Aprender de lo trascendente orillando lo superficial
Alberto Campo Baeza
Premio Nacional de Arquitectura.
¿Cómo se siente al haber recibido el Nobel de literatura? “No lo sé, aún no he escrito sobre ello”. Eso dicen que respondió el escritor canadiense Saul Bellow a la pregunta de un periodista tras recibir el galardón en 1976.
¡Qué difícil es descubrir trascendencia entre tanta trivialidad, encontrar profundidad en el mar de superficialidad e inmediatez de las redes sociales! Hay algunos ejercicios que ayudan a esto.
Escribir sobre algo obliga a seleccionar y ordenar las ideas y nos permite conectar con los sentimientos más profundos. Es una de las primeras tareas que se utiliza en psicología para analizar el pensamiento. Por ese motivo, cada año pedimos como tarea a los alumnos de primero que escriban su discurso de recepción del Pritzker. Es un ejercicio introspectivo que desvela lo que busca cada uno, y permite analizarlo y ordenarlo con calma. A partir de ahí empieza un trabajo muy interesante de descubrir objetivos sanos y separarlos de los banales y vanidosos.
Resulta Igualmente educativo escribir la laudatio de alguien a quien se admira, como si fueran las palabras que precederían a un gran homenaje. Es necesario entender por qué esta persona merece el reconocimiento, y buscar palabras perennes a la altura de su legado. El ejercicio obliga a entender y ordenar cuáles son sus méritos fundamentales, aquellos imperecederos que soportarán incólumes el paso del tiempo y que servirán de lección a las generaciones por venir.
Un tercer ejercicio muy transformador que se utiliza en coaching para conectar con la misión personal consiste en hacer una visualización del propio funeral, imaginar quien está allí, tratando de escuchar lo que esas personas piensan y se dicen entre ellas. No se trata de un morboso ejercicio de cotilleo, sino de percibir el impacto que hemos tenido en cada una de esas vidas. Entender a quién hemos hecho bien, y de qué manera nuestra vida ha servido a los que nos rodean, con el fin de reconducir o intensificar nuestros esfuerzos vitales en lo que merezca la pena.
Los tres ejercicios nos permiten conectarnos con aspectos trascendentales del oficio y de la vida. Lo que deseamos hacer de ella luchando cada día, lo que nos impacta y moldea de aquellos que reconocemos y admiramos, y el legado que nos gustaría dejar a quienes nos rodean. Tres modos de entender que la vida no es un juego de azar sin consecuencias, sino más bien parte de una historia colectiva con pleno sentido en la que estamos invitados a una aventura única y trascendente. La vida y la Arquitectura tienen esa vocación de perdurar en la memoria cuando proveen un bien relevante para los demás.
En el programa de televisión “Cuando ya no esté” del periodista Iñaki Gabilondo se entrevista a personajes relevantes del panorama internacional, y se les enfrenta a esas preguntas trascendentes de calado profundo que miran hacia el futuro, tratando de enfocarse en lo que de verdad importa desde el presente. El capítulo dedicado a Norman Foster1 comienza con la cita de Einstein: “Lo importante es no dejar nunca de hacer preguntas. No perder jamás la bendita curiosidad”. En él se pone de manifiesto que lo verdaderamente relevante no es figurar, sino servir, y que la creatividad que se espera de la Arquitectura hoy en día no es la que produce forzadas formas exuberantes nunca vistas, sino la que sabe entender el presente y resolver eficaz, honesta y bellamente sus problemas de futuro.
La ceremonia de entrega del Premio Nacional de Arquitectura 2020 a Alberto Campo Baeza2 (merece la pena verla) tuvo brillantes ejemplos de estos ejercicios de trascendencia y además permitió hacer una interesante lectura sociológica.
Trascendente fue el lugar sabiamente escogido. El enclave: la ciudad más antigua de España, la isla de Cádiz, en tiempos la segunda más poblada del imperio Romano. El escenario, el Oratorio barroco oval de San Felipe Neri. Construido en 1688 y reconstruido casi un siglo después, tras los desperfectos del Terremoto de Lisboa de 1755 y posterior tsunami que lo arruinó. Un ejemplo de superación para nuestros tiempos convulsos. Lugar emblemático por ser la sede de las Cortes (asamblea nacional) que redactaron y firmaron la primera Constitución española en 1812. Cuidad y edificio que ya se han hecho un hueco en la historia. Los organizadores no lo sabían, pero en ese lugar escogido el niño Campo Baeza fue al colegio con los marianistas e hizo su primera comunión, siempre con esa Inmaculada Concepción de Murillo presidiendo todos estos actos solemnes.
Trascendentes y oportunos también fueron los laudatios que se escucharon. Las palabras de introducción de Iñaqui Carnicero, director general de Arquitectura y Agenda Urbana, pese a representar al ámbito institucional y político, fueron un bello alegato del discípulo que reconoce la herencia de su maestro, y cómo su magisterio y su modo generoso de ejercerlo durante más de 30 años, dieron forma no solo a su persona, sino a tantos que hemos tenido la suerte de seguir su estela y crecer en ella. Tomás Carranza, jefe del área de formación y cultura del Colegio Oficial de Arquitectos de Cádiz hizo un acertado y poético recorrido por la obra del arquitecto, dibujando con palabras e imágenes un sucinto retrato de la belleza arquitectónica que durante años ha perseguido denodadamente Alberto. Y la ministra de Transportes Movilidad y Agenda Urbana Raquel Sánchez supo destacar con acierto su papel de humanista espiritual, intelectual escritor independiente que gusta de la meditación, la buena música, pintura y literatura (como las Meditaciones de Marco Aurelio que colecciona), que no caducan y que nos ayudan a trascender. Tres laudatios, tres ámbitos: maestro, arquitecto y humanista espiritual, que regados con esfuerzo y talento han hecho de Alberto un indiscutible referente internacional con hueco propio en la memoria.
Campo Baeza, cuyas palabras clave ya habían sido recogidas en un video previo a modo de contemporáneos “#hashtags” (belleza, razón, tiempo, poesía, música y luz) dedicó su pensamiento a su ciudad adoptiva, Cádiz, al escenario arquitectónico y artístico que acogía el acto, a sus padres junto a quienes dijo que descansaría algún día, y a algunos de los maestros que lo arropaban en esta ocasión: Murillo, T.S Eliot, o Goya, de quien compartió el “aun aprendo” de madurez, para terminar con un sentido “Gracias, gracias, gracias”. Reverencia al pasado que le ha permitido ser quien es, dar gracias del presente y a los presentes y saber cuál es nuestro destino.
En la entrega del premio había un lleno absoluto, unas 200 personas, y eso que Cádiz está lejos de Madrid, era un jueves laborable previo a un puente y el aforo era limitado. Lo que se respiraba en el ambiente, casi más que admiración, era agradecimiento y afecto al homenajeado. Parecía que cada silla acogía una bella historia de cercanía y generosidad que merecía la pena ser escuchada para tener un completo retrato coral. Ese mismo día las redes se llenaron de fotos y enlaces de la efeméride, todos ellos destilaban el mismo agradecimiento y admiración. Pocos lo sabrán, pero Alberto dedicó los dos días posteriores a agradecer personalmente uno por uno la asistencia a todos los presentes en el acto. Elegancia sin fin.
En el artículo ¿Para qué vale una medalla de oro de Arquitectura? se trataba de explicar que, al contrario de lo que ocurre en el deporte, en el arte los méritos son intangibles, y por ello difícilmente medibles, objetivables y comparables, pero no por ello son menores ni menos necesarios. El empirismo de la ciencia no nos permite ver el universo y trascendencia que el arte nos desvela y que, queda a veces recogido en la obra premiada de algunos, muy pocos, “maestros esféricos” que se miren por donde se miren son un buen ejemplo para seguir.
De nuevo Gracias y felicidades maestro.
Y si queremos saber más sobre el pensamiento del maestro, os animamos a visitar el siguiente vídeo.
Aprender quiere decir informarnos de algo, conocer. Para que un conocimiento sea válido es necesario que haya sido probado primero por la experiencia. Hoy en día nos limitamos a estudiarnos algo para adquirir la máxima nota, sin dejar que los conocimientos pasen por nuestra mente. La experiencia es la base del conocimiento, por tanto sería preciso y recomendable viajar, leer, investigar… pero la sociedad de hoy en día tiene ´´pereza mental´´ aun eligiendo el tema sobre el que nos gustaría saber más nos da pereza leer, conocer…
El mérito casi nunca es singular ya que depende de las interrelaciones sociales, de la familia, el ambiente… toda retribución de la que yo soy beneficiario, por mérito, debe ser vinculada a la contribución que aporto a una sociedad que es la que verdaderamente nos da las oportunidades.
Por otro lado, me gustaría mencionar como Michel Cole afirma como la inteligencia y el mérito están vinculados, y sin una sociedad de oportunidades el mérito no puede desplegarse.
Creo conveniente que debemos de informarnos a fondo sobre personas que han marcado un antes y un después en nuestras vidas porque constituyen experiencia y sabiduría a nuestras vidas.
¿Porque queremos aprender? Muchas veces uno desea pasar por el proceso de aprendizaje lo antes posible para adquirir un conocimiento que le servirá en el futuro para materializar sus ambiciones, el problema de esto es que es un futuro indefinido, ¿Que pasa si al final el resultado no es el esperado o no estamos satisfechos con él? Hemos desperdiciado un tiempo inestimable en un viaje que no solo no lo hemos disfrutado sino que además no ha cumplido con nuestras expectativas.
Para conocer de verdad hay que aprender a aprender y un mundo tan abstracto como el arte, donde la opinión juega un papel muy importante y sobretodo las críticas de los grandes maestros, no se puede confiar en que unicamente cumpliendo el programa educativo vayas a poder formar parte de esos maestros. Hay que salir de la burbuja y adentrarse en lo desconocido, plasmarlo en un papel y preguntar a los que nos encontremos en el camino y solo así podremos decir que sabemos.
En la arquitectura, algunos ejemplos muy convenientes son las 5 preguntas de Miguel Fisac (Qué, Quien, Dónde, Cómo, “No sé qué”), una buena forma de mirar a través de sus ojos y observar lo que se tiene delante o los cuadernos de Norman Foster que nos relatan la forma de pensar de un maestro y como estos hay infinitos referentes en todos los ámbitos que nos preparan para nuestro futuro.
Es imprescindible admirarlos y agradecerles que nos acompañen en nuestro viaje y disfrutar del trayecto para que algún dia puedas compararte de igual a igual con aquellos que te han brindado la oportunidad de aprender.