La calidad de la arquitectura (del montón).
Me han pedido que escriba sobre la calidad de la arquitectura, y me alegra participar con estas breves notas. Recientemente se ha aprobado la Ley de Calidad de la Arquitectura y pronto la Casa de la Arquitectura echará a andar. Una institución que, de forma similar a la de un museo, divulgará los valores de la arquitectura moderna. Será el repositorio de nuestra cultura arquitectónica, admirada fuera de nuestras fronteras.
Debemos congratularnos. Estos ejemplos, parte conformadora e indisociable de nuestra cultura, recogerán las formalizaciones más refinadas y profundas de nuestro pensamiento arquitectónico a través de un significativo número de creadores diversos y heterogéneos que han escrito, proyectado y construido la arquitectura que nos identifica como pueblo y que nos impulsa propositivamente hacia el futuro.
Pero tan importante es la preservación y divulgación de esta alta arquitectura, como la defensa de la práctica arquitectónica más ordinaria. Me refiero, y espero que se me entienda, a la arquitectura del montón que practicamos la mayoría de los arquitectos, arquitectos del montón.
Qué decir del arquitecto del montón. Estamos en un contexto delicado. La crisis del 2008 se ha perpetuado hasta nuestros días, situando al técnico en una coyuntura de difícil salida. Aprisionado en un contexto socioeconómico degradado, trabaja entre una maraña de ingenierías, partícipes de todas las adjudicaciones, y una administración pública que se ha convertido en el enemigo público número uno, ahogando al arquitecto con exagerados requisitos de solvencia técnica y primando la baja económica antes que la calidad de los encargos, grandes o pequeños.
Y qué decir del pequeño encargo privado, estimado arquitecto del montón. A menudo el cliente desconfía de ti y no te quiere, no nos quiere contratar. Pero necesita que alguien le solucione su problema. Desconoce lo que el arquitecto le puede aportar. Incluso lo que necesita. Pero decir esto es delicado. Qué difícil es pedir confianza. Nos hacemos valer después de haber hecho el trabajo: una contradicción indisoluble a nuestra profesión.
A veces incluso el cliente cree saber cuál es el problema y cómo solucionarlo. Asumamos el problema comunicativo: no podemos hablar de qué es una condensación intersticial sin saber cómo debemos explicarlo. La democratización de la opinión y la todología han hecho que al arquitecto del montón le cueste ser una voz autorizada. Ocurre en todas las profesiones. No lo digo para que te alteres. No es una queja. Es el contexto con el que nos ha tocado lidiar, y cada uno de nosotros tendrá que ver cómo hacerlo.
Evitemos, a su vez, el discurso victimista que nos aleja de la gente. Si exigimos estar en la sociedad, ella nos pide que hagamos bien nuestro trabajo. Sean cuales sean nuestras condiciones de trabajo, un encargo nos obliga al compromiso de desarrollarlo con diligencia. Una solución mediocre es inaceptable.
La Calidad de la arquitectura, la Arquitectura de calidad… En encargos del montón, a menudo con ausencia de diseño, la alta arquitectura hay que dejarla para otro momento. ¿Podemos hablar de Campo Baeza en la primera cita? Comprobemos antes si el cliente quiere escuchar lo que le tengamos que decir sobre la arquitectura de Campo Baeza.
No podemos sonar trascendentales en aquello que queremos transmitir al cliente. A la gente, por lo general, la trascendencia que le damos a la arquitectura le da igual. Tengo dudas de si podemos vender el mensaje (en la primera cita) de que la arquitectura es importante. O hay que hacerlo con cuidado (con una cuidada indiferencia, quizá). Que lo es. La arquitectura es importante incluso en los encargos del montón: con 15 cm de aislamiento el cliente no gasta energía ni dinero.
Si tenemos que hablar de la calidad de la arquitectura, lo que me interesa en estos momentos es la realidad de nuestra profesión, sus lodos, y cómo debemos lidiar con esta arquitectura ¿popular? del arquitecto del montón. También la arquitectura del montón debe ser una arquitectura de calidad. Y no habrá calidad en la arquitectura sin calidad en la profesión.
Magnifico y buen sentido del humor.