En realidad está en Espoo, ciudad dormitorio de la capital.
Aalto y el oficio de arquitecto
Se ha escrito mucho sobre la relación de los Aalto con su país natal. Las formas sinuosas de los lagos finlandeses, el entramado de maderas esbeltas como abetos o el vínculo constante con la naturaleza desde sus interiores. También se habla a menudo del cuidado por los materiales, de la delicadeza de las texturas y de los acabados. Sin embargo, lo que más recuerdo paseando por los pasillos del campus de Otaniemi durante el invierno más largo de mi vida es el silencio. Los pasos resonando sobre el suelo de piedra blanca de los maestros. Maestros, en plural, porque a ellas, las fieles acompañantes de Alvar Aalto (1898-1976), se las olvida a menudo; Aino Marsio (1894-1949) i Elisa Mäkiniemi (1922-1994).
Helsinki, donde se establecieron en 1933, es un archipiélago. Una constelación de casas en medio de lagos, bahías y penínsulas. El agua es uno de los elementos estructuradores de la capital y también del resto del país. Es lo que hace posible y organiza la vida. De septiembre a octubre es el espejo de los bosques naranjas, ocres y marrones, duplicando su extensión. Sirve también como pista de patinaje sobre hielo en los meses más fríos. Una superficie dura que se va construyendo poco a poco, helada a helada. Las distancias se acortan; temporalmente se puede llegar a los lugares mar a través. Cuando se cubre de nieve amplifica el blanco en días grises y refleja la poca luz de las eternas noches de invierno. Mide los días y las estaciones. Se puede escuchar de fondo cómo se agrieta al llegar el buen tiempo. Semanas después, cuando por fi la ciudad florece, la costa se llena de playas, de zonas de descanso y de baño.
Es en este lugar, abrazado por el mar Báltico, donde se sitúa la mayor parte de la obra de los protagonistas. O algunos de sus proyectos más relevantes; la Sala Finlandia, el campus de Otaniemi1, su estudio en Munkkiniemi y la que fue su casa, pocos metros más allá, donde se evidencia su interés por la cultura mediterránea, especialmente por la italiana. Son enormemente sensibles hacia todo lo que pasa en el interior de sus edificios; los acabados y el mobiliario, que ocupa muchas de nuestras casas en formad de copia barata de Ikea. El enraizamiento con su cultura a través de la tradición y los materiales locales, en concreto la madera, hace que su obra sea vigente todavía. También su manera de ejercer el oficio. A través de una formación completa tanto en la vertiente técnica como en la artística, les permitió establecer un diálogo entre la forma y la función, sin olvidar el elemento más importante de la ecuación; el habitante de esta arquitectura.
Los Aalto formaban parte de un contexto donde la figura del arquitecto todavía era el director de orquesta que diseñaba y construía y no una simple pieza del engranaje de un edificio. Parte de una época favorable para el país, la arquitectura de Helsinki previa a los Juegos Olímpicos de 1940, pospuestos a causa de la Segunda Guerra Mundial hasta 1952,es de una altísima calidad. Destaca el Estadio Olímpico, con una torre que otea la ciudad, recientemente rehabilitado por K2S o otros edificios más discretos y delicados como el antiguo cine Lasipalatsi de Viljo Revell, Heimo Riihimäki y Niilo Kokko, hoy el Museo Amos Rex. Esta época de oro de la arquitectura finlandesa influyó también en las generaciones que la precedieron, con figuras como Arto Sipinen, que proyectó centros culturales diseminados por toda la región.
En los últimos años, seguramente con una voluntad democratizadora y de humildad por lo que respecta a la profesión y la disciplina, las escuelas técnicas del país han ido siendo sustituidas y fagocitadas por las escuelas de arte y diseño. Si bien el enriquecimiento artístico de la formación es innegable, no estoy tan segura que se pueda decir lo mismo de la calidad arquitectónica del país. El oficio de arquitecto ha de establecer un equilibrio entre la técnica y la visión plástica y artística, cosa que debería garantizar una buena Ley de Arquitectura. Tal y como demuestran los Aalto, la buena arquitectura no se puede reducir nunca a una cuestión sólo estética y de diseño.
En realidad está en Espoo, ciudad dormitorio de la capital.