Es evidente que a lo largo de la historia de la arquitectura, se ha habido profesionales que han realizado trabajos fuera de la edificación, pero dentro del conjunto global, podríamos decir que pocos.
Estos cambios en la docencia continúan, siempre es difícil no caer en la tentación de ajustar los planes de estudio al mercado, pues este es volátil.
En este sentido, podríamos poner como ejemplo los colectivos de arquitectura, y que aún perduran tales como Basurama, Zuloark, Recetas Urbanas entre otros muchos.
En mi caso me tocó disfrutar, del plan de estudios 1995 en la ETSAC, de 450 créditos repartidos en cinco curso de 90 créditos, donde la asignatura de proyectos tenía la mayor carga lectiva, seguida de construcción, estructuras e instalaciones.
La arquitectura como cualquier otro campo, ya no solo por su complejidad, evoluciona y por tanto se aprende día a día.
Las jornadas de JIDA contemplan tres grandes áreas de reflexión en torno a la formación de los futuros arquitectos y arquitectas, y son un ejemplo de innovación e investigación para la comunidad académica.
La propia arquitectura es un hecho colectivo donde intervienen diversos agentes. La idílica y nefasta idea del arquitecto que todo lo puede debería desterrarse para siempre, igual que la del arquitecto estrella. Ninguno de los sería capaz de “construir” nada sin los demás agentes intervinientes.
También a aquellos que desde su pequeño despacho dignifican la profesión, pues desde su espacios transmiten el valor de la arquitectura a la sociedad.
Deambular por la arquitectura ¿cómo lo hacemos?¿ cómo vemos la profesión?
La primera y más vieja de las cuestiones, qué es las arquitectura, y que a priori así lo está si nos atenemos a la RAE (y más aún en la LOE), la define y acota como el “arte de proyectar y construir edificios”. Hoy esta descripción se antoja escasa pero hasta no hace mucho tiempo era casi el campo1 en que se movían los arquitectos, incluso podríamos hasta fijar una fecha aproximada, 2008.
Esta fecha está gravada en la memoria de la sociedad, o al menos en una parte muy importante, como el inicio de unas de las crisis financieras globales más duras y que arrasó con muchas actividades profesionales, una de ellas la nuestra, y más en un país como España con “una economía basada en el ladrillo”. Este hecho supuso un punto de inflexión en la profesión, ya que llevó aparejado la escasez de trabajo y la revisión del modelo profesional. El primero hecho tuvo como consecuencia inmediata la emigración de una gran cantidad profesionales (y no solo de recién licenciados). El segundo implicó una revisión de la propia profesión, desde la docencia2 hasta el ejercicio de la misma, pasando por los COAs, las propias estructuras de los despachos traducionales, etc. a la vez que navegaba entre continuos golpes recibidos con la LSP, LPI, del CNMC, etc. Esta revisión sin duda no fue voluntaria, pero sí propició que re mirase otros modos de desarrollar la arquitectura, pues aunque sí existían claros ejemplos alternativos de ejercerla3 ,estos estaban relegados y se consideraban periféricas, pues no ocupaban espacio en medios ni tenían reconocimientos.
Con esta situación, y dependiendo de la situaciones personales los profesionales reorientaron sus actividad o bien abandonaron directamente la arquitectura o bien emplearon tiempo en reflexionar, explorar e incorporar aprendizajes de otras disciplinas o/y campos con el fin de ampliar las salidas profesionales. Hoy en día puedes encontrar listados de cientos de opciones donde la arquitectura está en el centro, pero esto que parece algo natural no ha sido siempre así ya que hasta no hace mucho (no en todos los casos) no se ha superado ese viejo anacronismo idealista que nos inculcaban durante la carrera4, donde todos tendríamos un estudio propio, deberíamos ser profesionales de reconocido prestigio y haríamos una “arquitectura” digna de ser publica en los mejores medios, etc. mientras que el resto eran arquitectos de segunda.
Esta necesidad (y obligación) de ampliar las miras está dotando a la arquitectura y a sus profesionales de una movilidad líquida que permite, gracias al conocimiento y la creatividad, cubrir nuevas de necesidades y/o demandas no solo de la propia sociedad a la que sirve, sino de los a profesiones que demanden sus servicios. Si lo realizamos una revisión histórica esto tampoco es una novedad ninguna innovación pues el rol del arquitecto/a ha variado con los cambios sociales, culturales, económicos y tecnológicos a lo largo de los siglos, y con ello la naturaleza del oficio. Esta forma de entender y desarrollar la profesión tiene como consecuencia una arquitectura más rica y plural, y quizás por el camino quitemos algunos pesados lastres y estigmas que nos limitan.
De la misma manera que la sociedad y las tecnologías evolucionan, la formación de los futuros profesionales debe hacerlo para para dar respuesta y estar en sintonía con estos nuevos cambios tanto en el oficio como en sus diversos papeles para consolidarse como una carrera necesaria más allá de la materialidad construida.
Por tanto parece razonable que una de las necesidades es exigir modificaciones y/o adaptaciones de los tradicionales modelos pedagógicos del aprendizaje de la arquitectura, donde el “maestros” transmite (el) su saber del oficio.
“Aprender arquitectura puede resultar una actividad fascinante y a la par extenuante”.
Al menos deberíamos plantearnos si el modelo es el más adecuado, por ejemplo, si el taller de proyectos tradicional perdura como núcleo de la enseñanza de la arquitectura que lleva implícito (porque históricamente se ha desarrollado así) el consecuente modelo aprendiz-maestro, otras que afectan a la figura del profesorado y su rol como “maestro, guía, acompañante, experto o asesor”. Cuestiones que se debaten5 ya en ciertos círculos como “¿Qué y cómo enseñas cuando enseñas arquitectura?“ y que hoy en día son fundamentales para mejorar la enseñanza.
Si de la premisa que la arquitectura es un proceso no lineal que además de depender de diversos agentes debe tener en cuenta múltiples factores, parece razonable que si se pretende avanzar, sea necesario estudiarla y analizarla desde diversos puntos de vista y de forma transversal cada uno de los elementos. Este camino complejo pues los resultados suelen verse a largo plazo, a veces, por motivos perversos, tiende a reducirse y simplificarse a “sacar profesionales que demande el mercado laboral”. Esto a mi modo de ver, es un error, pues el mercado o las necesidades pueden ser fluctuantes y por tanto se deberían formar profesionales completos7, y posteriormente que el desarrollo personal y las circunstancias de cada uno lleve al trabajo tradicional (y la especialización) o la “innovación”. Pues que pasará con esos profesionales especialistas si ya no son útiles al mercado, ¿tienen “herramientas” para acometer cambios?
Quizás el quid de la cuestión está en aumentar y no reducir los contenidos cada vez más, la transversalidad de la enseñanza6 y retomar algunos aspectos de los viejos planes como las “asignaturas de libre elección” donde el alumno pueda explorar otros campos, herramientas, inquietudes, etc. ¿por qué no? Un poco de introspección nunca es mala…
Por suerte o por desgracia,ahora mismo, lo cierto es que la mejora siempre es posible, tanto en los ámbitos más tradicionales como la docencia, la administración o el ejercicio libre, etc pero también debemos felicitar a aquellos compañeros de profesión que abren, recuperan y/o ponen en valor nuevos campos (o tomando decisiones políticas) pues son un ejemplo de las posibilidades que se nos muestran. Esta amplitud disciplinar,8 siempre estuvo ahí, simplemente debemos recordarlas y ponerlas de manifiesto, para desprendernos del tradicional despacho profesional. Esta transversalidad en los modelos de trabajos, es cada vez más evidente y una realidad, pues cada vez más es común que los encargos se desarrollen desde el trabajo cooperativo y participativo “en red” (esto ha crecido tras la pandemia), junto a profesionales de distintas índoles y “deslocalizados” del tradicional despacho profesional.
Hoy en día parece normal, encontrar arquitecto/as en diversos ámbitos tanto formando equipos de trabajo multidisciplinares7 e incluso fuera del propio ámbito de la arquitectura, en los medios prensa (tanto digital como tradicional), repensando aspectos propios vinculados al ejercicio tradicional, bien implantando mejoras del servicios, digitalizando, comisariados, presentadoras, políticos, críticos, editores, comunicando, dirigiendo empresas, etc. una pléyade de actividades que poco a poco ponen en valor el conjunto y el potencial de la arquitectura.
Este nuevo horizonte que tienen los futuros profesionales de arquitectura son sólo el inicio de un cambio, pues tal y como estas opciones han aparecido, posiblemente nacerán otras, por lo que no debemos estancarnos o quietos pues este periodo de crisis no se ha superado, y si algo ha demostrado que tiene la arquitectura y sus profesionales, es espacio y cobijo para todas las diversas formas de ejercerlas, pues en su origen está el hecho colectivo y por tanto los prismas serán infinitos.
Y como reza en el blog de un sabio como José Ramón Hernández Correa, “quien sólo sabe de arquitectura no sabe de nada, ni siquiera de arquitectura”, así que siempre con la mirada atenta pues la arquitectura es amplia, y esta debe ser reflejo de su tiempo, en todos los aspectos.
Es evidente que a lo largo de la historia de la arquitectura, se ha habido profesionales que han realizado trabajos fuera de la edificación, pero dentro del conjunto global, podríamos decir que pocos.
Estos cambios en la docencia continúan, siempre es difícil no caer en la tentación de ajustar los planes de estudio al mercado, pues este es volátil.
En este sentido, podríamos poner como ejemplo los colectivos de arquitectura, y que aún perduran tales como Basurama, Zuloark, Recetas Urbanas entre otros muchos.
En mi caso me tocó disfrutar, del plan de estudios 1995 en la ETSAC, de 450 créditos repartidos en cinco curso de 90 créditos, donde la asignatura de proyectos tenía la mayor carga lectiva, seguida de construcción, estructuras e instalaciones.
La arquitectura como cualquier otro campo, ya no solo por su complejidad, evoluciona y por tanto se aprende día a día.
Las jornadas de JIDA contemplan tres grandes áreas de reflexión en torno a la formación de los futuros arquitectos y arquitectas, y son un ejemplo de innovación e investigación para la comunidad académica.
La propia arquitectura es un hecho colectivo donde intervienen diversos agentes. La idílica y nefasta idea del arquitecto que todo lo puede debería desterrarse para siempre, igual que la del arquitecto estrella. Ninguno de los sería capaz de “construir” nada sin los demás agentes intervinientes.
También a aquellos que desde su pequeño despacho dignifican la profesión, pues desde su espacios transmiten el valor de la arquitectura a la sociedad.