Si estamos en situación de escoger, ejercemos la arquitectura en función de la respuesta que damos a la pregunta de qué es la arquitectura.
Sea cual sea esta respuesta, Oriol Bohigas lo hizo.
Este treinta de noviembre ha muerto a los casi noventa y seis años de edad. Ha sido el último en hacerlo de los tres fundadores de su estudio. Su legado conjunto, el de él con Josep Maria Martorell y David Mackay, ha pasado a la historia. Es tiempo de visiones en perspectiva.
El interés de Bohigas fue pivotando a lo largo de toda su carrera desde la arquitectura convencionalmente entendida (y ejercida) a una arquitectura entendida en un sentido tan amplio que se salió de ella misma para ampliar su significado y su alcance. Lo que hizo siguió siendo arquitectura. Se ha argumentado algunas veces lo limitado de su talento. Y se ha hecho sin darse cuenta que entre últimos cincuenta y primeros sesenta ya había hecho lo suficiente como para ganarse un lugar en los libros, a base de edificios de un racionalismo sin concesiones, sucio, adaptado a manos de obra no especializadas y presupuestos limitados, sin renunciar nunca ni a la expresividad ni a la ambición en sus planteamientos. Luego amplió intereses: la ciudad, la organización del territorio. El paisaje. Hasta conseguir crear su mejor obra: abrir Barcelona al mar. Las armas: la gestión. La política. El compromiso con la civilidad.
Porque Bohigas fue un hombre comprometido. Con la resistencia democrática primero. Con la construcción del paisaje democrático después, de una ciudad que permitiese ejercer esta forma de gobierno de una forma plena y madura. Bohigas actuó siempre como un ciudadano. Y como ciudadano inquieto podemos entender sus actividades paralelas, su activismo, su tarea al frente de la Fundació Miró y del Ateneo. Su labor editorial. Sus escritos, incluso, de tal valor que ya habrían bastado para que trascendiese.
Ha muerto el que fue, junto con Puig i Cadafalch, el arquitecto catalán más complejo y completo del siglo XX, que amplió los límites de la profesión. Que la tornó comprometida e implicada. Democrática. Humana. Ese es su legado.
Gracias, maestro. DEP.