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Adulteces arquitectónicas

El ‘recuerdo infantil’, ocupa un cierto espacio dentro de la memoria de una persona, en el que el poema de Antonio Machado se mezcla con juegos, sabores, olores, personas y emociones. Una memoria compartida y descrita con palabras adultas desde cualquier enfoque, desde cualquier edad. Pero en esa amalgama de instantáneas que se deslizan en el recuerdo como un carrusel, el juego se detiene como eje vertebrador de la infancia.

El juego es en sí una actividad que proporciona herramientas para la vida, que permiten conocer el entorno y aprender las claves para la supervivencia (al igual en otras especies animales). El conocimiento del lugar va dibujando poco a poco una constelación de percepciones que construyen una realidad propia, identificando al individuo con su hábitat próximo. En ese ‘diálogo privado’ entre la obra y el espectador definida por el arquitecto Juhani Pallasma, se pone de manifiesto la universalidad de la arquitectura como disciplina que convive con el ser humano, definiendo no sólo su escenario vital, sino su forma de relacionarse con el mundo. El conocimiento de ciertos fundamentos arquitectónicos en la edad temprana, estructura la memoria estableciendo un criterio personal.

“Siempre hay una señora anciana que se dirige a los niños con muecas y diciendo cosas estúpidas con un lenguaje informal lleno de cucu y coco y pichipachiù. Por lo general, los niños miran muy seriamente a estas personas que han envejecido en vano; no entienden lo que quieren y vuelven a sus juegosjuegos simples y muy serios.” Bruno Munari

Talleres para miniarquitectos. Nuria Prieto, 2021

Quizás el error que produce la dislocación de la arquitectura respecto al conjunto de la sociedad como una disciplina hermética, sólo tratable por aquellos que la estudian, reside en un aparente cambio de plano de esta a través del lenguaje. Pero no es el lenguaje, sino el acercamiento mediante vías diversas como el debate o el juego, de cualquier persona, a cualquier edad, alimentando una conciencia social con un criterio propio al respecto. Jugar, como decía el arquitecto Bruno Munari, es algo serio.

La mirada sobre la arquitectura como herramienta al servicio de la sociedad no puede realizarse de una forma excluyente. El espacio de los niños y las niñas, se convertirá tiempo después en un nostálgico recuerdo infantil que ocupará la memoria del adulto. La importancia de la memoria en arquitectura parece un principio incuestionable, pero tradicionalmente la tendencia al olvido de lo infantil como estigma, desestima el aprendizaje personal compartido. Y quizás esta, sea la herramienta más importante porque ha sido creada a partir de un criterio necesariamente crítico, un lenguaje propio, inconscientemente experimental.

Los juegos infantiles están habitualmente cargados de una imprevisible creatividad. La arquitectura al igual que el dibujo se naturalizan como lenguajes o herramientas inherentes a la condición humana: el dibujo es un lenguaje y la arquitectura es la búsqueda del cobijo personal y la expresión de la construcción del hábitat. Los niños dibujan sus pequeños universos personales, construyen fuertes, casitas para duendes o cuevas imaginarias transformando el lugar de forma creativa. Son decisiones serias, fundamentadas en una idea creativa, cierto conocimiento previo y el ensayo prueba-error, un mecanismo que se repetirá a lo largo de la vida de adulto. El punto de inflexión en la madurez, deja atrás en ese extraño umbral de paso a la vida adulta parte de las experiencias y conocimientos convirtiéndolos en recuerdos meramente narrativos, que se estiman estériles. La divulgación de la arquitectura en la edad infantil y juvenil, permite que se consoliden algunos fundamentos de esos serios juegos infantiles y expresiones creativas, de tal forma que puedan atravesar el umbral a la madurez por ser considerados de interés general.

Talleres para miniarquitectos. Nuria Prieto, 2022

La escritora Maya Angelou explicaba que “la creatividad no se gasta”, sino que “cuanta más usas, más tienes”. La creatividad desbordante de la infancia es un recurso a veces desperdiciado que, con la construcción de un criterio paralelo es determinante para la vida adulta, y para el interés del conjunto de la sociedad. La divulgación arquitectónica en la infancia apoya la elaboración de una forma de expresión, un lenguaje que canaliza los conceptos adquiridos y experimentados. Como indica el filósofo José Antonio Marina: “Todo lo que tiene que ver con el lenguaje es absolutamente imprescindible e importante para organizar nuestra inteligencia, porque nuestra inteligencia es lingüística y nuestra convivencia es lingüística. Y si se empobrece el lenguaje, se empobrece la inteligencia y también la convivencia.” El lenguaje de la arquitectura que abraza la creatividad, el dibujo y el conocimiento del hábitat es inseparable de la sociedad, y abandonar al mero recuerdo el impulso y la intensidad que ésta tiene en la infancia, un desperdicio inasumible.

La nueva ley de arquitectura busca incluir al conjunto de la sociedad en sus términos. La infancia agrupa a un estrato social amplio que se interpela en esta nueva ley, que considera que la arquitectura es una disciplina de interés general. La apertura de foco de la arquitectura como disciplina colectiva, que incluye al conjunto de la sociedad, la convierte en un lenguaje universal más con el que enriquecer la vida y recupera su esencia al servicio del ser humano desde que éste llega al mundo, hasta que se despide de él. Con un pequeño matiz, y es que el lenguaje aprendido en la infancia se convierte en legado y puente con las generaciones que llegarán.

Quizás el ‘recuerdo infantil’ desde la perspectiva arquitectónica no debería reflejarse en la “monotonía de la lluvia en los cristales” (Antonio Machado, 1903) mientras los colegiales recitan la lección, sino en ‘el lobito bueno, la bruja hermosa y el pirata honrado’ de “El mundo al revés” (1959) que soñaba José Agustín Goytisolo. O simplemente sobran teorías y sólo hay que, seriamente, jugar más, porque: “Dios mío, qué manera de decir adulteces” (Mafalda. Quino, 1970)

Por:
Nuria Prieto (Ponferrada, 1985) arquitecta por la ETSA Coruña (2009), máster en rehabilitación (2010) y Doctora por la UDC (sobresaliente Cum Laude, 2014). Comenzó su carrera en estudios de arquitectura reconocidos (Carlos Quintáns, Francisco Mangado & Asociados). En la actualidad desarrolla su actividad profesional independiente como arquitecta. Ha desarrollado los contenidos y el montaje de la exhibición “Unfinished” en la XV Bienal de Arquitectura de Venecia, galardonado con el León de Oro. Escribe en la revista de arquitectura Tectónica. Ha desarrollado proyectos de investigación internacionales como “Gaza Denouncing by design”. Entre sus publicaciones destacan artículos en Tectónica, Engawa, Arquitectura Viva o Quincemil. Y los libros “Manual de construcción para miniarquitectos” y “Prada Poole. Estructuras de aire, utopías construibles”. En su trayectoria destacan los premios Europan 13 (2015) o X Premio Arquia de Tesis Doctorales (finalista, 2015), Premio Hume de Investigación 2016, Fundación Driehaus (Runner Up, 2017). Ha sido profesora invitada en diversas escuelas como City College of New York, Esarq UIC Barcelona, Escuela de Arquitectura de Tucumán, ETSA Sevilla, EUATAAC o ETSA Valladolid.

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