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La importancia de tener voz

Tener voz. Hoy escribo este texto planteándome el significado de estas palabras. Hasta hace tan solo unos momentos, este escrito que ahora lees apenas ha valido más que para ocupar algunos KB de almacenamiento de datos en un portátil agonizante que probablemente no sobreviva al verano. Sin embargo, su publicación me dará voz. Entonces su valor será otro y, cuando lo leas, ya no será “hoy” para nadie; será el pasado mes de junio de 2022.

Escribir en el presente para intentar transformar el futuro de la arquitectura es una tarea ardua. Y más que escribir per se, tener la oportunidad de publicar lo que has escrito y hacer llegar tus palabras. Los astros se han vuelto a alinear. Y “hoy” yo tengo esta oportunidad para reflexionar bajo un hilo conductor; cómo nos mostramos quienes trabajamos en la academia en arquitectura. La academia a la que la RAE define en su primera acepción como “sociedad científica, literaria o artística establecida con autoridad pública”1 —no importa cual sean las condiciones de trabajo y precariedad. Su tercera acepción es más interesante, quizás por su dimensión material: la academia es la “casa donde los académicos tienen sus juntas”2. Siguiendo el diccionario en lengua castellana, la “obra lexicográfica académica por excelencia”3, la academia tiene una dimensión espacial. Es, además, masculina. Por razones de origen histórico, también bebe de las imposiciones derivadas de las relaciones de dominación de la blanquitud, el colonialismo y el imperialismo que favorecen la acumulación del capital. La arquitectura ha sido, por siglos y hasta bien entrado el siglo XX, una disciplina reservada a las clases altas de la sociedad. Al igual que este texto, tiene una dimensión temporal. El tiempo pasado sigue afectando las desigualdades presentes y, en el proceso, determina los retos de futuro que tendremos que abordar.

En medicina, en el momento de tu graduación, debes hacer un juramento hipocrático. Este compromiso tiene un carácter ético que se extiende no sólo a tus colegas de profesión, sino también a tus pacientes. En la TU Delft en los Países Bajos, cuando alguien se doctora, en el momento de entregarte el título, siempre te recuerdan que tu doctorado “significa que la sociedad puede confiar en tu juicio, que actuarás con transparencia y comunicarás de forma independiente tus resultados y la relevancia social de tu trabajo.”4. Te recuerdan la responsabilidad del compromiso ético de mantener la integridad científica, así como la importancia de la investigación y la transferencia de conocimiento para el conjunto de la sociedad —más allá de la propia sociedad científica.

Sin embargo, en arquitectura tendemos a hablar para el resto del gremio. Este no es un hecho casual sino más bien una consecuencia de la pervivencia en el tiempo de antiguas formas de proceder gremiales transfiguradas en prácticas endogámicas. Quien decide los premios y quien escribe la crítica suelen ser personas que son colegas de profesión. Así construimos el prestigio. Así definimos lo que es considerado importante, y lo que no. Así se erigen determinados modelos a seguir en detrimento de otros. Escogemos los libros que debemos leer, y las obras que debemos conocer y visitar. Así seleccionamos qué contenidos deben ser publicados o formar parte del currículo de enseñanza. Quien tiene autoridad, qué es excelente, quienes son “los maestros”5. Qué debe tener voz.

Imagen: Martín Loureiro

El dirigirse a otro tipo de audiencias suele ser devaluado y tener menos rentas. Algunas veces se considera activismo. Otras, es incluso ridiculizado. Más aún si la crítica viene de personas o colectivos que, a pesar de habitar el lugar en el que se materializa una obra, no forman parte del club. A lo largo de estos años he escuchado como, en un gesto de tajante arrogancia, se tacha a estas personas de incultas o ignorantes. Así se silencia su voz. Las académicas —que todavía no somos todas las que debiéramos— conocemos bien estos dobles estándares de excelencia. Más los han sufrido quienes por siglos se han responsabilizado del trabajo-doméstico-no-contabilizado-como-empleo, que cada día padecen las graves carencias de los diseños de vivienda y urbanos realizados por personas que nunca se han tenido que preocupar por dicha cuestión. Desde los tiempos de la enseñanza de la arquitectura en las academias de Beaux Arts, arrastramos el ego del artista. Pero en la cultura de la construcción heroica, en un mundo de recursos finitos que refuerza prácticas extractivas que no garantizan el derecho a la vida de las especies en el planeta —incluida las futuras generaciones de la especie humana—, me temo que esto ya no nos ayudará. La importancia de tener voz.

Por:
María Novas Ferradás es arquitecta y doctoranda en Historia y Teoría de la Arquitectura de la Universidad de Sevilla, investigadora y docente invitada en la Chair History of Architecture and Urban Planning de la Universidad Técnica de Delft. Es arquitecta por la Universidade da Coruña, máster en Estudios Feministas (UJI) y en Regeneración Urbana (USC). Además de varios artículos académicos, recientemente ha autorado el libro Arquitectura y género: una introducción posible (Melusina, 2021). Ha sido ponente invitada en universidades de Argentina, Brasil, Reino Unido y España.

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