Conocí a Maya Deren gracias a las clases de Pep Quetglas. Años más tarde, estas clases se convirtieron en el Breviario de Ronchamp y ahora las puede disfrutar todo el mundo.
Esta Maya Deren de rostro espejado y cuerpo informe que nos devuelve la mirada entre los pliegues de una túnica nos es bastante conocido después de que multiplicase y se convirtiese en las torres-lucernario de Ronchamp. Que jamás se la acreditase -contrastando las fechas y la pasión de Le Corbusier por su cine- es un silencio elocuente.
Esta definición me la dio Rosa Cerarols, entre muchas otras cosas, una de las directoras del Konvent Puntzero.
Porque me niego a llamarla Shelley. Y no soy el único.
A lo mejor os suena, porque la Batalla de los Ents de Tolkien es un homenaje confeso a Enrique V.
Otro tercio es Miquel Lacasta, ya conocido en este blog. No es nada usual que un estudio de este calibre esté co-dirigido -junto con Carmen Santana- por dos escritores de este calibre.
La rostrificación del territorio
La cineasta experimental Maya Deren (Kiev, 1917, Nueva York, 1961) es una mujer silenciada tanto por su obra como por su enorme influencia. En su corto Meshes of the afternoon(1943)1 vemos a Maya de espaldas, vestida y encapuchada con una especie de saco que disimula su figura y su género. Maya está sumergida en un paisaje. No un gran paisaje, sino uno pequeño. Cotidiano: un caminito, una subida, unas escaleras, unas plantas.
Luego se gira.
Su rostro es un espejo. Un espejo que nos devuelve la mirada2. Cuando Maya mira al paisaje, el espejo que es su rostro también devuelve su mirada. El territorio se mira a sí mismo. El territorio ha rostrificado. El territorio se ha convertido en paisaje. Porque el paisaje es el rostro del territorio3.
El paisaje es un descubrimiento. Lo fue en la Edad de Piedra, cuando las piedras hablaron, y lo sigue siendo ahora, con nuevos fotógrafos, cineastas, pintores y arquitectos descubriendo paisajes donde nunca se los ha considerado. Pero todo tiene su historia canónica, y el paisaje también. La nuestra podría nacer con Shakespeare, porque todo nace con Shakespeare, que en Enrique V (1597) convierte a los árboles de un bosque en soldados de una batalla5, que en El Rey Lear (1606) hace que la naturaleza enloquezca con el protagonista. Y que seis años más tarde escribirá una obra que se llama directamente La tempestad. Shakespeare planta la semilla, que florece en 1818, cuando una Mary Wolstonecraft Godwin4 de 21 años escribe Frankenstein o el Prometeo Moderno. En esta novela, el paisaje -los paisajes- son un protagonista más. Luego, en 1847, Emily Brontë, con tan sólo 19 años, volverá a usar el paisaje para llevar el Romanticismo a su paroxismo. Estos paisajes -arrebatados, violentos, pasionales- son ecos de unos protagonistas desatados.
Más o menos por esa época, en Francia, habrá una revolución. La Escuela de Barbizon de paisaje no quiere narrar estas historias épicas, desatadas, salvajes. De hecho, parece no querer narrar nada en absoluto, como no sea el propio paisaje. El marco es la historia. La Escuela de Barbizon quiere mostrar lo cotidiano. Lo diario. Y esto son los paisajes productivos. Este paisajismo es el que se convertirá en verdaderamente popular hasta día de hoy, y en la base de todos los demás, desde el propio Cubismo, que Picasso descubre entre los mosaicos de cultivos de Horta de Sant Joan -tan parecidos al trencadís– a las fotografías de los Becher: paisajes productivos. Y éstos se ha convertido en los protagonistas del número de este mes: paisajes reconocidos, paisajes por reconocer por parte de quien los cultiva, los opera y los contempla. Paisajes entrelazados en artículos que se llaman los unos a los otros creando un mosaico de causas, razones y estéticas de una diversidad -y una complementariedad- impresionantes.
Si el paisaje es el rostro del territorio, empezaremos el número por la foto. Carles Sánchez, nuestro fotógrafo invitado, nos ha brindado una foto inédita acompañada por un texto que la resalta, la explica y le sirve de marco.
A María Fandiño, paisajista con una obra más que interesante y bien reconocida, le pedimos que nos introdujese la dimensión cultural en los paisajes productivos. Lo ha convertido en una acción de gracias que puede leerse como si de un manifiesto se tratase, manifiesto que se origina en el mismo 1818 en que se escribió Frankenstein, año clave en que Kaspar David Friedrich pinta uno de los cuadros más famosos de la historia.
Luego, la entrevista. Anna Espelt convierte el paisaje en vino. Su empresa produce vinos de quilómetro cero, una familia de los cuales lleva su nombre. De quilómetro cero de manera literal. Vinos que expresan este quilómetro cero. La conversación se basó en la gestión del paisaje productivo que los soporta, los crea y que se ha convertido en una de las bases de gestión de un territorio tan bello y conocido como es el Cap de Creus.
El Cap de Creus es un parque natural productivo. Esto no es raro. Uno de los primeros de la democracia -y un modelo de gestión- es el Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa. Xevi Bayona es un arquitecto que opera en este parque. Que se ha criado en él y que, ahora, lo interviene. Nadie más apropiado que él para hablarnos de este modelo. Y para reflexionar sobre qué significa un paisaje productivo, reflexiones que se suman a las de María y Anna.
A Tomás García Píriz le pedimos que reflexionase sobre un modelo de paisaje productivo radicalmente diferente, el de los campos andaluces: grandes extensiones de terreno, a menudo afectadas por un desastre natural, donde la producción puede ser agrícola o energética. Tomás nos habla de un caso concreto: Sanlúcar la Mayor. Las fotos de Fernando Alda que complementan el artículo dan la razón de todo.
Ester Roldán es la encargada del micropodast del mes. Le pedimos un relato sobre sus propios paisajes productivos: los de las tierras asturianas, marcados por la tierra herida por las minas. Paisajes que se han visto radicalmente transformados -incluso con su memoria amenazada- a día de hoy a causa del turismo. Xevi nos ha brindado otra reflexión al respecto, y cruzar las dos ofrece reflexiones interesantes.
Finalmente, a Marc Chalamanch, otro de los tercios de Archikubik6, se ha encargado de nuestro ensayo. En su artículo nos propone nuestro mundo como una distopía y los proyectos de paisaje productivo como una solución, y no hay mejor manera de cerrar el número.
Conocí a Maya Deren gracias a las clases de Pep Quetglas. Años más tarde, estas clases se convirtieron en el Breviario de Ronchamp y ahora las puede disfrutar todo el mundo.
Esta Maya Deren de rostro espejado y cuerpo informe que nos devuelve la mirada entre los pliegues de una túnica nos es bastante conocido después de que multiplicase y se convirtiese en las torres-lucernario de Ronchamp. Que jamás se la acreditase -contrastando las fechas y la pasión de Le Corbusier por su cine- es un silencio elocuente.
Esta definición me la dio Rosa Cerarols, entre muchas otras cosas, una de las directoras del Konvent Puntzero.
Porque me niego a llamarla Shelley. Y no soy el único.
A lo mejor os suena, porque la Batalla de los Ents de Tolkien es un homenaje confeso a Enrique V.
Otro tercio es Miquel Lacasta, ya conocido en este blog. No es nada usual que un estudio de este calibre esté co-dirigido -junto con Carmen Santana- por dos escritores de este calibre.