Una lista de deseos

El Rolex Learning Center de SANAA. Foto: James Kirk

El crítico de arte de la New York Times magazine Jerry Saltz advertía hace poco a los artistas que sus obras tienen que hablar por ellas mismas y que los textos sólo son un apoyo. Que no se fíen demasiado de las cartelas. Sus afirmaciones me han recordado las memorias de algunos edificios recientes que he podido leer: sería muy recomendable que antes de escribir los periodistas y los críticos, sobre todo los que no somos arquitectos, pudiéramos pasar un tiempo en ellos. Sobre todo en en los bloques de viviendas innovadoras, para poder entender de primera mano las nuevas formas de habitar que proponen, experimentarlas y ver si nos convencen o no. De otro modo, algunas memorias suenan como una lista de deseos de sus autores, y parece poco claro que se puedan cumplir.

Las fotografías de los edificios recién acabados con las que muy a menudo trabajamos me parecen cada vez más abstractas.

En un periódico generalista los redactores de Cultura compartimos los temas de arquitectura con los de Economía y Sociedad. En casos como la burbuja inmobiliaria previo al estallido de la crisis de 2008 y los pufos urbanísticos, el sector salió bastante mal parado. A los arquitectos aún les cuelgan el San Benito de que no son muy de fiar porque está claro que sus propuestas serán extravagantes, de una utilidad dudosa, y sobre todo excesivamente caras.

Algunos arquitectos pueden tener un discurso excesivamente corporativo, son muy conscientes que los medios son un escaparate sus clientes. En cambio brillan cuando van más allá y dan su opinión sobre temas de índole social o económica relacionados con su oficio.

El gran público está interesado en la arquitectura, diría que más que en el arte contemporáneo. En este sentido, los festivales de arquitectura hacen una tarea divulgativa impresionante.

La pandemia del covid nos ha obligado a interesarnos más por la arquitectura de las residencias de mayores y la de los hospitales.

Las propuestas descabelladas son infalibles a la hora hacerse un hueco entre las noticias del día: una piscina transparente entre dos rascacielos, el nuevo rascacielos más alto en los Emiratos Árabes. También lo son los errores: el puente resbaladizo de Santiago Calatrava en Venecia. Y los otros desmanes de este arquitecto, como el trencadís mal adherido de la fachada del Palau de les Arts en Valencia y el Palacio de Congresos de Oviedo. Aún así, se impone la calidad a la hora de publicar.

El urbanismo táctico del Ajuntament de Barcelona de los últimos dos años y las Superilles son un filón para captar la atención de los lectores, tanto para los que están a favor como para los detractores. En la sección de Sociedad y también en la de Cultura.

También las rehabilitaciones: el incendio de Notre Dame volvió a poner sobre la mesa el debate, quizá obsoleto, entre las restauraciones miméticas y las críticas.

Prácticamente todos los arquitectos que he entrevistado a lo largo de más de doce años, jóvenes y veteranos, de aquí y de fuera; han sido generosos conmigo. Valió mucho la pena perseguir a Shigeru Ban para poder entrevistarle.