Los ojos para mirar, quizá también para ver
Cada inicio de curso me imagino a mí misma como una de esas prestigiosas profesionales que se dedican a la docencia universitaria en EEUU (o más bien a la imagen que las películas proyectan), situada frente a un Aula Magna repleta de jóvenes entusiasmados que, en el futuro, recordarán mi discurso motivacional sobre lo que van a descubrir en sus años universitarios. Les cuento que van a adquirir una forma nueva de entender el mundo, que van a emocionarse con la belleza, que van a empezar a cuestionarse todo lo que les rodea, que van a ser capaces de enfrentarse a retos muy complejos aportando soluciones sencillas…
La realidad es que, por muy apasionado que sea mi discurso (que lo es), es difícil que en sus inicios entiendan que el arquitecto no es ese señor millonario que diseña auditorios. Que no hay una única manera de ejercer la profesión. Que construir grandes obras no es la única vía, ni la más importante.
Nos encontramos ante una realidad profesional cada vez más diversificada. La educación actual debe responder a estas demandas y adoptar una perspectiva versátil de la disciplina arquitectónica, concebida desde la interconexión, la pluralidad y la colaboración. Los futuros profesionales deben desarrollar una visión amplia de profesión y la fotografía puede ser muy útil para construir esa mirada.
Resulta paradójico que, aunque existe sin duda un creciente interés por lo fotográfico entre los estudiantes, muchos actúan como meros espectadores en redes sociales como Instagram en lugar de ser generadores de su propio contenido visual. Si a esto le sumamos que la fotografía no ocupa un papel específico en el itinerario formativo de las escuelas de arquitectura, el resultado es que estamos perdiendo una oportunidad de oro para ofrecer una valiosa herramienta a nuestros futuros arquitectos.
La arquitectura, la ciudad, el paisaje y el territorio son construcciones colectivas afectadas no solo por la técnica, sino también por las vivencias individuales y colectivas. En este contexto, la fotografía desempeña un papel crucial como herramienta de análisis y comunicación visual en el desarrollo de la actividad arquitectónica. A través de la acción fotográfica los estudiantes pueden desarrollar la capacidad de reconsiderar las cualidades formales y conceptuales de lo arquitectónico desde el análisis gráfico y la praxis proyectual. Si exploramos con ellos las posibilidades del lenguaje y la narrativa visual, mirar y fotografiar se convertirán en medios de previsualización de ideas y exploración del entorno construido.
La cámara fotográfica puede convertirse en una extensión del ojo que facilite una observación detallada y actúe como medio para capturar lo que nos rodea. Puede ayudar a los estudiantes a explorar y comprender la arquitectura de manera más profunda, capacitándolos para abordar sus proyectos con mayor solvencia. Las imágenes pueden convertirse en un medio a través del cual guiar y enriquecer la percepción del estudiantado, dirigiendo su atención hacia los aspectos más relevantes para su aprendizaje.
La fotografía puede desempeñar un papel fundamental en el desarrollo de una habilidad esencial para los arquitectos: la capacidad de observación. La captura de imágenes actuaría como un estímulo para aprender a percibir el entorno de manera consciente y comprender la interrelación de todos los ámbitos de la actividad profesional.
Si el medio fotográfico ha logrado democratizar la comunicación visual (como dijo George Eastman, el fundador de Kodak: usted aprieta el botón, nosotros hacemos el resto), ¿por qué no estamos exprimiendo ya esa herramienta en las escuelas de arquitectura? La fotografía puede convertirse en un catalizador para transformar el pensamiento y la acción. Animemos a nuestros estudiantes a mantener los ojos abiertos continuamente.