Nombre que, como es demasiado común, ha sido olvidado.
Obviamente en otro país, en este caso la RDA.
Es decir, Marianne Evelyn Gabriel Faithfull, baronesa von Sacher-Masoch por línea materna, una de las más grandes cantantes del siglo XX curiosamente emparentada con Leopold von Sacher-Masoch que, como su propio nombre indica, es el señor que dio nombre al masoquismo. Su vida (la de Marianne, claro. Y la de Leopold, claro) da para muchas películas.
El coro en cuestión fue compuesto casi por casualidad por otra silenciada, Anita Pallenberg, que se dedicó a corear en broma todos los versos que iba cantando Jagger desde la cabina del ingeniero de grabación.
Si eso ya lo discutimos otro día.
Proyectos debería llamarse prollectos, y de esta burra no me bajo.
Esto, para otro día también. Si eso.
Definiciones resilientes
El Romanticismo ha hecho mucho daño. Lo que no quita la certeza de algunos de sus clichés, como aquel que reza que las obras maestras suelen tener gestaciones complicadas. Este es el caso (vaya si lo es) de El Maestro y Margarita, que Mikhail Bukgakov empieza a escribir sobre 1928. A su muerte, en 1940, todavía está corrigiendo un manuscrito a todas luces incompleto, que terminará su viuda, Elena Shilovskaya1, un año o dos más tarde. Luego topará con la censura y la versión completa de la novela no se publicará hasta 19672. El Maestro y Margarita es una obra de estas que cambia el modo de ver la vida a cualquiera que la lea. Una de estas personas fue Marianne Faithfull3 que, por fechas, debió de ser una de las primeras lectoras del libro, que quiso compartir inmediatamente con su novio. Éste también se la leyó del tirón y decidió que tenía que hacer algo con ella, así que se sacó la libretita y escribió del tirón una de las mejores canciones de toda la historia del rock. El maromo en cuestión se llama Mick Jagger. Su banda son los Rolling Stones. La adaptación musical de El Maestro y Margarita se llama Simpathy for the Devil, una canción cantada en primera persona por el diablo, que alardea de unos logros que van desde conseguir que Poncio Pilato se lavase las manos hasta el asesinato de los hermanos Kennedy, Jonh F. y Bob. Al resto del grupo la canción le gustó tanto que hasta prohibieron a Bill Wyman que tocase el bajo, que esta era una canción seria. La grabación, fiel al espíritu de la canción, se produjo en un marco tan caótico que nunca va a ser posible restituir sus créditos completos. Marianne Faithfull, eso sí, es una de las voces del coro loco4 ese que va haciendo wo, woo todo el rato. El resto es historia.
La traducción del título al castellano es muy divertida.
Mucha gente opta por llamar a la canción Simpatía por el Diablo. Una traducción más precisa sería Compasión por el Diablo. Pero en realidad no importa, porque hasta casi el siglo XX las palabras simpatía y compasión significaban exactamente lo mismo. Lo que, por otro lado, sigue pasando en inglés. No es extraño, pues, que, dada la dificultad de establecer un mínimo común significante de una palabra, no nos entendamos a veces. Demasiadas. Todo el rato.
Esto sucede también, y con particular fuerza, con la definición de Arquitecta, que en el acerbo popular significa persona que construye. La RAE, bastante menos rancia de lo que se le supone, la define como persona legalmente autorizada para ejercer la arquitectura5. Me gustaría fijarme un poco en este proceso de autorización legal que te legitima como arquitecta, es decir, en la carrera. Ésta suele primar proyectos6 como asignatura principal, lo que tiene dos derivadas: una, sobre el propio ejercicio de la arquitectura. Proyectos forma jefes de estudio, con el consiguiente trauma para todas los que no lo vamos a ser7. Esta asignatura tiene también otra derivada: la de preparar a las estudiantes para ejercer cualquier tipo de profesión que funcione por proyectos, que es algo sobre lo que salimos de la carrera con un máster.
El arte funciona por proyectos.
Para este número hemos llamado a cuatro arquitectas artistas, cuatro personas legalmente autorizadas para ejercer la arquitectura, profesión que algunas de ellas han ejercido o ejercen todavía, para que reflexionen sobre la relación entre su formación como arquitectas y el arte que han elegido para expresarse.
Empezamos, como no podría ser de otro modo después de esta introducción, con una música. Clàudia Cabero en su artículo nos habla de su experiencia, y hay que aprovechar estas líneas para recomendar sus discos Melic y Aorta. Y los que vendrán.
Leonor Martín es actriz. Su experiencia actoral es previa y simultánea a su formación como arquitectura. Luego cursó la carrera y ahora compagina las dos profesiones, presentando también Los Pilares del Tiempo, una serie sobre arquitectura. En su artículo reflexiona sobre la relación entre las dos vertientes de su profesión.
Raquel Buj es diseñadora de moda. Su arte está atravesado por la arquitectura, y esto es lo que nos explora en su artículo. Una visita a su web nos permitirá disfrutar de su trabajo, y ver que éste se expresa mediante proyectos. Raquel nos reflexiona sobre la relación entre sus obras y la arquitectura.
Finalmente, Alba Carballal es escritora. Mientras esperamos su segunda novela podéis leeros, si no lo habéis hecho ya, Tres maneras de inducir un coma (Seix Barral) la primera que escribió. Y su artículo, que nos relaciona la arquitectura con la escritura a través de la estructura.
Estos cuatro artículos glosan las relaciones de cuatro artes con la arquitectura. Entenderlas es comprender la profundidad de nuestra formación.
Nombre que, como es demasiado común, ha sido olvidado.
Obviamente en otro país, en este caso la RDA.
Es decir, Marianne Evelyn Gabriel Faithfull, baronesa von Sacher-Masoch por línea materna, una de las más grandes cantantes del siglo XX curiosamente emparentada con Leopold von Sacher-Masoch que, como su propio nombre indica, es el señor que dio nombre al masoquismo. Su vida (la de Marianne, claro. Y la de Leopold, claro) da para muchas películas.
El coro en cuestión fue compuesto casi por casualidad por otra silenciada, Anita Pallenberg, que se dedicó a corear en broma todos los versos que iba cantando Jagger desde la cabina del ingeniero de grabación.
Si eso ya lo discutimos otro día.
Proyectos debería llamarse prollectos, y de esta burra no me bajo.
Esto, para otro día también. Si eso.