Se me escapó la número 1 y no me lo perdono.
Me hubiese ahorrado todo este rollo diciendo que se trata del gran Carles Martí Arís.
La libertad dada a los corresponsales implica que me colaron varios proyectos de investigación, algunos de ellos a caraperro. También di la vuelta a esto, porque en algunos números encontraréis proyectos de estudiantes con una vuelta más.
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Escribiré en primera persona. El encargo de la dirección del blog de la Fundación Arquia (FQ) me llegó de manera inesperada. Puse una sola condición: ser la última persona designada a dedo para este cargo. Mi relevo debía de venir por concurso. Luego me puse a trabajar. Lo primero, leer los estatutos de la Fundación. El capítulo 2, artículo 4 reza tal que así:
La FUNDACIÓN ARQUIA afecta de modo duradero su patrimonio a la realización de fines de interés general, constituyendo su objeto la promoción y fomento de fines de carácter cultural, social, asistencial, profesional y formativo con relación a la actividad de los arquitectos y otros profesionales, así como la producción y distribución audiovisual y cinematográfica de obras relativas a la citada temática.
FQ se funda en 1990. Décadas antes de la Ley de Calidad de la Arquitectura, ya ponían el interés general en el centro del relato. Este único gesto convierte a la FQ en una institución a la altura de cualquiera de nuestros Colegios de Arquitectos.
Sí: hay un pero.
Hablemos de interés general:
Las cifras de visitantes prepandemia del Museo del Prado estaban sobre los tres millones anuales, que recuperará pronto. El MNCARS, contraintuitivamente, ya los ha recuperado ahora.
Esto es interés general.
La Sagrada Familia se acerca a los cuatro millones de visitantes anuales -uno más que los dos museos principales-. La Mezquita de Córdoba, dos millones. La Alhambra de Granada, dos millones y medio. Podría seguir un buen rato. La arquitectura española interesa muchísimo. Los arquitectos no hemos sabido jamás manejar este dato. Ni individualmente ni institucionalmente, empeñados en volver de espaldas a estas grandes muestras de arquitectura para imponer un relato que ni tan sólo nos interesa como colectivo. Estamos más divididos que nunca y la cultura y el patrimonio son nuestro campo de batalla, usados como están de manera especulativa. Y esta batalla por el mensaje la hemos perdido todos. Y no nos hemos dado cuenta de ello. Sigo: el acervo de exposiciones y publicaciones de arquitectura planteadas en los últimos años no tiene base, ni está conectada con lo que el público conoce. Para entendernos: lo que hacemos los arquitectos es como si los responsables del patrimonio hubiesen cerrado el Prado, el MNCARS y los museos equivalentes del territorio para contar el arte español exclusivamente a través de pequeñas galerías y exposiciones temporales. Así que en términos de interés general queda mucho trabajo por hacer. Todo. Algunas personas ya han empezado. Unas cuantas de ellas han escrito/grabado/sido entrevistadas en esta etapa del blog FQ1.
Tomarse en serio este interés general requiere una decisión estructural que de momento veo lejos. Mientras, la decisión principal de mi dirección ha sido intentar parchear un poco aquí y allá.
Os lo cuento.
Primero, las condiciones de trabajo. Mi jefe en la universidad está trabajando en un libro que recopila reflexiones sobre uno de los teóricos principales de la arquitectura de las últimas décadas2. Lo publica esta misma casa. Dos años y medio de trabajo para ajustar bien un puñado de artículos que con toda certeza van a resultar de lectura obligatoria. Empecé intentando publicar cada quince días. Cuando FQ se movió a Madrid, mis compañeras me sugirieron pasarlo a mensual. O sea: un mes para tematizar, encargar y, a veces, asesorar siete artículos. Un mes tras otro, vaya. En los dos años y medio de trabajo de un libro he sacado doce números mensuales y unos cuantos quincenales. No ha sido fácil. El ensayo-error, el forzar la máquina -y, a veces, la programación- hasta el límite ha sido una constante. Al final, la cosa se estabilizó en cinco artículos, una entrevista, un podcast y una foto, todo ligado por una editorial. El podcast, para evidenciar las posibilidades del formato. La foto, para valorar a un colectivo imprescindible para difundirnos, a veces marginado y hasta despreciado, cuando sin su talento, sencillamente, no existiríamos, porque tú puedes exhibir Las Meninas en el Prado, pero no puedes llevarte La Pedrera a la Casa de la Arquitectura. Así que lo de las fotos fue una provocación: siempre una, sólo una -la obra desaparece, queda el formato-, con la invitación expresa a tirar de archivo y de lo ya publicado. Si lo habéis notado no ha sido un fallo, sino algo intencionado y estructural. Porque forma parte de lo más importante de todo:
Salir de una jodida vez de la zona de confort en la que estamos instalados.
Curioso: la arquitectura parte del pensamiento complejo, del ajuste de una función a un lugar, un presupuesto y un público determinados, lo que fuerza a cualquiera que colabore en la construcción de algo a improvisaciones, ajustes, flexibilidades mentales y mucha mano izquierda. Cuando publicamos, en cambio, todo es acomodaticio. Estamos instalados en el nicho. Rémoras académicas: se escribe de lo que da puntos para que dé puntos. Se fotografía homogéneamente en una doble maniobra de no salir del mapa y quererse distinguir. La innovación ha quedado descartada de los formatos principales de difusión. Prima el conservadurismo, el cero riesgo y las nulas expectativas que da el tener un público cautivo y fiel lo suficientemente numeroso como para autoengañarnos pensando que trabajamos para el interés general cuando estamos a años luz de ello.
Así que intenté que los colaboradores saliesen también de su zona de confort. Tengo un buen número de mails desconcertados -muchos de ellos de rechazo- ante la extrañeza de un encargo que solía ser muy lateral a su área de especialización. Algunos entraron en el juego y salió la magia. Ha sido difícil, mucho, más cuando intentas respetar al máximo la libertad de escritura una vez has realizado el encargo. Sacar a los corresponsales de su zona de confort implicó, también, trabajar con gente que no es arquitecta y, lo mejor de todo, con estudiantes. Esta es un área por explorar.
Otro criterio importante fue valorar lo ya existente. El blog FQ contaba con años de vida, y tenía -tiene- artículos valiosos. La propia continuidad del blog es valiosa. Su estructura lo es. Así que intenté el triple salto mortal hacia atrás que significa experimentar, romper y ser continuista, haciéndome fuerte en lo que juzgué que era el principal valor del blog: la reflexión de fondo. El haber huido siempre de la presentación convencional de obras y proyectos3. El criterio: intentar producir un pequeño ajuar de artículos de interés general -aprovechando que éste permite expresar ideas muy complejas- para que, si alguna vez se decide apostar por él decididamente, haya una base en la que apoyarse.
Lo mismo no ha salido mal del todo. El jurado del concurso para la nueva dirección se enfrenta a 48 propuestas. Sólo puedo desear suerte a las ganadoras.
Antes de marcharme os dejo el último número, concebido en base a reflexiones -que he intentado que sean complementarias- en torno a la comunicación o, si se quiere, órdagos para el equipo sucesorio.
Empezamos con Silvia Colmenares, autora de Lo neutro. Arquitectura por defecto, publicado por esta casa. Sacada de su zona de confort, Silvia nos ofrece una reflexión sobre la comunicación, y sirve como punto de partida.
José Ramón Hernández Correa es uno de los corresponsales más queridos de este blog. Su criterio no podía faltar en este último número en forma de un relato sobre el relato.
Ya he comentado la atención a la fotografía que he dado a esta etapa. Beatriz S. González, arquitecta, fotógrafa y profesora, la ha reivindicado desde la pedagogía de la arquitectura. Su artículo nos lo recuerda.
Santiago de Molina, viejo conocido de la casa, es uno de los académicos que mejor comunica en nuestro ámbito. Su estupendo blog explora un formato de artículo muy determinado, lo que me llevó a pedirle una reflexión sobre la manera de escribir: el formato.
Agustín Ferrer Casas ha conseguido llevar la arquitectura a un público general gracias a sus comics, con mención especial al multipremiado Mies. Admirador suyo, le pedí que reflexionase sobre la relación entre este arte -el noveno- y la arquitectura.
Cerramos los artículos con Víctor Vázquez Balló reflexionando sobre el papel que las revistas han tenido en la comunicación de arquitectura.
Este mes entrevisté a El Barroquista, uno de los comunicadores que ha llevado la arquitectura a un público generalista. La entrevista reflexiona precisamente sobre esto, y se aúpa sobre Otra historia de la arquitectura, su fantástico segundo libro.
Para encargar el último podcast tiré de mi faceta de fan de este formato, yendo a buscar a uno de mis favoritos: No son genios, obra de Mario García y Pau M. Just, que nos han hecho un episodio especial sobre la comunicación profesional, basada en Frank Lloyd Wright.
La última foto es para Judith Casas, a quien le dije simplemente “mostrar arquitectura”, lo que la llevó a tirar de recuerdos y rescatar una pieza de su archivo.
Y esto es todo, amigos. Last -but not least-, agradecer al personal de FQ el apoyo que me han prestado.
Se me escapó la número 1 y no me lo perdono.
Me hubiese ahorrado todo este rollo diciendo que se trata del gran Carles Martí Arís.
La libertad dada a los corresponsales implica que me colaron varios proyectos de investigación, algunos de ellos a caraperro. También di la vuelta a esto, porque en algunos números encontraréis proyectos de estudiantes con una vuelta más.