

Esta fotografía siempre me ha recordado a algo, no sabía muy bien a qué hasta que me he puesto a escribir este texto y de repente lo he visto claro como el agua.
Los arquitectos del equipo Alday Jover me enseñaron unas fotografías de la presa de Susqueda durante la primera reunión que tuvimos para abordar la receta “Paella Mar y Montaña para dos familias y unos amigos”, que habían elaborado para el proyecto Foodscapes comisariado por Manuel Ocaña y Eduardo Castillo, como contenido del Pabellón de España de la Bienal de Venecia 2023.
Aquel lugar a fotografiar era uno de los ingredientes principales de la receta. Tan imprescindible como lo es el huevo a la tortilla.
Las fotos que me enseñaron de la presa, a pesar de ser un espacio imponente (tanto que se merece el indulto, fotográficamente hablando), cuando las vi no me transmitieron lo mismo que me transmite la fotografía que yo realicé cuando la vuelvo a mirar. No es ni mejor ni peor, es diferente.
Entiendo que haber estado físicamente ahí y haberla realizado marca una diferencia a la hora de mirarla.
Lo de “que estuve ahí” lo digo yo pero también lo atestigua la fotografía, es su única verdad de hecho.
También es diferente estar en un espacio por estar, que estar en un espacio para fotografiarlo.
No sé en qué medida influye estar sin o con cámara (con intenciones de usarla) en un espacio, pero seguro que se vive de otra manera, ni mejor ni peor, diferente.
Como fotógrafo quieres ver, necesitas ver, y sentir emociones. Y convertir todo eso en foto tratando de hacer sentir a quien vea la foto, algo mínimamente parecido a lo que yo sentí cuando estuve allí.
En aquel espacio se oía el eco producido por el goteo de la lluvia que se filtraba por alguna esquina, envuelto en un silencio atronador. Posiblemente sea el espacio arquitectónico más especial en el que he estado. Sentías algo diferente.
No tenía la sensación de estar en un espacio arquitectónico, parecía el interior de una nave espacial más que el de una presa. El espacio vacío rodeado de pilares que podrían ser esculturas, te engulle literalmente.
Al ver la foto una y otra vez para escribir sobre ella, por fin me doy cuenta de que a lo que realmente me recuerda este espacio es al interior del esqueleto de una ballena, como la que se comió a Pinocho.
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ISSN 2605-3284
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