¿Y ahora qué cuento?
Este texto tiene como punto de partida un reproche de Anatxu Zabalbeascoa, que en realidad fueron dos. Uno empieza a escribir de arquitectura porque le entusiasma la disciplina y trata de trasladar ese interés a los demás. A lo largo de la carrera has aprendido a valorar un determinado tipo de arquitectura que crees que ha sido poco comprendida y tienes la osadía de pretender contarla, para que esos espacios que a ti te fascinan lleguen a más gente. Antes de la irrupción de las redes sociales, esta difusión solo era posible a través de los medios de comunicación. Allí tenían hueco figuras como las de Anatxu o Patricia Gosálvez, que contaban la arquitectura de un modo claro y accesible.
Al aparecer Twitter y tras un periodo de adaptación al medio, esas ganas de contar la arquitectura comienzan a articularse y permiten intentar crear una voz personal que se distinga en medio del ruido.
Y cuando parecía que había conseguido encontrar mi hueco, Anatxu señaló que tenía que elegir lo que quería comunicar. Que la avalancha de conocimiento sin filtro impide dejar poso. Que es importante no hablar solo de arquitectura para explicar la arquitectura. Pero mi participación en el Territorio Comanche de Julia en la Onda me ayudaría a elegir. Al fin y al cabo estaba aprendiendo. La selección de los temas para el programa, junto a Julia Otero y Carmen Juan, con la ayuda de Núria Torreblanca, y el enfoque con el que me enseñaron a afrontar lo que contábamos en antena se unió a este consejo de Anatxu.
Mi voz ha tratado desde entonces estar orientada a explicar la arquitectura desde las consecuencias que tiene para las personas que la habitan. Estamos rodeados de arquitectura y podemos señalar cómo puede influir en la vida de la sociedad y de qué modo condiciona gran parte de nuestro día a día. La arquitectura tiene unas herramientas espaciales que generan el espacio en el que os movemos y que pueden explicarse con un lenguaje sencillo. Los edificios de los siglos XX y XXI tienen unas características distintas de la arquitectura tradicional, que vienen condicionadas por unas condiciones técnicas y sociales. Y también por unas circunstancias económicas que suelen obviarse. Una clase dirigente ha promovido un tipo de arquitectura para favorecer unos determinados intereses. Entender esa motivación puede ayudarnos a comprender nuestras ciudades y a trazar las estrategias que nos permitan mejorar su influencia sobre nuestra vida. Que pueda llegar a sectores de la sociedad que han quedado en un segundo plano, perjudicados por un modelo que suele resistirse a ser transformado.
Hay muchos temas que se surgen cada día, y la inmediatez de las redes sociales puede llevarnos a querer contarlos todos. Tengo la suerte de poder hablar de ellos en la radio, o desarrollarlos con más profundidad en textos para El Ministerio de CTXT, gracias al empuje de Gonzalo Torné. O en El Orden Mundial, en el que Blas Moreno vigila que cada fuente y dato estén verificados. Hay otras miradas más narrativas o más poéticas sobre la arquitectura. Pero trato de seguir aquel consejo, hablar de las razones profundas de la arquitectura. Sin aburrir, a ser posible.