Lo que los arquitectos hemos dejado de hacer
La Ley de Calidad de la Arquitectura señala que “apostar por la calidad arquitectónica supone reconocer la dimensión cultural de una disciplina” que “ofrece soluciones al complejo entramado social facilitando la vida de las personas”. En la presentación de esta nueva etapa del blog Jaume Prat recordaba el manifiesto “Everything is architecture” de Hans Hollein. Todo es arquitectura, pero los arquitectos no hacemos ni la mitad de eso que se supone que conforma la ciudad. El proceso de conformación del entorno construido requiere de un trabajo interdisciplinar en el que sería excesivo que nos arrogáramos todas las competencias. La Ley de Ordenación de la Edificación ya estableció unas reservas de actividad para una serie de usos fundamentales para la sociedad y la posibilidad de participar en casi todos los demás. Un amplio marco desde el que poder diseñar la ciudad.
Pero en algún momento los arquitectos dejamos de ser relevantes fuera de nuestra reserva. En grandes zonas urbanas, las destinadas principalmente a los usos productivos, la edificación que configura el espacio y que define la primera imagen que ofrece la ciudad está proyectada por otros profesionales. Si Ekain Jiménez Valencia nos llamaba la atención sobre la arquitectura del montón, sobre el pequeño encargo en el que los arquitectos somos un trámite administrativo para el cliente, también hemos desaparecido de muchas de las grandes instalaciones e infraestructuras. Marina Otero Verzier ha señalado esta ausencia de lo arquitectónico en el diseño de los grandes centros de datos, y Uriel Fogué llama a descajanegrizar los procesos tecnológicos mediante las estrategias de la arquitectura. Aunque quizá expresarnos con estos términos no ayuden a comunicarnos con unas capas más amplias de la sociedad.
No se trata de cuestionar la calidad estética o urbanística de estas construcciones y desarrollos urbanos, sino de la falta de comunicación que hemos tenido los arquitectos con una gran parte de la sociedad. Mientras que hay un tipo de construcciones para los que somos reclamados, no solo por cuestiones legales, sino por la aportación que realizamos a través de las herramientas que nos facilita la disciplina, existe un enorme abanico de posibilidades a los que hemos renunciado. Puede ser por falta de interés de un sector amplio de la profesión que pudo desdeñarlo en épocas donde el trabajo estaba garantizado en otros campos de la edificación. O por no saber explicar el alcance de nuestras atribuciones en todos los ámbitos constructivos.
El futuro Consejo sobre la Calidad de la Arquitectura tendrá como misión “fomentar la sensibilización de la sociedad ante los valores de la arquitectura”. Estos valores se encuentran tanto en el proyecto de gran escala como en las intervenciones mínimas que pueden mejorar la vida del cliente que acude al arquitecto porque se le ha reclamado un proyecto para tramitar una licencia de obras. Para las grandes escalas la Ley de Calidad propone fomentar la colaboración interdisciplinar, cuestiones que ya estaban presentes en la construcción de espacios industriales como la Central Lechera CLESA, cuyos planos están firmados por Alejandro de la Sota y Manuel Ramos, ingeniero agrónomo. La complejidad de los modernos centros de datos o de los grandes centros logísticos requieren del trabajo conjunto de distintas disciplinas. Así como los desafíos ante los que se encuentran las grandes ciudades, cuyas transformaciones ya están siendo dirigidas por equipos de los más diversos ámbitos profesionales. La visión global que la arquitectura tiene de la ciudad puede ayudar a integrar las diferentes visiones en la dirección correcta. Y la formación integral de los arquitectos en materia de construcción, sostenibilidad y diseño de espacios será una herramienta eficaz para poder regenerar el parque inmobiliario para adaptarlo a las nuevas circunstancias que impondrán el cambio climático y la crisis energética.
¿Tenemos las herramientas necesarias en la profesión para transmitir este mensaje?