también una muestra de optimismo, y un verdadero referente para entender los temas y problemáticas espaciales que aparecen hoy en ciudades, territorios y comunidades de todo tipo, y vislumbrar otras formas de afrontarlos: comunes, participación, violencia, conflicto, diferencia, cuidados, ficciones o futuros.

Pablo Ibáñez: Hola Ethel, bienvenida, muchas gracias por aceptar la invitación al segundo episodio de Nuevas Coordenadas.

Ethel Baraona: Muchas gracias, encantada de estar aquí con ustedes.

P.I: Genial. Bueno, por dar un poco de contexto también a este capítulo, a este episodio, en él, como parte de este segundo bloque de la etapa editorial, buscamos entender los diferentes tipos de exclusiones que la arquitectura ha materializado a lo largo de la historia reciente y, a la vez, al mismo tiempo, la forma en la que las prácticas espaciales pueden ampliar la idea de clientela, interpelar y dar soporte a otro tipo de usuarias y de cuerpos. Creemos, y no solo nosotros, que estamos viviendo un momento de parálisis, atados de pies y manos tras crisis, recortes, con la amenaza constante de una extinción planetaria o de la llegada de nuevos regímenes autoritarios. Parece que la capacidad de imaginación de la arquitectura ha quedado reducida a su mínima expresión. ¿Por qué es necesario, incluso un deber, seguir imaginando el futuro de los espacios que nos rodean?

E.B: Pues muchas gracias. Antes que nada, ya lo he dicho, pero lo repito, me encanta estar aquí y poder formar parte de este nuevo proyecto que ha comenzado hace ya unos meses. Esta pregunta, mira, me recordó inmediatamente a una cita que me mandó un amigo muy querido, se llama Paco González, hace nada, dos días, así que como que todo encaja o las sincronías ¿no?, están ahí, pero quiero leer antes de continuar. Es una entrevista con un escritor que se llama Richard Ford y él dice, “mi fallo como escritor, un fallo contra el que he luchado toda mi vida, tal vez a ustedes les pase lo mismo, está en que aún siendo optimista a veces pierdo mi don para lo gozoso. Los asuntos graves me vuelven demasiado grave. En el mundo actual, el mundo que vemos a nuestro alrededor, hay excesiva gravedad y ello no predispone demasiado a la alegría. Al parecer la alegría mengua velozmente, por lo que supongo que se hace aún más necesario el acto de la imaginación encaminado a inventarla.”

Pues esta pregunta, que hacen de seguir imaginando el futuro, me ha recordado a eso porque yo creo que si no imaginamos otras formas de habitar este planeta y en los que la arquitectura, las prácticas sociales y urbanas tengan otro tipo de incidencia, lo que provoca es una inacción, caemos como en un nihilismo que es terrorífico. Porque claro, el mundo es muy grande y las cosas que pasan asustan mucho por su dimensión, porque no somos capaces de entenderlas. Esto me recuerda a los hyperobjects de Timothy Morton que, cuando algo es tan apabullante y tan sobrecogedor, a veces no sabemos cómo actuar en ello, mientras que la imaginación es algo que tenemos dentro de nosotros y que podemos potenciar y compartir. Ya sea a través de conversaciones como estas, a través de los libros que publicamos o que leemos, que compartimos, a través de las arquitecturas que hacemos.

Entonces yo creo que es uno de los actos más radicales que podemos hacer hoy en día, es seguir dando espacio para la imaginación, por eso, simplemente por no caer en la inacción y por seguir teniendo ganas de hacer cosas y seguir teniendo la conciencia de que podemos incidir, aunque sea en pequeñas partes en el mundo que nos rodea, cada quien a su pequeña escala, pero entre todos podemos hacer algo si dejamos espacio para la imaginación.

Antonio Giráldez: Aparte en esta mañana de resaca electoral, un poco después de las elecciones europeas, también parece que la imaginación es algo que cada vez viene más desde unas retóricas que dan mucho miedo, muchas retóricas que tienen que ver con unas visiones impuestas muy marcadas y que dejan de lado cuando no arrasan directamente con muchos de los matices o diversidad de formas de estar en el mundo. ¿Cómo imaginar desde otros lugares que no sean esta imaginación tan rotunda, tan marcada y con ese sesgo tan moderno, podríamos decir?

E.B: Es una buena pregunta, porque creo que esto que voy a decir no es nada nuevo y lo sabemos desde hace muchos años, pero la forma en que nos informamos en la actualidad permite que estos, este tipo de mensajes tan sesgados, sean los que nos bombardean día y noche a través de las redes sociales, las noticias, los periódicos, los pósters cuando uno camina por la calle. Mientras que yo creo que si nos damos espacio para alejarnos un poco y realmente ver a nuestro alrededor, hay otro tipo de mensajes que están ocurriendo. Ya sea desde la música, por ejemplo, en el proyecto que ustedes desde hace unos años estaban liderando, el de Selling Bricks, desde la música urbana, desde los libros, que es mi ámbito de trabajo mayoritario, pero también desde organizar conversaciones como estas, pequeños encuentros, debates.

Yo creo que podemos dar espacio de nuevo a esos otros imaginarios y también desde la arquitectura. Yo creo que históricamente ha habido un gran fallo, cada vez es menor y cada vez se acoge más lo transdisciplinar o interdisciplinar, que yo creo que es muy necesario también, porque si vivimos todos en esta burbuja de relacionarnos solo con las personas que ya conocemos cómo piensan y que ellas saben cómo pensamos nosotros, las conversaciones también se vuelven muy endogámicas y para dar espacio a estos otros imaginarios y otro tipo de informaciones y otro tipo de ideas que recorren el mundo, creo que tenemos que abrirnos bastante más. No es poca cosa, no es solo desde la arquitectura hablar con gente que se dedica a las prácticas espaciales o planificadores urbanos, hay que hablar también con gente del mundo de la sociología, de la salud, de la antropología, de la filosofía, del cine, creo que cuanto más promiscuidad haya en la práctica, más podemos intentar subvertir esta tendencia.

A.G: Hay una idea muy bonita que Alfredo Puente de la Fundación Cerezales habla de las cajas de resonancia de, precisamente, salirse de las cajas de resonancia para evitar este eco y todos estos temas que vuelven una y otra vez y que prácticamente no tienen como espacio, es un agotamiento el que muchas veces se nos da en estos debates o con las agendas arquitectónicas que precisamente creo que hay algo muy interesante ahí. Ethel, en Doce fábulas urbanas, la exposición que comisariaste en Matadero hace poco antes del inicio de la pandemia, a principios de 2020.

E.B: Un mes antes exactamente.

A.G: Hacías una aproximación hacia doce miradas de la ciudad, no de la ciudad que existía sino de la que podría llegar a ser, como doce destellos. Para quien no lo conozca, doce destellos muy diferentes entre sí que nos ayudaban a imaginar, a evocar diferentes futuros urbanos. Desde esa experiencia, ¿cómo crees que deberían ser estos espacios urbanos? ¿Cómo crees que debería ser esa ciudad que todavía no es y que debería llegar así?

E.B: Esta pregunta es difícil porque creo que para empezar no podemos pensar o imaginar un único modelo de ciudad, ¿no? La ciudad es contextual porque la ciudad, y esto es algo que aprendí mucho a lo largo del proceso curatorial de la exposición, trabajando con artistas y arquitectes tan mixtos, tan variadas, tan diferentes, que la ciudad es siempre contextual porque no se hace desde un plano en el estudio de un despacho de planificación urbana. La ciudad la hacen las ciudadanas y ciudadanos y la hacen todas las otras especies que habitan esos espacios, ¿no? Entonces, no sabría responderte a cómo debería ser esa ciudad porque en cada sitio, en cada momento, pienso que debe ser diferente. Pero quizás ahí mismo está la respuesta, ¿no? Tiene que ser diferente, tiene que fluir, tiene que, lo que sí creo que es mandatorio, es que tiene que dar espacio a esas otras voces que hasta el momento se les ha negado esa agencia, ¿no? Otras especies, y no hablo solo de especies de seres vivos como las plantas o los animales, que se habla mucho en los últimos años de las ciudades interespecie, pero también otras especies, me refiero incluso a las ondas de sonido, a los materiales de construcción. Todo esto forma parte de ese conglomerado que llamamos ciudad y si se da el espacio en cada ámbito, en cada contexto, en cada momento histórico, en cada país, en cada ciudad, de que la ciudad evolucione dando espacio a todos estos seres que coexisten, creo que eso tiene una incidencia en que la ciudad pueda ser más habitable y más disfrutable, sobre todo, como leíamos en la cita que he leído anteriormente, el gozo, la alegría. Creo que dando espacio en un sitio en el que todos los cuerpos se sientan cómodos y puedan coexistir y puedan dialogar, creo que es el primer paso para esa ciudad imaginada y más deseable. Entonces, prácticamente para mí tiene que ser eso, contextual, fluida, diversa, en todo lo amplio que esas palabras capturan, en toda la amplitud que capturan esas palabras.

P.I: ¿Qué clase de cuerpos, voces, usuarias también se recogían en ese proceso? Porque eran como también ámbitos de trabajo muy variados, desde lo más urbano a lo doméstico, voces que hablaban también de cuerpos envejecidos, discursos que hablaban de otros cuerpos más allá de que humanos, más que humanos, ¿qué clase de discursos se recogían en aquella exposición también para los que no tuvieran como la oportunidad de visitarla?

E.B: Claro, muchas gracias por esa pregunta Pablo, porque sí, para mí es como muy fácil reflexionar yendo para atrás, porque fue un proceso largo y muy intenso de trabajo, pero es cierto que para quienes nos escuchen, bueno, eran doce voces.

Ustedes, una de ellas, para que quienes nos escuchen lo sepan, que justamente el proyecto que mencionaba yo antes, el de Selling Bricks, por ejemplo, este es un proyecto que da voz a las músicas urbanas y a otras formas de vivir esa arquitectura de las ruinas abandonada que está ahí, que también son unos cuerpos, son cuerpos materiales, pero están ahí y tenemos que saber cómo interactuar con ellos y qué hacer con ellos. Y las otras once voces, unas creadas por artistas, otras por arquitectas y arquitectos, lo que intentaba yo con la narrativa era crear un storytelling que la persona que visitara la ciudad se diera cuenta que la ciudad es todo este conglomerado de cuerpos diferentes, como bien has dicho, y que nadie tiene una única solución. Por eso había participantes que se dedicaron a potenciar lo sonoro.

Vivimos rodeados, de hecho, para quien esté escuchando esto no sabe que justo diez o quince minutos antes de comenzar la charla estábamos lidiando con los ruidos de fondo. Es parte de las ciudades y tenemos que saber cómo convivir con ellos, pero también este espacio, por ejemplo, para las plantas en el proyecto de Celine Baumann, el Parlamento de las Plantas, o cómo las tecnologías están formando parte cada vez más, no sólo de la forma de habitar los espacios domésticos, pero incluso de la forma en que los diseñamos, como la instalación de Mayo. Otra instalación que para mí era como muy relevante en el momento es la de Merve Bedir y Samson Wong, que reflexionaba acerca de los cambios y esta fluidez urbana que yo mencionaba antes en el momento de la revolución del Umbrella Movement en Hong Kong, como es la ciudadanía y esa multiplicidad de cuerpos que hemos mencionado, la que se apropia de la ciudad y la hace que cambie radicalmente de un momento a otro. Los edificios son los mismos, las calles son las mismas, incluso la represión policial es la misma, pero la respuesta ciudadana en cada día y en cada momento de cómo habitar esas calles y cómo dar relevancia a su voz hacía que la experiencia urbana fuese diferente en cada momento. 

Entonces, un poco lo que quería contar la exposición es este entender la ciudad como algo mucho más amplio de lo que nos han enseñado en las escuelas de arquitectura, que es un conglomerado de ladrillos y materiales y paredes y poco más, instalaciones. La instalación del Centro Canadiense de Arquitectura también, por ejemplo, que habla de cómo ciertos gobiernos manipulan estas encuestas de datos acerca de la felicidad en las ciudades, cómo puede ser muy perversa también, porque, por ejemplo, los cuerpos migrantes, por decir algo, son personas a quienes no les conviene que haya muchas cámaras de videovigilancia porque esto está vinculado a la represión policial, pero en estas encuestas nos venden que esas mismas cámaras de videovigilancia lo que provocan es más seguridad y eso da un rango de felicidad, digamos, en el usuario, que hace que luego los gobiernos pacten con multinacionales que se dedican a vender cámaras de videovigilancia y nos vendan un discurso de felicidad, de seguridad en pos de eso.

Entonces, al final son sistemas de exclusión también, porque favorecen solo esa pequeña parte de la población que lo relaciona con la seguridad, pero se están excluyendo muchísimos otros cuerpos. Entonces, lo que planteaba la exposición era básicamente esto, ¿no? Diferentes acercamientos, cada persona o estudio invitado tenía un enfoque hacia un tema en particular, porque también la narrativa intentaba que fuesen todos los temas complementarios, ¿no? Que no solo un estudio de arquitectura o de diseño o de arte tiene la respuesta para todo, ¿no? También ser humildes desde la práctica, porque en la escuela de arquitectura nos enseñan que tengamos mucho ego y que creamos que somos los solucionadores del mundo y realmente no es así, ¿no? Entonces, esta multiplicidad de voces lo que intentaban era solaparse, complementarse, conectarse y así cada persona que visitaba la exposición podía tener diferentes miradas acerca de esas posibles ciudades.

A.G: Esa idea de la solución, ¿no? del diseño como solución es muy curiosa porque al final todo diseño es una ficción, ¿no? Pero tanto en la exposición como en los libros que habéis ido publicando aparece una ficción asociada a un cierto tipo de diseño que no busca una solución evidente, ¿no? Que no busca erradicar un problema o llegar a una solución de consenso, sino poner encima de la mesa ciertos debates. Y ahí nos parece que hay un punto que habéis explorado bastante, que has explorado bastante con esta exposición, que es cómo la ficción también puede ayudarnos a atravesar cuestiones que forman parte de nuestro día a día y verlas de otra manera. 

E.B: Claro, sí, sí. Esta pregunta, Antonio, está muy relacionada también con lo que hablábamos al principio de la imaginación, ¿no? Porque creo yo que es un tema primero de cómo funcionan, y no digo ya solo la arquitectura, pero casi cualquier práctica, ¿no? Que tienes, no sé, las horas del día en la que trabajas, las problemáticas que tienes que solucionar y tal, y dejas de prestar atención a esos otros imaginarios. Mientras que la ficción no tiene estas ataduras, porque la ficción nos la regalan personas del mundo de la literatura, poetas, cineastas, y entonces nos hacen un regalo que nos permite tener otras miradas hacia el mundo que habitamos. Y desde nuestra propia práctica, cada quien puede tomar pequeñas cosas que va aplicando desde su día a día. Y para mí la ficción es importantísima, o sea, no solo como profesional, sino que como ser humano también. Porque si no, volviendo a lo que hablábamos al principio, a veces los problemas del mundo son tan grandes y tan catastróficos que estaríamos hundidos en la miseria y sin la posibilidad de imaginar otras formas, ¿no? Y es por eso también que muchas personas que se han dedicado a la literatura de ficción han tenido realmente un impacto muy grande en el mundo de la arquitectura y del urbanismo. O ni siquiera solo el mundo de la arquitectura y del urbanismo, también la forma de entender los cuerpos. Por ejemplo, pienso ahora en Úrsula Le Guin y su texto acerca del género, que es de 1972, y son cosas que ahora estamos debatiendo, 50 años más tarde, como que si fuese algo nuevo, ¿no? Entonces la ficción siempre va un paso por delante, porque creo yo que no tiene estas ataduras de solucionar problemas inmediatos, sino que es algo más libre, más abierto, y cuanto más podamos nosotros tener acceso a esas ficciones, creo que de mejor manera podemos desarrollar nuestra práctica, ¿no? Y también hay un punto que es muy importante para mí, que en el mundo de la ficción podemos hablar de lo utópico, lo imaginario y lo distópico también, ¿no? Y creo que lo distópico también ha tenido su papel importante en ser como ese llamado de atención que mencionaban ustedes antes, ¿no? De, a ver, esto es una ficción, pero si seguimos por este camino puede llegar a ser la realidad.

Como hemos visto, no sé, con muchos libros como 1984 de Orwell o Un mundo feliz de Aldous Huxley. La ficción nos plantea posibilidades por el buen camino, digamos, o más amplias o futuros un poco mejores, pero también nos pueden servir como ese necesario llamado de atención de decir, eh, vamos mal, mal, mal y hay que… ¿no? Aunque también tengo que decir que no solo desde el mundo de la arquitectura, pero, como seres humanos, somos muy necios y muy tontos y nos ponen las cosas ahí y hasta que empiezan a suceder decimos, ah, mira, hace 70 años alguien estaba prediciendo esto y nos cuesta, ¿eh? Nos cuesta mucho que nos entre en la cabeza, pero bueno, llegado al punto que estamos, que es bastante desolador en ese sentido, creo que nos puede servir un poco para abrir los ojos y esa mirada para atrás de leer y ver y entender todas esas ficciones nos sirva para prestarles más atención en el futuro, ¿no? Que no sea solo una mirada hacia atrás nostálgica, sino de estar atentos. 

P.I: Sin duda, hablando de estos futuros mejores, tanto tu trabajo editorial como las intervenciones, charlas y todo tipo de actividades públicas en las que te hemos oído, siempre hablas de esta relación con los compromisos y con los activismos, ¿no? desde tu trabajo. Recordamos como aquellos primeros libros que descubrimos de dpr, donde había barcos que echaban el ancla frente a países donde no se podía abortar, ¿no? Para dar soluciones desde lo espacial hasta todo vuestro trabajo en relación a las prácticas participativas dentro de la arquitectura de la ciudad, a otros más recientes que tienen que ver con el feminismo o con el papel de determinados grupos en la ciudad, como el de Zaida Mushi. ¿Por qué prestar atención a esta relación entre diseño, arquitectura, activismo y espacio público? 

E.B: Para nosotros siempre ha sido, y aquí hablo en nombre de César y mío, cuando comenzamos la editorial, siempre ha sido un motor de búsqueda porque nosotros comenzamos el proyecto editorial en 2007, justo un año antes de la crisis económica del 2008, y en aquel entonces la comunicación de arquitectura, hablo de libros pero también de conferencias, de todos los formatos que has mencionado, Pablo, estaba enfocada en ese boom de crecimiento, ¿no? Y todo eran fotos del edificio más grande, más colorido, más estrafalario. Y nosotros echábamos en falta que se hablara de nuestro día a día como personas que habitamos la ciudad y habitamos esas arquitecturas, ¿no? Entonces nos enfocamos en ese nicho por interés propio también, porque explorar esos contenidos nos permite a nosotres estar constantemente aprendiendo y, en particular el tema de los activismos siempre ha sido muy importante porque el colectivo activista es el que le da vida a la ciudad y a esas arquitecturas para nosotros, porque es el que puede provocar ciertos cambios. 

Porque habitar la arquitectura y habitar la ciudad es algo que hacemos todes, cada día, cada momento, pero esos proyectos más radicales, más activistas, realmente tienen una incidencia en cambiar nuestra percepción de todo lo que puede pasar más allá de ese habitar más pasivo, digamos, de alguna forma. No sé si me expreso bien, pero creo que son los que, por ejemplo, el proyecto de Woman on Waves, que es el que llevaba estos barcos a las costas de aguas internacionales en países donde el aborto no está permitido, tiene una incidencia muy grande no solo en los cuerpos de esas personas que buscan hacerse un aborto y que tienen todo su derecho a decidir, pero también a nivel arquitectónico y espacial, en la forma en que esos flujos de gente se movilizan, se comunican. Y volvemos al tema de la imaginación, y empiezan a crear otros proyectos y otras formas de entender cómo, desde la arquitectura, pero también desde nuestra persona, digamos, nuestro ser como ciudadanos de estas ciudades, podemos exigir y crear proyectos para recuperar muchos derechos que se habían ganado y que se están perdiendo ahora con este giro que estamos viviendo en los últimos años que Antonio ha mencionado ya en las elecciones de ayer. Claramente estamos perdiendo derechos y este tipo de proyectos nos recuerdan que nuestros cuerpos son nuestros, y que las calles son nuestras, y que la arquitectura ha creado todo eso y también puede crear nuevas formas de incidir y de comunicarnos con otras personas. 

A.G: Sí, precisamente sobre este estado en el que estamos y que nosotros muchas veces somos pesimistas o escépticos, y creo que tiene que ver ese escepticismo, esa tristeza muchas veces, con ese compromiso activista que muchas veces veíamos como tan bien engranado con prácticas de diseño de hace diez, quince años o históricamente, si nos vamos a otros periodos, ahora nosotros no lo vemos de manera tan clara, y es algo que hablamos la última vez que coincidimos y sin embargo tú eras como bastante optimista con la situación actual precisamente porque estabas detectando ciertas prácticas en los márgenes o directamente fuera de la arquitectura y de la construcción del espacio, y te preguntamos desde tu perspectiva cuáles crees que son estos marcos o estos conflictos o estos espacios de reivindicación que están ayudando a ampliar los marcos de la imaginación arquitectónica para no caer de nuevo en esa parálisis.

E.B: Primero que nada, yo me considero una persona optimista porque es que si no, no tendría vida ni ganas de hacer nada, así que a partir de ahí no quiero que se entienda que mi optimismo es por falta de conciencia, lo que pasa en el mundo al contrario, es por una excesiva conciencia que creo que si no, no tenemos una dosis de optimismo, no hay el motor para el cambio. Y luego creo que este pesimismo también es una cosa muy eurocéntrica o de los países western, porque en las comunidades más privilegiadas de repente comienzas a darte cuenta que todo se resquebraja y no tienes esta capacidad de imaginación que hablábamos antes como para ver hacia otros sitios o imaginarte otras salidas. Y, de repente, caemos en esa parálisis que mencionabas tú. Pero yo creo que una cosa importantísima es romper esta endogamia que también es geográfica, ¿no? Y mirar, yo veo, no sé, grupos de estudiantes, por ejemplo, esto pasó ya hace creo que en 2017 por los movimientos estudiantiles en Chile, o la gente que está hablando de colonizar en Ecuador, o los movimientos en Estados Unidos, de la gente joven que está promoviendo cambios en las estructuras racistas. Y racistas tienen mucha visibilidad, la represión contra las personas de color, pero el racismo está muy extendido también en Estados Unidos, por ejemplo, a la gente, a las personas indígenas americanas, a las personas asiáticas que viven ahí. Y hay mucha gente luchando por dar visibilidad a todos estos matices y yo creo que eso es muy importante para que tampoco nuestros activismos, por llamarlo de alguna forma, se centren o malentiendan como una única lucha en lo que es más conocido. Volvemos a la caja de resonancias, ¿no? En lo que más se habla, sino que hay muchas comunidades y muchos grupos que han sufrido del colonialismo, de la represión, o los cuerpos, ¿cómo se dice en castellano? Lo siento, el “ableism”, el capacitismo. 

Esto es, no sé, otra lucha grande de crear espacios que vayan más allá del típico poner un ascensor o una rampa, ¿no? El diseño de cómo puedes tener acceso a la calidad del aire, los sonidos, la luz, tienen una incidencia también en esta diversidad de cuerpos que habitan la ciudad. Entonces yo creo que, respondiendo a tu pregunta, yo soy optimista porque veo mucha gente, sobre todo gente joven, investigando y acercándose a esta mirada de otra forma, no necesariamente desde el mundo de la arquitectura, que también, en las escuelas de arquitectura cada vez hay más grupos incipientes, pero preocupándose por estos temas, pero también en la sociedad en general. Yo tengo dos hijas, por ejemplo, de diecisiete y veintiún años, y yo veo su grupo de amistades, y son cuerpos diversos en todo lo que la palabra diverso significa, ¿no? Diferentes lenguas, colores, alturas, tamaños, diferentes cuerpos, y me maravilla cómo no hay ni un ápice de estos racismos o exclusiones entre ellos, ¿no? Entonces yo creo que hay generaciones que están creciendo ya en un mundo más amplio, más diverso y, por tanto si, yo qué sé, un porcentaje, un 1%, un 5%, un 10% de estas generaciones nuevas se va a dedicar en el futuro al mundo de la arquitectura, ya su propia experiencia vital se refleja, ¿no?, en lo que hacen, en cómo proyectan otros espacios y otras prácticas.

Entonces yo soy muy optimista, sobre todo por eso, porque creo que están pasando muchas cosas en muchos ámbitos y que tal vez no los hablamos tanto dentro del mundo de la arquitectura porque no nos fijamos, no nos fijamos en lo que pasa cada día en la calle, ¿no?, en nuestro alrededor, sino que creemos que sólo en el mundo de la arquitectura se mueve sólo a través de lo que leemos en las cuentas de Instagram de arquitectos o en un podcast como este, que por suerte tiene a la cabeza personas como ustedes que tienen ya esta mirada más amplia, o sí, necesitamos observar más allá de lo que es nuestra profesión y también a nivel intergeneracional. Creo que eso es muy importante también. Uno tiende a ser más pesimista a medida que se hace mayor y creo que si nos fijamos en generaciones más jóvenes hay mucho potencial también.

P.I: Sí, relacionado con esto, también con las generaciones futuras y con el optimismo, queríamos preguntarte por esa experiencia en la que llevas vinculada unos meses, no sé si ya años porque el tiempo vuela, que es esta nueva cátedra llamada Architecture and Care en la ETH de Zurich, en la que también participan otres arquitectes de nuestro contexto como Anna Puigjaner, como Pol Esteve o como Luis Úrculo. Un poco por curiosidad también de qué se trata este Care y qué temas estáis tratando allí. 

E.B: Bueno, la cátedra lleva año y medio porque comenzó, es una cátedra en la cual Anna es la profesora, digamos la catedrática, y todo el resto somos parte de ese equipo que ha montado de forma maravillosa porque es muy amplio y muy diverso y yo me unía al equipo justo hace un año y está siendo una experiencia maravillosa porque precisamente el enfoque que todo el equipo con esta diversidad que comento tiene, el enfoque que estamos trabajando es bastante amplio, bastante optimista, crítico al mismo tiempo acerca de cómo los cuidados en la arquitectura se pueden enfocar más allá de las formas en que anteriormente se han estado tratando, que es mucho desde el feminismo, que está muy bien y no estoy criticando, solo estoy acotando que estamos intentando ir un poco más allá. Desde el feminismo, las luchas de colonizadoras, nos interesa mucho desmontar los binarismos de todo tipo, de lo que mencionaba el capacitismo, anticapacitismo, heterosexual o cis y no heterosexual, blanco-negro, entonces estamos trabajando en proyectos que incluyen esta diversidad de cuerpos en todo su ámbito. Por ejemplo, uno de los estudios se enfoca en el edadismo, pero desde una mirada cuando uno busca proyectos que tengan que ver con este concepto de edadismo o ageism, casi siempre encuentras soluciones o propuestas para personas mayores, incluso más de sesenta y cinco años o así. Pero hemos aprendido a través de la otra gente con la que colaboramos, que no son parte del grupo principal, pero son nuestros invitados a dar conferencias, a dar charlas, workshops, que por ejemplo el concepto de edadismo se debería aplicar desde el momento que nacemos o incluso antes, porque es una forma de control, definirte siempre por la edad que tienes, ¿no? A los dos años tienes que hacer esto, a los tres aquello, entonces estamos haciéndonos mayores desde el primer momento y la ciudad tiene que responder a todos esos cambios, no enfocarnos solo en la población mayor que también, ¿no? Entonces, desmontando estos binarismos, doy este ejemplo porque es un ejemplo muy claro de gente joven o gente mayor, intentando desmontar estos binarismos, estamos trabajando en desarrollar proyectos con el grupo de estudiantes que se enfoquen de esta forma, ¿no? Y siempre incluyendo sobre todo con un enfoque queer y un enfoque feminista para todos los proyectos que desarrollamos, porque somos conscientes también que el concepto, sobre todo en inglés, el concepto de care o de cuidados ha sido muy sobreutilizado en los últimos años. Desde esta mirada crítica no queremos banalizarlo, sino realmente intentar profundizar de qué forma este concepto puede acercarnos a otros cuerpos que tengan el respeto que merecen todos en la ciudad, en la arquitectura, y cómo las ciudades, la arquitectura, las prácticas espaciales, todos los pequeños espacios a diferentes escalas pueden responder a esa coexistencia. 

Y también, volviendo a lo que decíamos antes, desde una mirada joyful, intentar que no sea algo muy grave o muy serio, sino que el grupo de estudiantes también pueda disfrutar aprendiendo cosas nuevas, porque yo creo que eso es uno de los grandes fallos de las pedagogías convencionales. Yo me recuerdo cuando yo estudiaba arquitectura, era sufrir por sufrir y uno presumía cuanto más sufría. Y no, yo creo que volviendo a todo lo que hemos hablado en este rato tan lindo de charla, para sentirnos optimistas tenemos que también sacar este optimismo afuera y encontrar otra forma de hacer, de hacer y de vivir. Porque si no, y las escuelas de arquitectura necesitan un cambio muy grande en ese sentido, pero muy grande, sí, sí, este sufrimiento por las acreditaciones, por la competitividad, yo creo que se tiene que desmontar de raíz, porque es parte también de esas respuestas que desde la universidad uno aprende a dar como soluciones arquitectónicas, si lo llamamos así. Todo lo que uno plasma luego en su vida profesional viene de ese aprendizaje, entonces si el aprendizaje es de otra forma y nos enseñan esa mirada crítica, pero con un poco de disfrute y de alegría, creo que todo lo que se puede crear a partir de ahí puede ser mejor para todos. 

A.G: Creo que has puesto encima de la mesa y de manera como muy clara todo lo que esta visión crítica, los cuidados a otras formas de la pedagogía, también nos permiten imaginar otras arquitecturas. Y pensaba, se me venía a la cabeza, esa infame conferencia precisamente en una escuela de arquitectura de aquí, de España, donde se jactaban precisamente de que todo esto del cuidado, todo esto de la visión de género a la hora de afrontar la ciudad, que no se traducía más que en planos de colores, en pintar de rosas ciertas cosas. Y creo que, precisamente, desde lo afirmativo y precisamente hablando de imaginación, creo que este ratito que hemos compartido contigo nos ha puesto encima de la mesa cómo esa imaginación también está sucediendo y precisamente la falta de imaginación es seguir pensando que, únicamente a través de la técnica, a través de lo matérico, a través de una mirada que ya estamos como cansados de ver, repetir y siempre desde los mismos lugares, cómo precisamente la falta de imaginación, igual no la tenemos, quiero decir, la tienen estas personas que únicamente piensan que hablar de cuidados y cómo estos pueden transformar la ciudad o hablar de procesos participativos y cómo estos pueden transformar la ciudad y mejorar la vida de muchos seres y formas de vida, es precisamente, pensar eso es precisamente una falta de imaginación.

E.B: Totalmente, creo que has dado en el clavo y nada, yo les agradezco este rato de reflexión conjunta porque, no sé, yo he hablado mucho, no sé cuánto llevamos hablando, cuarenta minutos o lo que sea, de la imaginación, de la necesidad de mirar más allá, más afuera, pero yo misma en mi día a día tengo mis deadlines, mi trabajo y a veces nos falta ese catalizador de estos momentos, de recordarnos que hay otros proyectos, otras literaturas, otros cines, otras generaciones, otros cuerpos…  Hay que ser crítico también con uno mismo y no sólo hablar y decir por decir, sino que estos momentos sirvan para recordarnos que también nosotros tenemos que hacer un trabajo desde lo personal, si queremos luego tener alguna incidencia en la ciudad, en las arquitecturas, en los colectivos más jóvenes, así que sí, yo creo que lo has resumido muy bien y yo creo que este momento de charla conjunta a mí también me deja con ese optimismo necesario para, no sé, para esta semana seguramente tendré la respuesta en otras cosas también y no sólo en mis deadlines y mis textos y mis corre corre. 

A.G: Pues yo creo que con este buen sabor de boca a optimismo y a recordarnos, a ponernos en el lugar y salirnos de nuestras rutinas, de nuestras burbujas, podemos cerrar este segundo episodio. Así que Ethel, muchísimas gracias por haberte prestado a esta conversación. 

E.B: Muchísimas gracias a ustedes, como siempre con una admiración absoluta por su trabajo, el de los libros, pero también todo el resto, así que encantada de conversar siempre y nada, con mucha curiosidad también de seguir la estela de este proyecto, a ver a qué otra persona invitada voy a escuchar y aprender de ellas. Gracias. 

P.I: Muchas gracias.

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Bartlebooth es una plataforma de edición e investigación que examina la práctica espacial contemporánea, fundada en 2013 y desarrollada en la actualidad por Antonio Giráldez López y Pablo Ibáñez Ferrera. Bartlebooth ha sido expuesto y reconocido en diferentes espacios y contextos. Ha sido premiado en la Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo BIAU (2019, 2022), en la Muestra de Investigación de la XIV Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo (2018), el Foro Arquia/Próxima “Prácticas Relevantes” (2018), con el Premio Arquia/Innova, y seleccionado en los Premis FAD de Pensamiento y Crítica (2016, 2019). Ha sido expuesto en espacios y contextos como el Pabellón Español en la 16ª Bienal de Venecia (2018), el Pabellón Portugués en la 17ª Bienal de Venecia (2021), el Het Nieuwe Instituut de Rotterdam y el Netherlands Institute for Sound and Vision de Hilversum (Países Bajos), la Porto Design Biennale (Portugal), la Bienal de Pensamiento de Barcelona, el Museo de Arquitectura y Diseño MAO de Ljubljana (Eslovenia), Museo Reina Sofía, Matadero (Madrid), la Architectural Association (Reino Unido) o The Berlage (Países Bajos), entre otros.

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