Jeremy Till, Architecture Depends. Cambridge, Massachusetts & London, England: The MIT Press, 2009.
Hacer arquitectura, enseñar arquitectura II
Siguiendo con la voluntad de compartir cuestionamientos, dudas, y tal vez alguna certeza sobre mi (nuestro) papel como enseñantes de arquitectura me quiero remitir a las afirmaciones que realiza Jeremy Till en el inicio de su sugerente libro Architecture Depends 1.
Según él la formación para ejercer la arquitectura sufre de un histórico y endémico sistema de maltrato o auto maltrato, de una patología sadomasoquista, derivada de la escuela de cánones del Beaux Arts, no superada, sino suplantada por nuevos cánones. En definitiva, el seguimiento ciego al maestro, a quien hay que parecerse, igualar al “dios”.
Todas las personas que estamos en la universidad asistimos o hemos oído experiencias de enseñantes que confunden autoritarismo con el respeto, el miedo con el reconocimiento y el trabajo abstracto y sin medida con el aprender. Se sigue pensando que el paso por la universidad, y por la vida, son necesariamente sufrimiento, la tortura del no descanso y los días sin vida malentendidos como rigor, sufrir para aprender (el desgraciado lema de que: “la letra con sangre entra”, está demasiado presente).
Estas formas son los mecanismos utilizados para entrar a formar parte de la élite, de ese grupo significado y auto-validante que sí sabe que es arquitectura, que genera la arquitectura desde una caja negra, aislada del mundo, viendo la vida desde las alturas. En su texto, Jeremy Till nos dices que esa mirada desde arriba no es una casualidad ni una banalidad sino que permite transformar la realidad desde la distancia y, por lo tanto, transformada en una abstracción “…las voces de las personas se pierden, simplemente observamos su funcionamiento. Los edificios son reducidos a formas, las calles a flujos de tráfico. Los ruidos son medidos, no sentidos. Las formas son clasificadas por tipos, no disfrutadas sensorialmente…”
Saber enseñar, es una vocación y también un aprendizaje, no todas las personas quieren o pueden ser enseñantes, requiere evidentemente conocimiento sobre los temas, pero aún más importante requiere empatía, saber transmitir el conocimiento y la ilusión por lo que sabemos y hacemos; y evidentemente prácticas con fines pedagógicos que no consisten en un seguimiento a ciegas o clónico del “maestro”. Necesitamos ser implicarnos empáticamente, entender las diversidades de personalidades, intereses, capacidades que hay en las aulas y talleres, que pueden hacer de la universidad un espacio de experiencias riquísimas.
La arquitectura no es solo proyectos, no es solo tecnología, no es solo representación, no es solo nada, sino que es una amplia red entretejida de conocimientos, saberes y vivencias. En el desarrollo de una profesión poliédrica cada nodo de la red es importante, no hay un papel ni una especialidad ni una capacidad más importante. Si es importante la capacidad de relacionar, de organizar, de hacer preguntas que nos permitan buscar las respuestas adecuadas a cada situación. Y sobre todo es importante dar respuestas a las variables de la realidad, de ahí la importancia del “depends” de Till, quien refiriéndose a Reyner Banham, nos recuerda su preocupación por la pérdida de oportunidades de la arquitectura, si ésta responde desde un código estético privilegiado y secreto.
La arquitectura formada desde esas condiciones negativas se hace ajena a las realidades, a la humanidad, tanto de las personas a las que tiene que servir como de quienes la ejercen. Hace pocas semanas Izaskun Chinchilla, desde la aplicación encarnada de que lo personal es político, se preguntaba, cómo poder alcanzar desde el trabajo académico una vida personal, familiar y laboral más sana y equilibrada. Siendo para ella fundamental que se fomente desde las universidades otra cultura del trabajo, que evite la sobreexplotación, el estrés y el no descanso como valores positivos. De cómo desde el trabajo académico se puede guiar en la búsqueda de buenas decisiones que no lleven a la autodestrucción.
Siguiendo con Till, esos maltratos, esos desprecios, son parte del proceso fundacional para ser parte de una hermandad elitista que se configura como profesión desde las escuelas de arquitectura. Sufrir, ser vulnerable, ser nada… todas experiencias que configuran los rituales de paso, y que si has sufrido lo suficiente, te permite formar parte de algo especial, exclusivo, ajeno a la realidad del resto de la humanidad.
Jeremy Till, Architecture Depends. Cambridge, Massachusetts & London, England: The MIT Press, 2009.