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Gamba fresca de Castilla

Granja de acuicultura land-based en Noruega

El pescado y marisco ya no se pescan, se cultivan.

Desde las llanuras de Tierra de Campos, localizada en Valladolid y a 300 km de la costa, “Gamba Natural” produce 50 toneladas de crustáceos al año. Lo que pocos saben, es que la práctica de la acuicultura ha estado presente desde hace milenios.

El cultivo de estas especies data de la antigua China y Roma (500 a. C. a 500 d. C.) y, desde sus orígenes, la acuicultura se ha asociado con el poder, la estandarización y la planificación del territorio. Mientras que la referencia más antigua en la literatura china a la “cría de peces”, describe esta tecnología primitiva relacionada con el cuidado animal y la producción agrícola, el “vivarie piscinae” o estanque romano, se describe como un lugar puramente hedonista asociado al placer y la estética.

A medida que el imperio romano se extendió hacia el noroeste de Europa, la práctica de la acuicultura también se expandió por el continente. Durante la Edad Media la piscicultura se asoció con la iglesia y la realeza. Durante este período feudal, los monasterios y castillos solían contar con estanques privados, ya que el pescado era un sustituto adecuado de la carne y un elemento común en las ceremonias religiosas. Años después, durante la Edad Moderna, el invento de los “tambaks” en Asia, —sistemas extensivos de cultivo de arroz y peces en áreas irrigadas— se convirtió en un nuevo paisaje productivo revolucionario al combinar el rendimiento de dos alimentos en un mismo proceso. Una tecnología que evolucionaría hasta lo que hoy conocemos como cultivos acuapónicos.

La publicación de El Origen de las Especies (1859) de Charles Darwin desencadenó la ambición de emplear la acuicultura para repoblar especies en peligro de extinción. Aunque la primera incubadora para la reproducción artificial data de 1735, la primera manifestación espacial de granja experimental tuvo lugar en Francia en 1850. La granja Huningue se convirtió no sólo en un sistema capaz de producir millones de larvas que recuperarían los ríos devastados por los vertidos de la Revolución Industrial, pero también en una arquitectura que fomentaba la convivencia entre humanos y otras especies.

Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, el aumento de la demanda de pescado y marisco fomentó la construcción de instalaciones a gran escala especializadas en la cría de especies marinas. Sin embargo, la crisis del petróleo de 1973 y la evolución del concepto de lo que hoy conocemos como “sostenibilidad” promovió un cambio en la tipología de las piscifactorías para hacer frente a la deficiente gestión de los recursos naturales. El edificio evolucionó para concentrar los procesos empleando menos espacio, reemplazando los nocivos estanques excavados por tanques circulares prefabricados e incluyendo sistemas de recirculación de agua. No obstante, la eficiencia medioambiental ignoraba tanto el bienestar animal como las cualidades espaciales de estas estructuras. A diferencia de las granjas experimentales del siglo XIX, los edificios productivos de principios del siglo XXI ya no eran una experiencia pública, sino que se preocupaban por maximizar los rendimientos con una producción de 150 crías por metro cuadrado, alrededor de 100 veces más que lo que producían los monjes en época medieval.

El estudio tipológico y cronológico de estos espacios, demuestra que hasta el siglo XX, el bienestar animal y el concepto de extinción estuvieron presentes en el diseño de estas piscifactorías. Las antiguas granjas de criadero consideraban a los peces un símbolo mitológico, los estanques romanos representaban un acto de celebración para los animales y las granjas del siglo XIX incluían una experiencia pública donde los humanos interactuaban con otros seres vivos. A pesar de ser una posible solución para evitar la sobreexplotación de nuestros océanos, la acuicultura contemporánea necesita redefinir su relación con la biosfera para equilibrar el conflicto entre la agricultura intensiva, la ocupación extensiva del territorio y la instrumentalización de las especies.

En una era en la que los océanos ya no son capaces de alimentar a una población cada vez más pesquetariana, la FAO afirma que la acuicultura está creciendo más rápido que cualquier otro sector alimentario. Mientras el mundo globalizado toma conciencia de que no se debe consumir más de lo que el planeta es capaz de producir, los arquitectos tenemos la responsabilidad de repensar estos paisajes tecno-naturales para establecer un nuevo paradigma en la relación de la humanidad con la producción de alimentos.

 Esta investigación se inició en 2022 en El Berlage Center for Advanced Studies (Delft University).

 

 

Por:
Ana Herreros es máster en arquitectura por la Universidad Politécnica de Madrid con postmáster de El Berlage Institute (TU Delft). Tras su paso por Francia y Países Bajos, en 2022, funda el estudio de arquitectura Solar, donde combina sus proyectos con diversas investigaciones académicas. En 2023, su oficina contribuye al Pabellón Esloveno de la Bienal de Venecia y su proyecto RAL 5015 es seleccionado por los premios FAD en la categoría de interiorismo.

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