La Ley de Calidad de la Arquitectura, crítica desde una mirada feminista
La Ley de Calidad de la Arquitectura desde una mirada feminista es, en general, positiva. En realidad, lo son todos los marcos legales que ya desde su preámbulo incluyen la igualdad de oportunidades como un objetivo propio del texto o, yendo más allá, como un objetivo propio de la disciplina sobre la que regulan. Este es el caso de nuestra Ley, cuyo texto comienza relacionando “vida cotidiana” con el entorno físico en una frase que podría perfectamente formar parte del párrafo inicial de un manual sobre perspectiva de género aplicada a las disciplinas de planificación y diseño espacial.
Las feministas, ya sea desde la academia o desde el activismo, hemos escrito largo y tendido sobre la importancia de incorporar la perspectiva de género en los marcos legales como un paso imprescindible para avanzar en la agenda feminista que, recordemos, no es otra que la de alcanzar la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres de una manera efectiva. Ahora bien, hay muchos tipos de legislaciones, con mayor o menor capacidad de desarrollo y, por tanto, con mayor o menor incidencia en la realidad de una forma relativamente rápida. Desde una mirada feminista, la Ley de Calidad de la Arquitectura es una ley portal, una ley marco o una ley paraguas, depende cómo se mire. Pero es, sin duda, una oportunidad cuyo músculo se pondrá a prueba en su desarrollo, tanto desde el Gobierno de España como, muy especialmente, desde los Gobiernos Autonómicos, con mayores competencias en la regulación de nuestros campos de trabajo. Tendremos que esperar.
Creo que, por naturaleza, el feminismo es un movimiento optimista, al menos, esperanzado. Pero es también realista y precavido, porque la historia nos ha demostrado cientos de veces que en la lucha por las igualdades y por la ampliación de derechos, las reivindicaciones de las mujeres tienden a posponerse a favor de otras o a ser difuminadas hasta parecer innecesarias, que es aún peor. Este es quizás el peligro, desde mi punto de vista.
Que un texto con rango de Ley reconozca la arquitectura como un bien de interés general es importante. Por un lado, se reconoce oficialmente el impacto social, ambiental y económico de la arquitectura. Por otro, supone una serie de implicaciones relevantes para las Administraciones Públicas respecto a su relación con la arquitectura, ya sea como disciplina o como sector. Sobre la primera cuestión, lo importante desde el feminismo es recordar que esos impactos no son neutros; es decir, que no afectan por igual a mujeres que a hombres, ni en lo social, ni en lo ambiental ni en lo económico. Hay mucho escrito sobre esto. Sobre la segunda, cabría recordar la obligatoriedad que tienen las Administraciones Públicas de desarrollar políticas públicas incorporando de manera transversal la perspectiva de género. Esperemos que esto se tenga en cuenta en la regulación del Consejo sobre la Calidad de la Arquitectura y de la Casa de la Arquitectura, por ejemplo.
Sería deseable que, cuando decidamos aspectos fundamentales como qué es patrimonio, qué tiene calidad arquitectónica, cómo redactar unos pliegos, qué obras difundimos o qué y cómo enseñamos a las futuras generaciones recordemos que con todo ello estamos determinando qué Arquitectura -esa que es de interés general- estamos validando y consolidando como generación. La perspectiva de género aplicada a todo lo anterior puede ayudar a conservar y crear más y mejor arquitectura, a ampliar y diversificar modos de ejercerla y valorarla y, sobre todo, a construir una profesión más diversa, inclusiva, amable y con mayor potencial para incidir positivamente en la sociedad a través de sus tres principios históricos: la belleza, la firmeza y la utilidad.
Nos quedaría por hablar sobre cosas como el lenguaje del texto de la Ley o sobre quién la sanciona y nos informa de su existencia. Pero son aspectos que, precisamente desde una mirada feminista, no deben impedir poner en marcha los cambios transformadores a los que esta Ley podría dar cobijo, siempre y cuando las intenciones del texto se hagan realidad y la suerte nos acompañe.