Empezamos este texto analizando una representación de amor ¿bi, bollo? Se trata de un grabado victoriano que data de 1820. Hay muchas cosas ocurriendo en la imagen que nos hablan de un pasado histórico, institucional, político y espacial de relaciones entre arquitectura, sexualidad, clase, raza y naturaleza. En esta representación vemos a Lady Strachan y Lady Warwick sentadas en un banco de un parque. Los labios a punto de tocarse, las piernas entrelazadas, las manos agarradas… toda su expresión corporal nos muestra deseo. Entre los matorrales se encuentran sus maridos, incrédulos ante la escena que están presenciando, expresando su desaprobación. Lord Strachan, vestido de almirante, se pregunta: “¿Qué hay que hacer para poner fin a este vergonzoso asunto?” Este “vergonzoso asunto” es, precisamente, en lo que se centra nuestro trabajo como colectivo, y no es otra cosa que la reapropiación queer del espacio. La podemos entender como el conjunto de tácticas, acciones o actos performativos con los que les usuaries disidentes sexuales son capaces de modificar el carácter con el que se diseñaron los espacios, propiciando la construcción de nuevas identidades espaciales. Este acto de amor furtivo entre Lady Strachan y Lady Warwick rompe con el imaginario que solemos tener asociado a este tipo de tácticas queer, precisamente por tratarse de dos personas que tienen una expresión de género femenina. Generalmente, los estudios sobre espacio queer se basan en las experiencias de hombres gays, cis y blancos. Muy al contrario de lo que encontramos en estos estudios, la reapropiación queer siempre se traduce en relaciones complejas que involucran y activan otros cuerpos –incluso no humanos, como veremos más adelante– y, por tanto, es un error analizarlo solo desde la óptica gay.
Calificar este acto de “vergonzoso” tiene mucho que ver con los calificativos de “degenerado” o “contra natura” de donde surge el término “homosexual”, acuñado en el mismo siglo del que data el grabado. Como dice Michel Foucault en “Historia de la Sexualidad, Volumen I”, la noción de “homosexualidad” fue una invención del período victoriano que buscaba entender la sexualidad como una cuestión de la propia naturaleza del individuo. Dicho de otro modo, todas las prácticas sexuales que no tenían como finalidad la reproducción fueron consideradas antinaturales. En este sentido, la naturaleza del ser humano era la heterosexualidad. Este significado tan prefabricado del término naturaleza se convirtió en una herramienta a utilizar en el diseño espacial y urbano de la sociedad del siglo XIX y principios del XX. Con lo natural por bandera, cargaban al espacio público de una serie de significados y funciones que contribuían a una performatividad particular de la sexualidad y cuyo propósito no era otro que el de cultivar una moral burguesa. Aún somos testigos de la herencia de lo natural y se sigue reflejando en cómo se regulan los espacios públicos en la actualidad. Pero, cualquier usuarie disidente sexual, para sobrevivir, sabe cómo manejarse en territorio hostil, ya sea físico, emocional, cultural o teórico, y se abre camino a través de las tácticas de reapropiación.
Durante el siglo XIX, algo común en el desarrollo urbano de las principales capitales europeas fue la creación de parques públicos. Estos espacios tenían como propósito proporcionar a les habitantes de la ciudad un espacio en el que desconectar de los ritmos de la gran ciudad y de los fuertes cambios que estaban ocurriendo en ellas –industrialización, inmigración, homosexualidad, etc. Lo urbano se entendía como un nicho de “degeneración”. En este contexto, los parques públicos se erigen particularmente para la élite y la burguesía blanca heterosexual, organizados y diseñados para entender una relación muy específica con lo natural basada en la dominación –caza, pesca, etc. Si hay un lugar en el que la heteronormatividad ha influido con sus ideas de naturaleza y cómo estas se traducen al diseño espacial es en los parques públicos. La regulación de estos espacios, entre otras cosas, invita a disminuir las relaciones de corte erótico o sexual dentro de los límites del parque. Una estrategia típica para prevenir este tipo de relaciones furtivas es aumentar el sistema de iluminación para evitar zonas en penumbra al atardecer o durante la noche. Otra es la poda, cada año se podan de manera contundente los matorrales de mediana altura para evitar zonas ocultas fuera de los caminos diseñados por el urbanismo del parque. Por otro lado, estas arquitecturas también se gestionan para que la fauna que habita en ellas prolifere, así se abanderan de tener un determinado número de especies vegetales, de pequeños mamíferos, aves, insectos, etc.
Si analizamos la forma en la que los parques son regulados podremos detectar puntos de contacto entre la reapropiación queer del espacio y las especies no humanas que habitan los parques. Por ejemplo, las áreas del parque oscuras elegidas como lugares para tener encuentros íntimos al aire libre, resultan ser también los lugares perfectos para la caza de mosquitos que realizan las colonias de murciélagos por las noches. Tanto para les cruisers como para los murciélagos, la iluminación puede ser un fuerte elemento disuasivo. De este modo, concepciones específicas de la moral humana con las que se diseña y regula el espacio, también afectan a los agentes no humanos que comparten hábitat con las tácticas de reapropiación.
El término griego “oikología” significa ecología, su raíz “oikos” significa casa u hogar, y describe las relaciones e interconexiones entre organismos y sus comunidades. En este caso, podríamos hablar de las relaciones directas o indirectas que existen entre las comunidades queer y los seres no humanos como una forma de resistencia eco-disidente. Una ecología queer se basa en formas no reproductivas, simbióticas y experimentales de interactuar con la vida silvestre. El término abre un campo de posibilidades para los estudios de la reapropiación queer del espacio con el que establecer nuevos puntos de vista, creando relaciones de simbiosis entre individuos disidentes sexuales y la comunidad no-humana –e incluso objetos inanimados– presentes en los parques. Por tanto, las experiencias queer y sus tácticas de reapropiación en parques públicos tienen consecuencias biosociales, subvirtiendo temporalmente el carácter con el que estos espacios fueron creados y resaltando otras formas de relación con los no-humanos.
Estas relaciones interespecie son fugaces y efímeras, se desactivan tan pronto termina la táctica de reapropiación, son prácticamente invisibles y es interesante que sigan siendo así. La ecología queer no tiene que aspirar a ser un saber científico, totalizante y taxonómico. Para entender cómo funcionan estos ecosistemas, pensamos que una buena metodología de trabajo es el juego entre la ficción y la especulación. Un ejemplo de esta metodología aplicada, que para nosotres ha sido todo un referente, fue la actividad de Soho Walks: Law, Sex and the Streets, diseñada por les profesores de derecho Andreas Philippopoulos-Mihalopoulos (@picpoet) y Victoria Brooks en 2018. Proponían visualizar las tensiones entre “la ley del espacio y el espacio de la ley”, lo que llamaron lawscape, y lo hacían a través de un juego de rol con diferentes agentes presentes en el barrio del Soho en Londres. Este tipo de dinámicas son interesantes, precisamente, por la capacidad que ofrecen de generar narrativas ficticias que no dependen de vivencias reales y que se basan en el juego para visualizar unas relaciones muy sofisticadas y complejas. Siguiendo la referencia de Soho Walks, también hemos planteado dinámicas colectivas haciendo uso del juego de rol como una herramienta de análisis crítico, en este caso, para visualizar un ecosistema queer. Os dejamos con las instrucciones del juego:
Conviértete en uno de los agentes involucrados en la reapropiación queer del espacio al aire libre. Negocia, discute y forja vínculos de simbiosis o de fuerte oposición con otres participantes.
Entre los roles de este juego podrás ser: un cuadrado de látex, un murciélago, un tronco de árbol, une cruiser, un mosquito, une jardinere, una seta, una farola… Cada participante actuará como un personaje diferente que, de algún modo, participa activa o pasivamente en las tácticas de reapropiación queer en el parque.
El juego de rol estará marcado por las regulaciones y políticas del espacio que tu personaje podrá acatar o desafiar con valentía.
¡Tú decides!