Helicópteros negros
Conspiracy theory (1997) es una estupenda película que transita por la acción, el suspense, la comedia y la parodia casi hasta el extremo de convertirse en una spoof movie de sí misma, situándose en el límite de todos estos géneros para brindarnos dos horas de ese entretenimiento puro capaz de colarte cualquier mensaje después de bajarte la guardia. La película, en su ligereza, se convierte en un ejercicio de metacine que puede suscitar algunas reflexiones interesantes. Normal: Richard Donner tenía ese grado de virtuosismo que conseguía que todo pareciese fácil. Conspiracy theory cuenta la historia de Jerry Fletcher, un pirado interpretado por Mel Gibson que se pasa el día soltando teorías de la conspiración a troche y moche sin credibilidad ni sentido del ridículo alguno hasta que, cuando ya estamos convencidos que es un pobre diablo con serios problemas mentales, un giro de la película le da la razón y vemos que el mundo es exactamente como él lo describe.
Las teorías de la conspiración aparecen cuando vemos desde fuera instituciones (estados, corporaciones, universidades) grandes, poderosas y antiguas cuyos mecanismos de acceso y promoción son duros, herméticos y abstrusos y cuyo funcionamiento interno tiende a protegerse a sí mismo, blindando su funcionamiento contra viento, marea y cambios sociales tanto superficiales como de fondo.
El doctorado es, o era hasta hace poco, el grado máximo de conocimiento dentro de la academia. Su consecución es ardua, un proceso complejo que implica años de trabajo que culminan en una ceremonia de rito de paso sacada directamente del siglo XIV. No solemos saber demasiado sobre este proceso, ni sobre lo que implica a posteriori. Ni tan sólo (o menos todavía) cuando éste se refiere a nuestra propia profesión.
En este número hemos llamado a cuatro doctores en arquitectura para que nos respondan cuatro preguntas a su manera. Cuatro doctores a los que se les ha pedido que reflexionen sobre el proceso que les otorgó su título. Las preguntas propuestas son: ¿Por qué hiciste la tesis? ¿Qué te dio? ¿Qué expectativas tenías al terminarla y ahora, con una cierta perspectiva? ¿Qué opinión te merece el marco académico en el que la hiciste y el actual? La acumulación de respuestas basadas en experiencias personales dará un poco de luz en este proceso. Y así descubriremos que los helicópteros negros del título (y que protagonizan una de las mejores escenas de Conspiracy theory) son perfectamente legales, que su existencia es pública y que desde luego no forman parte de ninguna teoría de la conspiración.
Fermina Garrido nos brinda una reflexión sobre el sistema: de dónde venimos, hacia dónde deberíamos ir y lo que se ha movido por el camino para llegar al marco en que actualmente se redactan las tesis. Fermina escribe desde la perspectiva de haber leído la suya hace unos años.
Manuel Saga, en cambio, hace poco que terminó la suya. Su artículo, que también nos brinda una reflexión de fondo, es un poco más experiencial, y no se fija tanto en las tesis como en los doctores. Ya reza así su título.
Jelena Prokopljević, que también leyó hace años, nos ofrece su experiencia vista en perspectiva, y nos cuenta para qué le ha servido en su trabajo posterior.
Finalmente, Miguel Villegas-Ballesta, de Arquitextónica, otro doctorado reciente, también nos ofrece una visión experiencial. Su perspectiva temporal no es a partir de cuando leyó, sino de cuando empezó. Su título lo dice todo.
Estos cuatro artículos cruzados nos sitúan en este momento, cuando tantos arquitectos (casi todos los que quieran relacionarse con los estudios académicos, pongamos) están interesados en este proceso. Y ofrecen, en conjunto, notas de optimismo al tiempo que nos hablan de todo lo que queda por hacer.