Los retos de nuestros tiempos
Antes de empezar la carrera, a eso de 2006, hablé con una arquitecta a la que aprecio, y me dijo algo que me quedó grabado: “vuestro gran reto será el de la sostenibilidad”. Durante los estudios me olvidé un poco de eso pero, al terminar, lo retomé en forma de pregunta. ¿Cuál es nuestro gran reto generacional? Me parece todavía una gran incógnita, a veces incluso abrumadora, pero a menudo le doy vueltas y acabo haciéndome otra pregunta: ¿Qué puedo aportar yo a este reto? Es evidente que esa arquitecta tenía parte de razón pero lo dijo sin tener en cuenta que, en 2007, año en el que empecé la carrera, habría una crisis que encadenaría con otras de magnitud inesperada. Y eso me lleva a responder a estas dos incógnitas con la pregunta: “¿qué proponen los arquitectos?”
Una crisis global nos lleva a propuestas globales donde el modelo de ciudad es fundamental. Como consecuencia de las crisis, proponemos una ciudad diseñada en base a la comodidad de sus ciudadanos, con proximidad al trabajo, a las escuelas, a los centros sanitarios (la famosa ciudad de los 15 minutos); una ciudad con espacios y edificios seguros, agradables, verdes y libres de ruido; una ciudad que cada vez más pueda autoabastecerse y, efectivamente, como apuntaba esa arquitecta, con soluciones adecuadas a la zona climática y a la orientación del lugar, con espacios flexibles, con materiales locales, reutilizables y con baja huella ecológica.
Todos esos son retos ambiciosos, son los retos de la gran escala. Pero, para los que nos encontramos en la pequeña escala, la del cliente que quiere una reforma de la casa que ha heredado de su abuela, del amigo que vive solo y quiere aprovechar al máximo su pequeño apartamento o de aquella familia que ahora podrá añadirle una casita a su jardín donde tener un estudio. ¿Podemos de esta forma dar respuesta a esos retos?
Sería lo más fácil y lo más obvio decir que no, pero de momento digo que sí. Lógicamente, los pequeños encargos tienen sus limitaciones y pueden generar frustración: presupuestos bajos, larga y excesiva normativa, caprichos personales, etc. Pero está la parte que me mantiene aquí, que es la voluntad de añadir mi grano de arena, ya sea ayudando a una familia a lograr su proyecto de vida, ya sea haciendo más fácil y cómoda la vida de una comunidad de vecinos, ya sea dando un trato de proximidad que mejore la reputación social de nuestro colectivo.
Esto se consigue siendo ambicioso y buscando la oportunidad en cada proyecto para dar respuesta a los retos mencionados, desde la pequeña escala: comodidad, seguridad, calidad espacial y material, sostenibilidad, flexibilidad, etc. ¿Y se da así respuesta a esos retos? La respuesta es que sí, aunque no siempre a todos o no en la magnitud deseada. ¿Tendrán el mismo impacto que la gran escala? La respuesta es que no; el impacto será menor, pero para esos clientes y para mí, sí, y ahí está su valor: mejorar y facilitar la vida del pequeño cliente será seguramente la norma para mucha gente de mi generación.
Estudié con unos referentes que hacían (y siguen haciendo) proyectos a gran escala que para mi sorpresa, no siempre dan respuesta a los grandes retos. Eso me lleva a mencionar la influencia del cambio de paradigma en los equipos de arquitectura. Veo en mi generación una capacidad de asociación y ayuda mutua que lleva a formar equipos más variados, flexibles y cambiantes. Eso nos da la posibilidad de proporcionar una respuesta más transversal y global, además de crear un ambiente distinto en el proyecto. Estoy contenta de ir incorporando nuevos referentes que, para mi sorpresa, parte de mi generación está creando.
La arquitecta de la que hablaba al principio, ahora casi jubilada, trabajó en aquella época donde todo estaba por construir. Ahora, con las crisis pasadas y las nuevas que se van incorporando, nuestros retos serán cambiantes, pero seguiremos buscándolos con ambición y desde la pequeña escala para dar una respuesta global.