¿Cómo podemos saber el impacto de los espacios que proyectamos en las personas usuarias?
La neuroarquitectura toma relevancia
La neuroarquitectura se está posicionando como el área dentro de la arquitectura que busca evidencias científicas de forma sistémica para analizar cómo los espacios afectan nuestras emociones, comportamientos y experiencias
Este concepto cada vez es más familiar, para personas ajenas al mundo proyectual, porque está tomando relevancia en la actualidad. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud) pasamos un promedio del 80-90% de nuestra vida en espacios cerrados, son un ejemplo, los espacios educativos, como comenta Ana Mombiedro, los espacios de trabajo, según describe Maria Araya, además de otros contextos como pueden ser hoteles, restaurantes, hospitales, residencias, etc.
Por otro lado, después de la pandemia hay una mayor consciencia sobre el bienestar y el cuidado de las personas. Se han normalizado aspectos clave como son: la salud mental, la flexibilidad, el autocuidado, la necesidad de los descansos, y también visibilizando temas como: las consecuencias del estrés prolongado, la calidad de los espacios -sobre todo en las ciudades-, las consecuencias de algunos parámetros físicoambientales y sus límites saludables, entre muchas otros. Esta tendencia también ha llegado a la arquitectura, en su composición de los espacios y cómo viven las personas en su interior para adecuarlas de la mejor forma posible.
La era de la información
Actualmente la información y los datos son el nuevo “oro”. Se dispone de más herramientas, sensórica y tecnología para poder recopilar datos a tiempo real de forma masiva. En muchas ocasiones el procesamiento es casi inmediato o mucho más gestionable, en cuanto a tiempos, que hace unos años.
Esta era proporciona una gran oportunidad a la neuroarquitectura en la obtención de evidencias de forma rápida y con la posibilidad de aplicabilidad en contextos reales (ver artículo Alba Méndez). Se puede obtener información a través de distintos métodos y herramientas sobre cómo se sienten, se comportan y qué actividades desarrollan las personas. Es importante, tener una hipótesis de investigación o tener unos parámetros/ítems que se quieran estudiar para ver el efecto en los usuarios y en qué actividades desarrollan en ese contexto. Una de las claves para realizar lo anterior, es saber cómo medir las percepciones, las emociones y/o los comportamientos de las personas que habitan estos espacios.
Percepciones, emociones y comportamientos
Percepción, emoción y comportamiento son palabras comunes en nuestro día a día, pero cómo estás aportan a la neuroarquitectura o cómo se pueden utilizar para hacer propuestas proyectuales es menos conocido.
Las percepciones implican registrar estímulos, interpretarlos y darles significado. La complejidad del proceso de percepción es su naturaleza multidimensional conjuntamente con las experiencias previas conocidas o vividas por cada persona. Se pueden obtener a través de herramientas tan simples como encuestas, entrevistas, si se pregunta sobre los sentidos o sus reacciones -por ejemplo, percepciones a nivel térmico, de ruido, etc. (ver Figura 1)-. También con sensórica midiendo la reacción concreta, tal como, el tiempo destinado a revisar un espacio o producto, los decibelios del ambiente sonoro, etc. y su expresión a través de los sentidos de las personas usuarias.
Figura 1. Perception Evaluation Kit.
Las emociones, en cambio, al ser impulsos involuntarios que se forman como respuesta a los estímulos del ambiente y tienen corta duración se pueden medir con otras herramientas (ver pp.85). En esta dimensión pueden ser tanto autoreportadas mediante las mismas técnicas de encuestas, entrevistas, o dinámicas participativas como los focus groups, así como herramientas fisiológicas en mediciones corporales y fisiológicas como por serían: la actividad electrodermal, la respiración, la tensión muscular, la actividad cerebral, etc. (ver Figura 2).
Figura 2. Herramientas de medición.
El comportamiento se podría definir como la manifestación de la persona en relación con lo que pasa en el exterior mediante reacciones o conductas concretas. En función del espacio en cuestión, estas se transformarán en actos concretos como puede ser la productividad, las interacciones entre personas… Para ello se pueden utilizar técnicas de observación no participativa como por ejemplo el shadowing o behavioural mapping, entre otros. Además de la inteligencia artificial, con previo consentimiento informado, que permite mapear con una mayor precisión cómo se comporta la persona dentro del espacio.
Analizar y saber cómo son las percepciones, las emociones y los comportamientos en los espacios que se proyectan puede facilitar el comprender qué elementos debe tener la propuesta para ser adecuada e inclusiva para una gran mayoría de usuarios/as. Si el espacio arquitectónico ya está construido, puede ser una fuente de información para aplicar modificaciones y mejoras. Para ello existe un doble reto: el primero de comprensión de las necesidades emocionales de las personas, y seguidamente, promover una consciencia mayor tanto de los equipos creativos como de la sociedad para traspasar la neurociencia teórica a una más empírica. Las metodologías de investigación a través del diseño pueden ser nuestras aliadas para llevar a cabo estos procesos de una forma más ágil, fluida y aplicada.