Podcast: Visión enmarcada, con Luis Díaz Díaz
Nos interesa encontrar las coordenadas del presente que habitamos para recorrer los múltiples futuros que contiene en su interior y hacerlo desde el espacio que compartimos en el aquí y el ahora, recorriendo su superficie, encontrando formas de navegarlo a través de diferentes voces.
Imaginar otras rutas, posibles horizontes y caminos todavía por trazar. Dibujar un mapa posible para luego recorrerlo, porque trazar un mapa es, ante todo, un ejercicio de futuro. Bienvenidas a Nuevas coordenadas. Un podcast de la Fundación Arquia, conducido por Bartlebooth y con diseño sonoro de Mouræ.
Una leyenda recorre Internet. A modo de creepypasta, o testimonio encontrado, esta historia se multiplica en foros e hilos de debate, resuena en podcasts y vídeos de YouTube ampliándose cada vez más. Sin saber a ciencia cierta si el contenido del relato es del todo verdad o no, hemos podido experimentar algo parecido.
La framed vision o visión enmarcada es una extraña condición que sufren algunas personas. Aparece de repente y sin previo aviso, pero una vez se manifiesta, es imposible huir de ella. Sus síntomas son claros, un halo o perímetro negro aparece en el borde de la visión ocular, enmarcando con un recorte preciso la realidad. Desde el mismo instante que el halo oscuro aparece en escena, cada espacio, cada momento, cobra un nuevo sentido, delimitándose con precisión, enfocándose en detalles, figuras y fondo. Las consecuencias de esta ¿enfermedad? ¿condición? ¿trastorno? contemporáneo apenas registrado en una serie de experiencias personales inconexas, las podemos llegar a imaginar.
No hace falta haber experimentado este síndrome para que esta leyenda urbana de internet resuene en la cotidianeidad de nuestro deambular digital. Tan solo es necesario encender la pantalla de nuestro móvil u ordenador para que, ante nosotros, se enmarque nuestra visión en una proporción variables de píxeles siempre encendidos. Un scroll infinito ante nosotros parcela la realidad, la trocea devolviéndonos encuadres extremadamente cuidados, recortados para encajar con precisión a las proporciones demandadas por el soporte donde se sitúan, donde viven, donde se reproducen y multiplican.
Vivimos rodeados de imágenes, desbordades por ellas ante una avalancha de la que somos incapaces de huir. La arquitectura, por más que lo pretenda, tampoco lo es. ¿Quién necesita a día de hoy una revista de arquitectura o decoración cuando puede acceder a infinidad de espacios tan solo sumergiéndose en una red social? ¿Por qué filtrar a través de voces autorizadas las obras y proyectos cuando estos pueden ser directamente presentados desde los propios estudios? Más resolución, más imágenes, más proyectos, más relatos y contenidos relacionados, siempre más. Más imágenes perfectamente encuadradas. Imágenes que se reproducen hasta el infinito, convirtiéndose a su vez en material de proyecto, ideas replicables en diferentes agregadores, plataformas y algoritmos en una circulación en tiempo real.
Si los planos en riguroso blanco y negro, líneas precisas y texturas eran una abstracción que enmarcaba la realidad de una determinada manera, a través de una mirada técnica, fría y constructiva, no debemos obviar que las imágenes también lo hacen.
Podemos sentir cómo las imágenes nos están cambiando. Cómo cambia nuestra relación con nuestros pensamientos, con nuestro sentido del tiempo, con nuestra capacidad de atención por procesos que parece que únicamente están comenzando a emerger. Esto nos dice John May en su libro Signal, image, architecture [Señal, imagen, arquitectura] para recorrer las transformaciones de una serie de procesos digitales que guardan relación estrecha con esta visión enmarcada.
La fotografía de arquitectura, hoy nativa de píxeles y redes sociales, juega un papel fundamental en estos cambios recientes. Lejos han quedado los tiempos de los planos y de la selección minuciosa de imágenes para encajar en el espacio limitado de una revista de papel. A través de ella, de su marco rígido, nos aproximamos a los proyectos contemporáneos y a través de ella, de su acumulación, multiplicidad y repetición, se proyecta el presente a través de una acelerada cadena trófica. Nada escapa de ella, no nos engañemos.
Termina John May su libro con la siguiente reflexión: “Tocar, hacer swipe, scrollear, seleccionar, filtrar, recortar, reescalar, hacer zoom, comprimir, etiquetar, no son expresiones menores de sistemas técnicos externos a nuestro pensamiento, son los gestos básicos de una consciencia completa de nuestras prácticas arquitectónicas”. No más dibujos, solo imágenes. Solo ahora, bajo la luz eléctrica de las imágenes que emana de nuestras pantallas, nos estamos, por fin, volviendo digitales.
Y terminamos esta reflexión volviendo a ese creepypasta de la visión enmarcada. Preguntándonos quién escoge la perspectiva, selecciona el encuadre y decide qué es real y qué no, qué queda fuera del halo negro, excediendo los píxeles de la pantalla.
Quién, en definitiva, establece ese marco.
Conocemos sus imágenes a través de créditos de Instagram o pies de foto en páginas web y revistas especializadas. Una referencia que perfila una mirada concreta para toda una generación de estudios de arquitectura. Una generación, tal vez la primera, que entiende las imágenes no como la materialización de un resultado sino como material arquitectónico. Referencias, puntos de vista, collages que circulan por la red y que sirven como elementos intercambiables de nuevas construcciones.
Conocemos también su obra más allá de la fotografía de arquitectura, criado en las lógicas de internet como autor de uno de los blogs de fotografía contemporánea más relevantes o comisario de la exposición P2P nos acercó a toda una generación de fotógrafos y fotógrafas españolas. También nos sumergió en la modernidad brasileña a través de A Casa do Oscar editada hace algo más de diez años o nos hizo recorrer los palcos de música de bloque y uralita de buena parte de la geografía gallega en Cajas de Música.
Luis Díaz Díaz es, sin duda alguna, uno de los fotógrafos de arquitectura y editorial más reconocidos a día de hoy dentro del panorama español. Son innumerables los estudios que han sido retratados por su cámara. Especialmente una generación joven que ha encontrado en él una mirada acorde a sus intereses y preocupaciones. A apenas un par de kilómetros de su campamento base en el barrio del Sar en Santiago de Compostela, desde el corazón mismo de la Ciudad de la Cultura de Peter Eisenmann hoy nos reunimos con él para no sólo inaugurar esta serie de podcasts, sino para conversar en torno a su papel en la producción de imágenes e imaginarios arquitectónicos.
Antonio Giráldez: Bienvenido, Luis. La verdad que estamos muy contentos de que hayas aceptado la invitación y poder arrancar contigo estas conversaciones. Esperamos poder bucear contigo en parte de todo aquello que te acompaña y entender mejor de tu mano la importancia que han adquirido la fotografía y las imágenes, concretamente las de arquitectura, a día de hoy.
Luis Díaz Díaz: Bueno, gracias a vosotros por invitarme, yo también estoy super contento. Es un honor también inaugurar esta temporada que vais a desarrollar aquí en este blog, en este podcast. Aquí estoy para lo que queráis.
A.G: Hay una cosa que nos interesa bastante y es que, si abrimos cualquier red social, cualquier página web de proyectos de arquitectura, pocas veces encontramos ya prácticamente planos de los edificios. Y si los encontramos son muy pocos. Hace tiempo que el que el blanco y negro y los dibujos detallados en línea han sido sustituidos por imágenes precisas, austeras, coloridas, que son unos reflejos, a veces casi idénticos de realidades previas, de collage, de imágenes, de bocetos. Vemos incluso pequeños cortometrajes o piezas de vídeo que narran historias mientras recorren un espacio doméstico o un espacio a punto de ser habitado. Y todo ello está circulando de manera mayoritaria a través de nuestros móviles, de nuestras pantallas, de nuestros ordenadores y cada vez menos en revistas especializadas como parte de todo este esta producción de imágenes. ¿Sientes ese peso creciente de la imagen?
L.D: Sí, sí, sin duda lo siento. Es como tú dices. Antes estábamos más relacionados con la arquitectura a través de revistas especializadas o quizás también como potenciales clientes a través de revistas de decoración. Incluso en los comienzos de Internet a través de las webs de los arquitectos, de los portfolios. Hoy día prácticamente nos relacionamos con todo este material a través de dispositivos móviles que tienen una serie de características y en concreto a través de redes sociales, como puede ser el Instagram, que son redes completamente visuales y que imponen, también, una serie de condicionantes a las imágenes. Un plano no se ve bien en una pantalla de un móvil, ¿no? Tienes como que decir cosas más directas, que envíen un mensaje un poco más directo a la persona que está haciendo scroll y que de alguna manera se detenga un segundo más para prestar atención a una imagen de un proyecto.
A.G: Desde que tú empezaste a hacer fotografía, fotografía de arquitectura, ¿notas ese cambio? ¿Notas un cambio en la manera de aproximarte a los proyectos, en la manera de fotografiar, incluso en tu mirada? ¿O es un cambio más estructural de la propia plataforma y de los contenidos?
L.D: Bueno, yo creo que toda una cosa acompaña a la otra. Como profesional de la imagen tienes que ir acompañando al tiempo que vive ese ecosistema de imágenes. Empecé por el año 2005, más o menos, en plena transición de lo analógico a lo digital, no, entonces sí que, claramente, desde un principio, estuve relacionado con Internet.
Pero al principio Internet eran blogs, eran redes sociales muy arcaicas: Fotolog, MySpace, Blogger… Y luego estaban las páginas web, que eran como tu espacio, donde tú te muestras y comunicas lo que quieres comunicar: acerca de ti, acerca de tu trabajo, etc. Todo eso ha ido evolucionando y ahora estamos como en una especie de monopolio de las redes sociales, en concreto de Instagram, al menos en el medio de la arquitectura. Creo que es la red más potente en este momento.
A.G: Sí, precisamente una cosa que mencionas y donde nosotros nos hemos criado es en el entorno de los blogs, ¿no? Y donde, todavía, las imágenes no sé si eran torpes, pero desde luego no había la facilidad para subir imágenes, para trabajar imágenes en tiempo real. Lo vemos ahora con el vídeo y es una cuestión bastante reciente de los últimos cinco años para aquí, el peso de repente de esos vídeos. La palabra escrita de repente ha perdido mucho peso y los espacios de discusión o incluso de compartir ideas han quedado como en otro plano. Aparece esa imagen y, en concreto, esa red social que yo creo que sí, que tiene un peso más allá de las revistas especializadas. Hay una cosa en todo esto que nos parece muy interesante que es cuánto hay de ficción en una fotografía de arquitectura y, sobre todo, cuánto de esa ficción construye realidad, ¿no? Vemos incluso el mismo elemento en diferentes obras, en diferentes estudios. ¿Cuántos de esos elementos están construyendo esa realidad? Y sobre todo una pregunta que yo creo que todo el mundo se plantea, y es precisamente este pacto entre ficción y realidad. ¿Cuál de esas son escenas únicamente elaboradas para ese instante en el que tú aprietas el obturador?
L.D: Bueno, pues, para empezar, te diría que el debate de la ficción en la fotografía es algo que está ahí desde los inicios del medio. Porque, ¿hasta qué punto una fotografía es un documento? ¿hasta qué punto es ficción? Siempre hay esa dicotomía, ¿no? Partiendo de ahí estamos hablando de la fotografía de arquitectura, que es una fotografía ya acotada a un cierto uso. Y dentro de la fotografía de arquitectura yo creo que hay una parte que es documental, descriptiva, y luego hay otra parte que es más comunicativa, comercial. Jugando con esas dos caras se puede añadir más o menos ficción, más o menos preparación, con la idea a veces de bucear, de navegar, de surfear entre esa marea de imágenes que vemos todos los días. ¿Hasta qué punto una imagen de arquitectura está preparada? Para empezar, los fotógrafos llegamos en un momento que suele ser en el que todo está limpio, recién colocado. Los propietarios todavía no se han metido a vivir en las viviendas. Ya es un estado del espacio particular, vamos a decir. No está desordenado. En el caso de que haya muebles muchas veces se retiran porque no nos gustan. Sí que se manipula el sitio, el espacio y, a veces, más allá de mover muebles, se preparan escenas también. O se espera a que vengan los niños y se aprovecha que están por ahí correteando. Es un día especial porque para los arquitectos es el final de un proceso muy largo. Se quiere que todo quede bien, que todo quede bonito para comunicarlo al exterior. Es una especie de celebración, también.
A veces ocurren cosas inesperadas también, no todo está preparado. Es un momento especial en un escenario que no es el que es posteriormente. Ahí ocurren cosas, al menos a mí es como me gusta trabajar, más que preparar una escena a lo mejor preparar el espacio y que luego ocurra lo que tenga que ocurrir. Con la gente que llega, con lo que ocurre durante ese día en ese lugar.
A.G: Es verdad que vemos diferentes aproximaciones. Partiendo de una práctica a priori documental, vemos aproximaciones muy diferentes a la hora de abordar el espacio, incluso introducir personajes. Yo he llegado a ver personajes medio fantásticos o un relato que acompaña a la propia vivienda o al propio edificio. ¿Entiendo que es un mano a mano con el estudio de arquitectura o en estos casos intervienen los propietarios o los promotores?
L.D: Yo diría que sobre todo el diálogo es con el arquitecto, porque al final son ellos los que conocen el proyecto y es su trabajo el que hay que comunicar, su manera de ser, su manera de trabajar. Es en ese diálogo, que es muy casual, en el que se cuenta un poco el proyecto o en el que se decide si vamos a traer muebles o no, o vamos a hacerlo antes de que entren los propietarios o después. En esas conversaciones se toman decisiones.
¿Que dependen mucho? Sí, dependen de cómo los arquitectos quieren que sea visto su trabajo. Entonces ahí se van estableciendo unos marcos y llegamos al día de la sesión con una serie de cosas medio establecidas, preparadas. Y ese día a mí me gusta dejarme llevar. No estar pendiente de muchas cosas, sino de la luz o de cosas más relacionadas con lo que es la pura fotografía.
A.G: Sí, yo en ese sentido, y saltándonos un poco el guión que te había mandado, quería preguntarte también por ese proceso. Sé que es una conversación que pocas veces tiene lugar, y lo entiendo también desde nuestra posición, por lo general como como editores, que siempre tiendes a quedar en un segundo plano y dejas que sea en nuestro caso las publicaciones y en tu caso la fotografía, quien hable. Y ya que hoy estamos aquí delante, preguntarte también un poco por el proceso de trabajo. A veces te vemos (precisamente de nuevo en Instagram, en algún alguna story que comparte algún estudio) con el trípode o la cámara bien posicionada. Nos han contado incluso que has llegado a dormir en alguna obra, en ese dejarse llevar en esa sesión de fotos. ¿Cómo es tu proceso?
L.D: Primero, me hace gracia que hables de estas imágenes que se ven a través de las redes, porque precisamente las redes sociales no son un simple portfolio ni una simple revista, sino que son más. Hay una parte personal, en la que tú cuentas tu vida. Los arquitectos cuentan la suya. Yo cuento la mía a través de las stories. Creo que forma parte de esta manera de comunicar y creo que es importante porque no podemos obviar todo eso que se ve intencionadamente, claro. Porque no lo publica, porque quiere que se vea. Entonces sí, bueno, he dormido en muchas casas que he fotografiado. Pero por una cuestión práctica también, porque frente a tener que pagar una noche de hotel, muchas veces me quedo en el sitio. Además, tengo la suerte de llevarme bien con muchas de las personas con las que trabajo y son amigos, prácticamente. Dormir en las casas es algo muy habitual e ir descalzo pues también, porque no quieres manchar para luego tener que borrar en el Photoshop. Ahora tengo unas zapatillas que me las han regalado.
A.G: ¿Solo para fotografiar?
L.D: Solo para hacer las fotos. Pero bueno, sí, descalzo también. ¿Y el proceso? Pues, como te comentaba antes, hay un diálogo previo, a veces en los días previos, a veces en el momento de llegar al lugar, y muchas veces el arquitecto o la arquitecta está presente durante la sesión, también. Algunos están más presentes, otros menos.
A.G: ¿Y cuál es el papel del arquitecto o la arquitecta durante la sesión?
L.D: Señalar puntos de vista que les parecen interesantes o contarme cosas sobre el proyecto. Sí, yo creo que también, como te decía antes, es un momento especial, algo importante para ellos. A mí me encanta porque he aprendido sobre arquitectura hablando con arquitectos. Y en cada sesión aprendo. A través de estas cosas que me cuentan, ya sea el proyecto grande, pequeño, siempre hay cariño, no sé, una intención. Ahí aprendo un montón de cosas. Y aunque me gusta dejarme llevar también me gusta ser consciente de lo que estoy fotografiando. Y además es que estoy trabajando para ellos. O sea que tengo un respeto también por eso, por el oficio.
A.G: Hay otra cuestión que mencionabas antes y que también da para reflexionar, o por lo menos a mí genera curiosidad, ¿cuál crees que es el uso real de esas imágenes? Hablabas que servían de portfolio, que servían como labor comercial, pero que también era un documento casi personal, de registrar una obra a la que has dedicado mucho tiempo, mucho cariño. ¿Cuál crees que es el uso fundamental o principal de esas imágenes?
L.D: Bueno, hay varios, yo creo que hay, por un lado, el archivo de tu propio trabajo, la documentación de lo que has hecho que puedes ver a través de otros ojos. Ves cosas en las que a lo mejor no has reparado. Creo que ahí se abre un proceso de reflexión acerca de tu propio trabajo como arquitecto. Luego también hay un uso comercial de las imágenes, de comunicar tu trabajo para encontrar futuros clientes, que la gente vea lo que haces.
Y luego yo creo que también algo muy particular. La arquitectura es un ámbito en el que se comparten muchas cosas entre colegas, entre otros arquitectos; las revistas de arquitectura son leídas principalmente por otros arquitectos. Entonces se comparte mucha información dentro del círculo de los arquitectos. Entonces esas imágenes, al final, sabes que van a ser vistas también, sobre todo por otros arquitectos. Sí, eso es.
A.G: Como cuando salen estas figuras de “te enseñaré a ser tu mejor arquitecto y conseguir proyectos y ganar mucho dinero al año”. Y precisamente se plantean precisamente que todo ese ecosistema del que ahora mismo formamos parte —porque estamos haciendo un podcast para una institución cultural que se preocupa de hablar de arquitectura y fundamentalmente creo que para otras para para personas que ejercen la arquitectura—. Pero uno de los puntos principales siempre es esa crítica de que no te tienes que dirigir al arquitecto, te tienes que dirigir al cliente. Y ahí creo que también hay una cosa curiosa. Yo no sé si te la había llegado a comentar, pero me salió en TikTok una vivienda que habías fotografiado tú, pero vista a través de los ojos de un promotor inmobiliario, de estos que hacen tours, de estos que te preguntan cuánto pagas de alquiler. Y claro, de repente eran relatos completamente diferentes, que yo creo que es muy interesante, pero creo que sí que nosotros apreciamos ese sentimiento de dirigirte a tus compañeros, a tus colegas. Y de alguna manera también establecer lazos y creo que esos lazos, si mapeamos los estudios a los que fotografías, hay lazos proyectuales también a la hora de abordar [los proyectos]. O sea, cuando hacía esta reflexión de que hay una generación que busca tu mirada en tus fotos, también vemos como unos códigos proyectuales, creo, bastante similares. No sé si tú lo aprecias.
L.D: Bueno, sí, a ver, los arquitectos buscan un fotógrafo que mire sus obras de una manera con la que ellos se sienten a gusto. Empezando por ahí. Después, dentro de los arquitectos que trabajan con un mismo fotógrafo, pues sí, ahí puede haber. Dado que ellos escogen una cierta mirada, entiendo que hay una serie de similitudes, ya no solo generacionales, sino también de estilo.
A.G: Otra cuestión que vemos, volviendo casi al feed de Instagram, que nos que nos llama mucho la atención es entender dónde se generan buena parte de los relatos sobre la obra de los autores, porque no están mediadas a través de una editorial o de una revista especializada, sino que es la voz propia del estudio de arquitectura o de su agencia de comunicación. Pero, por lo general, la importancia de del relato, como por así decirlo, una componente cada vez más discursiva. Al menos lo vemos si el Instagram se compone de ese texto, de ese pie de foto y esa foto como imagen principal. En los en los textos lo notamos, notamos que hay una elaboración del relato y una búsqueda de comprometerse, tanto teóricamente o materialmente, como una serie de cuestiones que no siempre se tienen porque corresponder de manera tan directa, de manera tan evidente, con la realidad construida que podemos apreciar a través de la imagen. Te quería preguntar si esa búsqueda de un cierto relato, de una cierta narrativa, también la tienes en cuenta a la hora de fotografiar una obra.
L.D: Sí, creo que hay casos donde se busca relato y otros, mucho menos, en los que hay relato. Claro, es algo a tener en cuenta porque sí, la comunicación tiene que ser sólida, tanto el texto como la imagen, lo que pretende el arquitecto. Entonces sí que se tiene en cuenta, pero en la mayor, en la mayoría de los casos es más bien una conversación más informal. Y de ahí va surgiendo de manera más natural y orgánica. En muy pocas ocasiones hay un briefing de relato. Por ejemplo, cuando hablabas antes de esas imágenes donde aparecían criaturas fantásticas, de una cierta época, quizás en aquel momento sí que había una intención de jugar un poco más con esas cosas y que tenía un poco que ver también con la época y el estilo de los arquitectos en aquel momento, no. Ahora los relatos han cambiado un poco y la manera de fotografiar ha cambiado también. Siempre hay un poco de relato, pero no hasta el punto de dirigir la sesión, creo. O muy pocas veces ocurre eso.
Una cuestión que notamos es la “fragmentación” de la obra. No sabemos si es una cuestión de verla más desde el interior o verla más desde el exterior, con esa cuestión del objeto que puedes abarcar por completo o realmente cuando recorres el interior precisamente hay otra serie de secuencias, de narrativas, pero sí que es verdad que antes había una tendencia a mostrar los espacios de una forma más directa, más general, planos abiertos. Y vemos una tendencia reciente a fotografiar espacios más concretos, superposiciones de texturas, detalles, esquinas, en general imágenes más abstractas. Pensábamos que por un lado podía tener que ver con esos bajos presupuestos o de la precariedad detrás de muchas obras. De que al final hay ciertas partes y no puedes narrar una reforma al completo, no puedes narrar todo ese espacio arquitectónico. O por la propia emergencia de las redes sociales, que demandan una serie de fotografías. Sabemos que hay gente como Jesús Vasallo, que ha escrito sobre esta fragmentación de las imágenes. ¿Crees que es una forma parte de esa manera de mirar que decías que ha cambiado a lo largo de estos prácticamente veinte años que llevas? ¿Y si sientes que tu trabajo también está influido por estas formas de ver?
L.D: Sí, sin duda. Yo creo que hace a lo mejor veinte años la fotografía de arquitectura era más técnica, más descriptiva. Más de gran angular, vamos, por decirlo también así. Porque al final es una cuestión técnica. Hoy es más fragmentada. ¿La razón? Pues yo creo que son varias, una de ellas es la de los dispositivos en los que se muestra eso. En Instagram se priorizan las imágenes verticales. Es decir, las imágenes verticales salen más grandes en el móvil que una horizontal. Eso perjudica a las imágenes panorámicas, a las imágenes donde se describe un espacio de manera más amplia, entonces eso ya nos lleva a una visión más vertical. Eso para empezar. Después, también había una especie de cansancio de esta parte técnica, donde todo se mostraba de forma tan angular que también deforma mucho las perspectivas, las líneas. Y se hacía algo más subjetivo también, no como una mirada con más zoom, más de momentos del espacio, encuentros, atmósferas. Una cosa más subjetiva que describe, pero también al mismo tiempo sugiere, y yo creo que eso sí es una tendencia ahora mismo, ya desde hace unos años. Es también una respuesta a lo que había y a los medios a través de los cuales las imágenes se difunden. Yo creo que esa manera de fotografiar viene, a lo mejor, de áreas de la fotografía más relacionadas con el mundo del arte, de la fotografía documental, más artística, que no está tan preocupada de describir, sino más bien de poner la atención en algo, en un momento concreto o en una serie de elementos concretos. Se deja de lado la intención de contar todo y se enseña una imagen que sí que es más fragmentada, pero que deja espacio abierto para que tú te imagines más cosas, de alguna manera.
A.G: Y también por curiosidad hablabas de esta relación con el mundo del arte, con una fotografía menos documental. ¿Cómo terminas tu fotografiando arquitectura, Luis? O sea, ¿cuál es tu trayectoria hasta llegar a hacerte un hueco y estos casi veinte años fotografiando arquitectura?
L.D: Pues yo llego por admiración a la arquitectura, de alguna manera. En un momento dado de mi vida hago una elección entre ser arquitecto o ser otra cosa. Y elegí esa otra cosa, que era ser ingeniero. Y muchas veces me arrepentí, pero como soy bastante cabezón lo llevé hasta el final y fui ingeniero. Pero siempre con una relación de admiración de la arquitectura, incluso a veces de frustración, de no haber sido ese arquitecto que podría haber sido. Entonces siempre me gustó mucho la arquitectura y cuando terminé la carrera de ingeniería tenía claro que no era lo mío. Le di una oportunidad a la fotografía y me gustaron mucho ya desde el principio los estudios que hice y también la manera de trabajar, lo que era la profesión. Al principio hacía un poco de todo, hacía fotos de grupos de música, hacía retratos, reportajes, para revistas de tendencias, etc. Y claro, también arquitectura.
Pero en aquel momento la arquitectura tenía un peso pequeño. De hecho, me gustaba porque ese contacto que tenía con esos otros géneros fotográficos —el retrato, etc.— me hacía aproximarme a la arquitectura desde fuera. Y añadía mis cositas de esas otras áreas. Pero bueno, con el tiempo la verdad es que la fotografía de arquitectura fue cogiendo más y más espacio hasta el día de hoy, en el que prácticamente más de un 90% de los encargos que tengo son de arquitectura. Pero bueno, es una evolución, ¿no? Yo creo que natural. Yo nunca quise especializarme como fotógrafo de arquitectura y me gustaba eso, estar en contacto con otros géneros, pero sabía que era como estar resistiéndome a algo que iba a ocurrir. Y a día de hoy, pues estoy aquí.
A.G: Sí, aparte, también, la deslocalización, con una diversidad geográfica que creo que es diferente a muchos otros, fotógrafos que están muy localizados en ciertas áreas y realmente creo que tu trabajo es una constelación de desplazamientos. ¿A qué responde exactamente?
L.D: Pues a una necesidad. Al principio, cuando empecé, el mundo de la fotografía de arquitectura estaba muy copado. Era precisamente lo que tú dices, había una serie de fotógrafos en una serie de zonas geográficas que copaban todos los clientes, entonces no podía hacer nada en contra de eso inmediatamente. Lo que fui haciendo es ir cogiendo lo que me iba saliendo, estaba abierto a moverme. Yo empecé en Madrid a fotografiar, luego me mudé a Galicia y ya tenía ese contacto con Madrid, entonces ya era como una segunda base para mí y luego fueron surgiendo otras. A lo largo del tiempo, pues Mallorca y mucho al País Vasco también. Y a otros países de Europa, de vez en cuando. Pero eso viene de cómo estaba el panorama cuando yo empezaba, que no era nada sencillo ese camino.
A.G: Por ir cerrando y recogiendo cosas de las que hemos hablado a lo largo de estos de estos minutos. Hemos hablado de redes sociales, hemos hablado de páginas web, de cómo circulan las imágenes, se multiplican, queramos o no, se expanden y casi parece que cobren vida. En esta vorágine de información compartida, como una resonancia que nunca llega a terminar. Hemos hablado también de esos pies de foto, de los créditos o del protagonismo, que muchas veces por los propios gestos, del repost, del Ctrl + C, Ctrl + V, se difumina mucho la autoría de las imágenes. En esta circulación constante, con la característica de que es tu obra como fotógrafo y a su vez representa la obra de terceras personas, el estudio de arquitectura, creo que hay una pregunta que hacerse: ¿a quién pertenecen realmente estas imágenes?
L.D: Pues tiene que ver con la propiedad, con el Derecho, hay una serie de leyes que regulan esa propiedad, una imagen. Pertenece siempre a su autor. Ese es el derecho de autor, está reconocido por la ley. Después hay lo que es el derecho de imagen. El derecho de imagen lo tienen las personas, es decir, tú eres tú, tienes derecho sobre tu propia imagen, puedes impedir que se publique una imagen tuya si no estás de acuerdo. Pero solo las personas tienen derechos de imagen, es decir, los edificios no, no tienen derechos de imagen. Sería un debate a abrir, pero no es así. Entonces las imágenes pues pertenecen a sus autores y los estudios que contratan un fotógrafo pues también adquieren unos derechos de uso y de reproducción de las imágenes que los fotógrafos hacen. ¿Y si otra persona, otra empresa, otra publicación quiere hacer uso de esas imágenes? Pues en teoría debería adquirir también esos derechos, esa cesión. Los derechos no se ceden nunca, nunca se pierden. Entonces, claro, es cierto que con la llegada de Internet la difusión de las imágenes se volvió un poco más libre. Incluso nacieron otra serie de licencias, como pueden ser Creative Commons, pero la ley sigue siendo la misma. Es decir, no ha cambiado mucho desde aquellos años, no. Entonces todos nos hemos ido adaptando un poco a la situación. Y es verdad que eran situaciones, pues que a lo mejor legalmente no tienen ningún sentido, como puede ser la cesión libre a blogs, de las fotografías o incluso a veces a revistas, pero bueno, que sí, que las imágenes, pertenecen a los autores. Las obras pertenecen a los autores.
A.G: ¿Y estos derechos crees que son respetados a día de hoy?
L.D: Bueno, no siempre, obviamente, no siempre. No sé, yo como fotógrafo no soy muy “talibán”. Con eso no, pero también sí que poquito a poco intento también educar. Bueno, no, es informar, no educar. Informar a la gente de cómo funciona esto no porque si no también estaríamos perdiendo derechos sobre nuestras obras. Esta es una época bastante flexible en ese sentido, ¿no? ¿Y si el uso de la imagen pues no tiene un fin comercial o lucrativo? Pues bueno, siempre se hacen excepciones.
No sé, yo creo que cada fotógrafo también es distinto. O sea, ahora estamos intentando crear también una asociación de fotógrafos de arquitectura, también para unificar también criterios. Y esto es un poco al unísono en cuanto a qué pedimos, qué cosas debemos, qué cosas no, qué condiciones ponemos. Bueno, sí, es un debate que está ahí abierto.
A.G: Claro, es que es un ecosistema, ¿no? Vemos desde las principales páginas o plataformas de difusión de arquitectura que tienen prácticamente un formulario donde pocas veces se hace ese control de las imágenes, que igual sí que se puede hacer. Entendemos que en una revista hay un proceso que se entiende a priori más riguroso, ¿no? Unos tiempos un poco más dilatados, pero en esta inmediatez de compartir o una imagen que simplemente haciendo clic en el botón derecho se puede adquirir y colocar en otro lado… Entendemos que ahí sí que hay un cambio sustancial a la hora de poder adquirir esa imagen de una manera fácil o de una manera inmediata, y que no siempre se tiene por qué consentir. Pero creo que también hay una parte importante de desconocimiento, ¿no? Sobre esto, al menos para el usuario que ve la imagen. En un blog o en un perfil de Instagram que no es el propio estudio de arquitectura, creo que también hay un desconocimiento.
L.D: Sí, sí, yo creo que es un área que no todo el mundo conoce. Estaba pensando también que volviendo al tema de los blogs —con los que yo estoy muy en deuda, porque yo empecé y me eduqué también fotográficamente gracias a blogs de fotografía—, que, claro, cogían imágenes de Internet y las publicaban. A veces pedían permiso también a los autores para hacerlo, pero muchas veces no. Entonces es una manera, también, de difundir conocimiento, con la que yo estoy de acuerdo. Ahora hay blogs que ya no son blogs, sino que son plataformas, son negocios, vamos a decir. ¿Que un poco cogiendo ese testigo de los blogs han adoptado las mismas prácticas, de no respetar esos derechos? Pues han creado con eso una especie de imperio. Y ahora parar eso ya es muy difícil. Entonces, bueno, supongo que hay que ir adaptándose y también un poco defendiendo a veces ciertas cosas por las que no se quiere pasar.
A mí me gustaría hacerte una pregunta también como editores que sois y como críticos, también, de arquitectura, muy en contacto también con la teoría y con la imagen. Hemos estado hablando del momento actual y del pasado de la imagen de arquitectura, de la fotografía de arquitectura. Me gustaría preguntarte o pedirte que hagas una predicción de qué va a ser de la imagen o de la manera de comunicar la arquitectura en el futuro.
A.G: Qué buena, la verdad que es difícil ponerse en ese lugar y pensar lo que va a ser. Creo que hay una cuestión: al final durante toda la entrevista hemos estado hablando de medios. Y cómo el soporte se ha ido alterando y es muy cambiante, creo. En los últimos quince o veinte años hemos visto eso, la proliferación de plataformas, el peso de la imagen, de cuando apareció algo que se usa ahora como herramienta de proyecto, como puede ser Pinterest. Era una cosa novedosa, había unas posibilidades técnicas de ir cogiendo fragmentos, de ir cogiendo cuestiones que no estaban ahí. Hemos visto como eso también es una manera de proyectar, de proyectar a través de imágenes, de proyectar a través de referencias, que es un planteamiento exactamente igual de válido. Yo no creo que haya que ir al plano o desmerecer una aproximación desde lo visual o desde otros códigos, porque creo que eso es parte del modo de hacer y de las posibilidades de la escala. Si tuviera que hacer una predicción miraría bastante a los soportes técnicos.
Y lo vemos. Te ponía el ejemplo antes de ese promotor inmobiliario que iba a una vivienda o a una arquitectura. Y vemos también cómo hay muy buenos comunicadores y comunicadoras que están trabajando en esos aspectos. Creo que desmerecerlos o entender que eso igual no nos parece algo profesional, no nos parece algo digno o algo serio… Creo que también ahí hay un potencial de llegar a otros públicos, de comunicarlo de otras maneras, que igual también es parte de las reglas del juego. Y obviamente ahí luego esa cuestión más de autenticidad comenzará a performarse, como se hace ahora con esos tours por casas donde parece todo improvisado. Yo me pregunto quién realmente abre la puerta de su casa a un desconocido y le va a grabar. Entonces creo que yo miraría a los soportes técnicos, sintiendo que igual los soportes audiovisuales ya no son solo la imagen fija, sino también la imagen en movimiento. Pueden ser un camino como otro más.
L.D: Tipo gafas de realidad virtual.
A.G: Bueno, no, eso claro, yo ahí no me aventuro tanto, o sea, porque…
L.D: Será el nuevo soporte, que ya está aquí.
A.G: Igual sí, yo creo que, de hecho, en el sector inmobiliario se usan bastante. Se usa bastante esa realidad virtual, no sé si por una cuestión de fascinación de la técnica, de poder venderle a alguien que vaya a recorrer eso, pero sí, yo creo que está ahí. O sea, está ahí. Está en TikTok, en el uso del vídeo. Y no sé, no sé de qué manera, pero creo que es algo interesante para pensar. ¿Tú, si tuvieras que hacer una predicción?
L.D: Estabas hablando ahora del sector inmobiliario y sí, yo creo que esos son sectores que están más abiertos a la innovación, a ponerle al cliente unas gafas de realidad virtual y hacerle un tour por el edificio. No sé si el sector de los arquitectos —más “de autor”, por decirlo así— están tan abiertos o no a ese tipo de innovaciones. Creo que con el tiempo obviamente vamos a ir todos hacia algo nuevo, pero yo creo que a un ritmo más lento que, a lo mejor, otros sectores, como puede ser el inmobiliario, que sí que adopta todo tipo de técnicas, como puede ser el 360º, paseos virtuales, recorridos virtuales. Entonces yo desde la parte del autor veo más una vuelta a algo más analógico, no sé, como menos abundante, no sé, menos abrumador que el panorama que tenemos ahora, que es como una inundación.
A.G: Hemos visto la proliferación, por ejemplo, de museos virtuales a raíz de la pandemia, una oportunidad — creo —un poco encapsulada. Yo creo que obviamente tendrán su espacio y tendrán su recorrido, y creo que no es una cuestión de desmerecer, pero creo que también hay que apostar, igual, por ese otro tipo de espacios o de narrativas. Creo que hay un coqueteo precisamente porque se premian en la parte más artística de lo arquitectónico, en todo ese ecosistema de bienales, de eventos artísticos, como una innovación siempre hacia máximos. ¿Cuál es el poso que queda en ese registro documental? Yo creo que igual ahí hay vías, porque si vemos la manera de reflexionar o de pensar sobre sobre los temas que se ponen encima de la mesa en estos eventos, creo que son maneras muy imaginativas y que no renuncian a nada: desde videojuegos —que al final es poder recorrer un espacio de manera virtual—, ensayos visuales de todo tipo, lenguajes hacia lo performativo, hacia lo onírico, hacia lo lisérgico… ¿Por qué no, también? Entendiendo que, como tú decías, buena parte de la fotografía de arquitectura recoge miradas que vienen más desde el mundo del arte que desde una fotografía puramente técnica o documental, ¿por qué no también recoger esas experiencias?
L.D: Sí, totalmente de acuerdo. Sí, ese es un camino bastante claro. Yo no sé si me veo ahí, pero creo que hay gente que lo va a recorrer.
A.G: Claro, hay que estar, cada uno tiene que sentirse cómodo a la hora de hacer las cosas. Pero digo yo que puede ser un camino. Yo creo que con esta reflexión sobre la importancia del trabajo inmaterial —muchas veces invisibilizado —, entendiendo bien qué está al otro lado de la imagen — ya no solo de la pantalla —, con la mirada atenta y marcando esos fragmentos de todo — de espacios mucho más amplios — y con ese ruido incesante de imágenes fluyendo a toda velocidad cerramos este primer episodio. Agradecerte, Luis, una vez más el haberte animado a inaugurar este este espacio. Y, a las personas que estéis al otro lado de este canal de audio, también daros las gracias por haber llegado hasta este punto final. Os esperamos en unas semanas, en el siguiente episodio de Nuevas coordenadas.
L.D: Un placer, Antonio, un saludo a todos.
Gracias por la información detallada en las fotos de perfil, ¡muy útil!