El Museo Guggenheim de Bilbao cumple 25 años

Allá por 1991, Thomas Krens, director de la Fundación Solomon R. Guggenheim decidió buscar en Europa un nuevo emplazamiento para localizar uno de sus museos. La fundación artística creada en 1937 para la promoción del arte moderno, ya contaba entonces con edificios reconocidos como el de Frank Lloyd Wright junto a Central Park en Nueva York.

Fue entonces cuando el presidente de la Comunidad autónoma vasca, ciudad portuaria en declive, con fábricas y astilleros resignados al cierre, decide aprovechar la oportunidad e invitar a Krens y Frank Gehry para mostrarles la Alhóndiga de Bilbao, con vistas a su transformación para albergar las exposiciones. Sin embargo, los americanos deciden que, en caso de ubicar el museo en Bilbao, este debe ser un edificio de nueva planta.

Algunos cuentan que, el área finalmente destinada a dicho encargo, fue una revelación de Krens mientras hacía jogging junto a la Ría, revelación tras la cual se lanzó un concurso internacional que finalmente ganaría el propio Gehry, con un proyecto que, aunque con un espíritu similar al construido, cambiaría mucho en su desarrollo.

El resultado, un museo que desdibuja los límites entre escultura y arquitectura.

«La arquitectura es un componente escultórico, pero también un icono emblemático que se ha usado en tantas ciudades como herramienta de atracción turística y de revitalización urbana.» Luis Fernández-Galiano.

En El Museo Guggenheim de Bilbao: arquitectura y espectáculo ¹ Luis realiza una retrospectiva de Gehry desde que se vio reconocido por la ampliación de su propia vivienda, a los 49 años, pasando por la primera obra en España ², el gran pez junto a las torres de la Villa Olímpica, donde comenzó a implementar CATIA, software de la industria aeronáutica.

Es inevitable para la comprensión del proyecto, remontarse sin embargo más allá, y es por ello que el catedrático recorre la línea del tiempo a través de diferentes corrientes: el expresionismo de la Ópera de Sidney, otro icono que se convirtió en símbolo, no solo de la ciudad, sino de Australia, el deconstructivismo y la atracción por el caos, y los volúmenes o ‘bultos’ inspirados en la naturaleza como el Kunsthaus de Graz de Peter Cook.

Fruto de estos antecedentes nace finalmente el Museo Guggenheim de Bilbao que hoy conocemos, una escultura expresionista que se convierte en el icono responsable del denominado ‘efecto Bilbao’, fenómeno que transforma una ciudad industrial decadente en un atractivo cultural. Con unas formas caóticas deconstructivistas, se modela el cuerpo ondulante de la flor o el pez, según la perspectiva y ojos que lo vean, una arquitectura que brota como la naturaleza, pero con pétalos o escamas de titanio.

El documental de Julien Donada ³ subraya la importancia del material, que según Gehry, permitía reflejar la luz que caracteriza la ciudad de Bilbao y se hizo posible, gracias a la bajada del precio de este metal apreciado, de baja densidad y gran dureza. El otro material ya existente: el agua. El río que forma parte de la obra, a la que se accede a través de un puente de hormigón que sobrevuela una superficie de agua, parece acariciar la fachada.

En este documental, se definen pormenorizadamente los espacios interiores, también plásticos, explicando su iluminación con predominancia de la artificial, por cuestiones funcionales y en él se describen los ascensores como elementos que se esconden tras escamas de cristal, aludiendo a la imagen del pez en movimiento.

Un movimiento, que también se encuentra en su exterior y que se inscribe en el propio baile de la ciudad de Bilbao.

Con su construcción, el museo del canadiense puso en duda el papel del arquitecto estrella y el presupuesto destinado a la intervención, aunque tras su inauguración en 1997, la crítica lo acogió como un acierto tanto por parte del proyectista como de los políticos bilbaínos que habían apostado por ello.

Se demostró entonces que la arquitectura puede convertirse en una fábrica de sueños.

Noticia relacionada:

Frank Gehry, 25 años después del Guggenheim: “Desde el principio sentí que los vascos me respetaban” , por Daniel García López. Publicado en El País (Mayo 2022).

Marina Sánchez Guzmán, redactora Fundación Arquia.

Graduada por la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Málaga y arquitecta por la Escuela de la Universidad Politécnica de Valencia. Ganadora de la beca Arquia en gestión cultural en la Fundación Arquia, gestiona y desarrolla el programa cultural arquia/filmoteca y es redactora de contenidos para el Blog de la Fundación Arquia desde enero de 2022.