Dibujar un mapa implica una mirada atenta a todo aquello que nos rodea, por pequeño o insignificante que parezca. Simplemente basta mirar con nuevos ojos, usar las herramientas adecuadas y pertrecharse de los instrumentos de orientación más necesarios en cada momento —ya sea una aplicación móvil o un número indeterminado de tuercas—. Lejos quedaron la tabula rasa y los mapas ignotos de la colonización, que consideraban que antes de ellos no había nada, pero lejos también nos queda la ficción borgeana de un mapa exactamente igual de detallado y complejo que el territorio que representa, hoy materializado en dispositivos móviles, datos y corporaciones tecnológicas.
Nos interesa encontrar las coordenadas del presente que habitamos para recorrer los múltiples futuros que este nos puede ofrecer. Y así movernos desde el espacio que compartimos, no desde una posición elevada ni pretendidamente omnisciente, sino plenamente situada en el aquí y en el ahora. Recorrer su superficie, habitándola, encontrando coordenadas y sistema de referencia desde el propio espacio que habitamos y que nos rodea. Imaginar mejor nuevas rutas, horizontes y caminos todavía por trazar. Porque dibujar un mapa es, ante todo, un ejercicio de futuro.
Imaginar
En cualquier caso, dibujar un mapa es un ejercicio de ficción, una proyección a futuro no del territorio que observamos, sino del territorio que nos gustaría habitar. Por ello mismo, el primer paso es tener claro un horizonte que establezca la primera línea de referencia, imaginar colectivamente cuál es esa proyección ficticia que marca nuestro campo de visión. Un horizonte vislumbrado desde la escucha atenta que reconozca las singularidades del presente para imaginar futuros espaciales más justos, que preste atención a los pequeños detalles identificables que nos permitan orientarnos. Pero que también ponga el foco sobre pequeños cambios atmosféricos u orográficos que nos invitan a entender nuevos espacios, que convoquen a aquellos elementos que sistemáticamente han quedado sin representar por haber sido observados desde la distancia de la omnisciencia y la verdad absoluta. ¿Es posible imaginar una arquitectura a futuro con la que poder ilusionarnos si no es reconociendo en sus multiplicidades todas aquellas realidades que han sido obviadas durante las últimas décadas? ¿Cómo salir del tedio y la parálisis si no es a través de la imaginación de alternativas que nos ilusionen? ¿Podemos imaginar realidades espaciales más justas sin establecer diálogos con aquellas exclusiones y discursos que han permanecido fuera de foco durante tanto tiempo?
Planificar
Una vez establecidos los primeros hitos y elementos de nuestro mapa, identificado el origen de coordenadas desde el que vamos a emprender nuestros recorridos, es necesaria una pequeña planificación. El mapa no es una mera representación del territorio sino una herramienta de uso, un instrumento que nos permite navegar en él, pero no es el único elemento que necesitamos. Es hora de planificar, identificar los tiempos, las herramientas y equipos necesarios, las habilidades que necesitaremos para desplazarnos. Por ello, el siguiente paso para comprender el ecosistema arquitectónico, cultural y planetario en el que nos encontramos requiere planificarlo, no con una voluntad férrea ni totalizante, sino como un repertorio posible que desvele aprendizajes, formas y modos de hacer que no han sabido ser leídos o pocas veces han sido tomados en consideración. ¿Qué tiempos, qué formatos, qué escalas son las que necesitaremos emplear ante un futuro incierto? ¿Qué aspectos de la práctica que nos rodea pueden resultar útiles para navegar hacia lo desconocido?
A modo de hoja de ruta trazaremos seis ejes, seis vectores lo suficientemente amplios que nos permitan convocar a una serie de voces y proyectos a dialogar entre sí a través de la palabra, el sonido o la imagen. Seis partes inacabadas en las que nos parece importante poner el foco para entender nuestro presente. Comenzaremos mirando con detenimiento al otro lado de la pantalla, del espesor ínfimo de su cristal para entender las espacialidades presentes en él, así como los medios y formatos que habitan en su interior. Desde ahí nos desplazaremos a los interiores de la arquitectura contemporánea para vislumbrar otras usuarias, otras voces que no son los clientes ni usuarios diseñados pero que, aún así, habitan y dan sentido a las construcciones que nos rodean. Si la arquitectura moderna se ha sustentando, en buena medida, en la optimización de los tiempos y ritmos de vida, ¿cómo no intentar entender qué ritmos y tiempos definen nuestras ciudades y edificios para imaginar cuales serían los deseables? Hablar de ello también nos obliga a hablar de escalas y, a su vez, hacerlo nos obliga a huir despavoridos de los relatos heroicos del dominio absoluto de la escala por parte de la modernidad; conscientes de su tiranía, vemos necesario preguntarse en qué escalas se está disputando el espacio. Saliendo fuera de foco y a modo de cierre, es evidente la agencia humana en la manipulación y diseño tanto del territorio que nos rodea como de la atmósfera que nos envuelve y esta preocupación se traslada en la agencia cada vez mayor por parte de nuevas alianzas, nuevos reconocimientos disciplinares para imaginar relaciones ecosistémicas de otra clase más allá de la de dominio y extracción.
Poner en práctica
Trazado el mapa e identificadas las herramientas, con la vista puesta en un horizonte ya vislumbrado pero siempre inalcanzable, toca recorrer semana a semana los caminos que cada una de nosotras ha decidido trazar. Y toca hacerlo desde el presente inmediato, sin esperar las condiciones óptimas de un futuro que jamás va a llegar, por más que nos lo prometan. Por más que los discursos nos digan que esos caminos no existen, por más que se niegue la posibilidad de horizontes más amables y menos áridos, dibujar este mapa para conocer las urgencias, las voces cómplices, los proyectos afines, nos servirá para pertrecharnos de maneras con las que construir un repertorio —o infinitos— de prácticas espaciales con las que imaginar y avanzar hacia futuros próximos. Los caminos son múltiples y los horizontes también lo son, ya que no creemos que una única visión permita recoger la multiplicidad de modos de estar en el mundo que han sido detectados con anterioridad. Así que cada quien ha de identificar sus propias coordenadas, sirviendo las que propondremos a lo largo de estos meses como unas de las muchas posibles.
Pero una cosa es importante, a modo de advertencia final antes de ponernos en ruta. De nada sirve todo esto si finalmente no ponemos en práctica estas formas de construir desde el presente y lo hacemos de una manera cotidiana, alejada también de los grandes focos y palestras desde las cuales se nos señala un único camino posible. Construir el presente atendiendo a estas voces, a estas herramientas, a estos aprendizajes implica otros modos de relacionarse y otras prácticas, pero somos conscientes de que solo así seremos capaces de aproximarnos a aquellos horizontes espaciales que realmente anhelamos.
Nuevas coordenadas da título e inaugura la etapa 2024-2025 del Blog de la Fundación Arquia, dirigida por Bartlebooth (Antonio Giráldez López y Pablo Ibáñez Ferrera).