El excepcional catálogo de Architecture without architects puede descargarse legalmente y libremente de la web del MOMA AQUÍ
Arquitectura con arquitectos
Hace pocos días tuve que confrontarme con algunas de las historias de la arquitectura más determinantes del siglo XX, de Benevolo a Frampton, Norberg-Schulz o Gideion, aunque no escribiese exactamente eso. Todas ellas tienen algo importante en común: No son historias de la arquitectura. Son historias de los arquitectos. De algunos arquitectos escogidos con criterios de profecía autocumplida: se habla de ellos porque son importantes y son importantes porque se habla de ellos. Estos gestos repetidos han dejado más arquitectura fuera que dentro de los tratados. Y es que llamar arquitectura a las historias de la arquitectura es como llamar coche a un tornillo. Los coches tienen tornillos, pero definitivamente un tornillo no es un coche.
Paralelamente, en 1964-5 se exhibió en el MOMA Architecture without architects1, una exposición que vaya que sí hablaba de arquitectura. Pero a qué precio: imágenes de arquitectura vernácula sin contexto y, sobre todo, sin autor. Bernard Rudofsky, su comisario, no hizo otra cosa que montar las bases para que los autores de arquitectura, el único público que realmente le interesaba, fuesen a pescar, a saquear, recursos expresivos y tipológicos a caraperro, sin ningún tipo de rubor ni vergüenza, legitimados por el título de la exposición, que os paso por la traductora: eh, tíos, esto está virgen. ¿Quién lo quiere?
En este contexto, la concesión del Premio Pritzker a Diebedó Francis Keré, arquitecto natural de Burkina Faso, país que aloja lo más interesante e intenso de su producción (y aquello que le ha dado el premio) es una muy buena noticia por dos razones: Keré explora ramas de la arquitectura que habían quedado, que siguen quedando, al margen de las historias oficiales de la arquitectura, y lo hace con la naturalidad de quien las tienen tan integradas que no necesita pensar en ellas. Y (segunda razón) lo hace desde la arquitectura de autor. Porque eso es lo que es Keré: un autor. Premiar a arquitectos como Keré es un fenómeno que empieza a estar en boga, como lo demuestra el excelente estado de forma de aquello que condescendientemente se ha dado a llamar como arquitecturas periféricas. Hay varios arquitectos periféricos más en la rampa de salida para el Pritzker. Que Keré sea un autor es importante porque le da toda la capacidad propositiva, teórica, polémica, todas las virtudes y defectos de cualquiera trabajando con códigos nuevos para las historias de la arquitectura y ancestrales para las historias a secas, las grandes olvidadas de todas estas maniobras políticas y de promoción. Keré es el elefante en la habitación, y ya no puede dejar de verse. Ni nosotros ni ese pobre arquitecto que empieza a ser un chiste, Chipperfield-Murakami que, en su elegante y conmovedora felicitación demostró su clase y su generosidad. Y eso también es una victoria.
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