Entrevista a Josep Maria Borrell
La entrevista se realizó el 17 de marzo en la promoción de viviendas que el IMPSOL/AMB realizó en Gavà, obra de Harquitectes. Este edificio, representativo de la tarea que esta promotora pública viene realizando últimamente, es obra de Harquitectes, y se integró en la conversación como un protagonista más.
La primera pregunta, que arrastramos de la entrevista anterior y que será común a partir de ahora es ¿Qué es para ti la arquitectura?
Es una disciplina que tiene la capacidad de modificar el hábitat humano conjugando las lógicas funcionales, técnicas y estéticas. No obstante, lo importante es, para mí, la vida que genera la arquitectura.
¿Cómo definirías la calidad de la arquitectura en el contexto de una Ley de Calidad de la Arquitectura?
El grado de consecución y equilibrio de las cuestiones clave que aborda la arquitectura; de emplazamiento, funcionales, formales, ambientales, sociales y económicas.
Cuando hacemos arquitectura, estamos todos obligados a cumplir normativa y a ejercer unas buenas prácticas. ¿Qué plus pides a la arquitectura más allá de estas prácticas?
Que tenga la máxima calidad, que responda al interés general, que contribuya a la evolución de la sociedad, que facilite la vida a las personas usuarias y, si puede ser, que emocione.
¿Cómo definirías este interés general?
En el L’IMPSOL/AMB promovemos edificios de vivienda protegida, concebidos como si fuesen equipamientos y, por tanto, patrimonio de toda la sociedad. Unas personas determinadas son las usuarias pero, por sus valores, toda la sociedad resulta beneficiada. Cuando se contempla así, la mirada cambia completamente. Puede haber sacrificios individuales en pro del beneficio común. Es la óptica que se ha de tener desde la función pública. Cualquier decisión ha de poderse explicar con criterios de interés general.
¿Cómo se puede velar por la calidad de la arquitectura desde la contratación pública?
Tenemos que tener en cuenta el punto de vista del arquitecto cuando es tiempo de tomar decisiones.
El primer paso es el diseño de los concursos de arquitectura. Es un momento clave del proceso, porque tenemos que transmitir con mucha claridad qué se pretende. Hace falta profesionalizar los procedimientos, ser honestos con los objetivos y muy transparentes con la metodología.
Mi experiencia con nuestro colectivo es que, en términos generales, somos un sector profesional con una implicación, compromiso y dedicación extraordinarios. Hemos perdido prestigio y ganado incomprensión por parte de la sociedad en los últimos años, y hemos de trabajar para revertir esta situación, revalorizando las funciones del arquitecto en la sociedad y dando soporte a sus tareas.
Igual de importante es acercar el discurso arquitectónico a la ciudadanía y transmitir este valor del arquitecto como agente social, que va mucho más allá de la vertiente técnica y estética conocida.
¿Qué cuidado se puede tener por la ciudad desde una promotora pública como el IMPSOL?
Tenemos que ser generosos. Entendemos que cada promoción pública que se construye es una oportunidad de mejora para la ciudad. Nosotros hacemos partícipes del proceso a los ayuntamientos, que nos ayudan a detectar las oportunidades. Esta implicación facilita la simbiosis entre los edificios que promovemos y las ciudades en que se ubican. Siempre intentamos que los edificios hagan algún regalo a la ciudad.
Las bases de nuestros concursos intentan favorecer el equilibrio de las propuestas. En general, las propuestas de los concursos se puntúan en un 25% emplazamiento, 25% agregación de las viviendas, 25% tipología de las viviendas y 25% sostenibilidad, inclusión e innovación.
¿Qué manera de hacer ciudad se puede conseguir desde solares periféricos como el que nos encontramos?
Colocando correctamente los usos de los volúmenes construidos, favoreciendo la relación entre estos usos y el espacio público y fusionando los espacios públicos de la promoción con el entorno.
En el caso de Gavà, integramos el verde privado al público, el vestíbulo se convierte en una plaza semipública cubierta y la planta baja desborda vida, tanto por la disposición de viviendas en este nivel, cuidando su privacidad, como por la colocación estratégica del aparcamiento o la actividad productiva.
¿Qué relación han de tener los edificios con su contexto inmediato?
La respuesta depende de cada lugar, lógicamente. Integrar la naturaleza en la arquitectura siempre ayuda.
En nuestro caso, a nivel funcional, procuramos eliminar aparcamientos y ubicar plantas bajas habitables. Procuramos también que los espacios comunitarios se entiendan como espacios intermedios entre los individuales (privativos) y los públicos (la ciudad). Estos espacios están delimitados con cancelas porque la sociedad actual lo demanda, cultural y socialmente. Esperemos que algún día esto pueda cambiar. Este edificio, y otros que promovemos, están preparados para que así sea.
¿Cuál es el nivel de riesgo aceptable en las promociones de empresas para una productora pública?
Lo máximo que la sociedad o que las personas usuarias sean capaces de asumir. Es francamente difícil calcularlo, más teniendo en cuenta la velocidad de la evolución social. Nuestra estrategia pasa por aprender de las experiencias anteriores, pero también por romper prejuicios, trabajar solidariamente con equipos pluridisciplinares expertos y estirar los límites de lo que es asumible con formación, haciendo mucha pedagogía. Hacemos un esfuerzo importante para acercar el discurso arquitectónico y social de las promociones a la ciudadanía y en divulgar los valores de los edificios que promovemos. Lo hacemos de muchas maneras, pero estamos especialmente orgullosos de las sesiones plenarias entre los adjudicatarios, los equipos redactores y nosotros.
¿Están contentos, en Gavà?
Es una pregunta para las personas que habitan el edificio… nuestra percepción es muy positiva. Somos conscientes que es un edificio que aporta pequeños avances tanto en aspectos técnicos como sociales, y los cambios siempre generan controversia… necesitamos tiempo para valorarlos.
Lo que puedo asegurar es que los intervinientes estamos muy orgullosos del proceso y del resultado, y creo que todos repetiríamos.
¿Qué tipo de reflexiones extraeríais sobre los riesgos que tomáis?
Obviamente, extraemos conclusiones continuamente. Cuáles son los límites, por ejemplo, tanto a nivel técnico como social o ambiental, y siempre en la línea de la mejora continua de lo que está en nuestras manos. Actualmente, evaluamos mucho los aspectos energéticos, hasta qué punto somos capaces como sociedad de asumir ciertas renuncias particulares en favor de los beneficios comunitarios.
¿Qué relación ha de tener una promotora pública con la innovación?
Como administración, debemos ser ejemplares. Debemos abrir caminos, y es importante generar confianza, pero siempre hemos de ser capaces de explicar nuestras decisiones con este criterio de interés general.
¿Qué se ha de tener en cuenta respecto de los destinatarios finales que habitarán en las viviendas?
Nosotros, en general, conocemos a las personas usuarias semanas o meses antes de finalizar la construcción… con todas las decisiones estratégicas tomadas por el equipo pluridisciplinar a cargo del proyecto. En este momento es un tema de pedagogía a todos los niveles. Conocer a los destinatarios antes permitiría medir mejor los límites en términos de asunción de riesgos sociales o de innovación tecnológica.
Independientemente, tenemos muy claro que cualquier edificio de nueva construcción debería de perdurar unos 200 años. Por tanto, por mucho que conozcamos a quién lo habita de forma inmediata, no podemos saber quién vivirá allí, ni cómo se vivirá, a medio término. Y en este punto es clave hablar de flexibilidad y adaptabilidad para permitir todas las maneras de vivir.
¿Qué rol ha de adquirir una promotora pública en el acceso a la vivienda que recoge la Constitución?
Trabajar para facilitar el acceso universal a la vivienda, en todos los ámbitos que sea posible.
Hay una crisis habitacional y energética, y son necesarias acciones valientes. Tenemos que explorar nuevas posibilidades de oferta de vivienda en base a nuevas maneras de vivir y, por descontado, nuevas maneras de gestionar para nuevas tenencias. Hay mucho camino por recorrer aquí.
¿La arquitectura puede (tiene que) educar?
La arquitectura tiene que ser ejemplar y, sin duda alguna, tiene que educar. Tenemos que divulgar y hacer pedagogía sobre lo que implica la arquitectura que promovemos. No pretendemos cambiar a las personas, pero sí posibilitamos que, en el futuro, las viviendas se adapten fácilmente a nuevas circunstancias.
¿Qué relación ha de tener esta arquitectura con el patrimonio?
Los edificios hablan. En conjunto son el reflejo de nuestros valores culturales, de nuestra identidad, de nuestras singularidades, de nuestra sociedad. Cuando la arquitectura cambia es síntoma que nuestro pensamiento y comportamiento evoluciona. La arquitectura se convierte en patrimonio material del valor inmaterial que somos como colectivo.
Por todo esto, hemos de trabajar por la máxima calidad de lo que construimos y preservar lo construido.
¿Te queda algo más a añadir?
Muchas gracias por ayudarnos a divulgar los valores de nuestro trabajo.
Gracias a vosotros.