La tecnología de bloques distribuida empieza a ser común en muchos campos de nuestra sociedad. La arquitectura no es ajena a este desarrollo.
El ser humano gusta de poder narrar y contar las cosas que ve y vive. Para ello, identificamos los periodos de nuestra historia por aquellas tendencias que entendemos las definen. Tradicionalmente en arquitectura, fueron los estilos preminentes o novedosos del momento. Tras la muerte de los estilos y el triunfo de la arquitectura funcional recurrimos a nuevas definiciones relacionados bien con la técnica o con el proceso de proyecto: BIM como metodología que presupone una calidad del proyecto y la obra, sostenibilidad como concepto más trasversal y global; hoy ya escuchamos el término perspectiva de género como posicionamiento social del proyectista y/o promotor.
De esta guisa, cada día es más frecuente ver el vocablo Blockchain -del inglés, bloque en cadena– aplicado a más campos de la sociedad, arquitectura incluida. Aunque les suene un tanto extraño, la tecnología de bloques ofrece numerosas oportunidades a diseñadores y arquitectos.
En este punto es conveniente advertir que, al igual que portar el hábito no hace el monje, el emplear los vocablos no tiene por qué definir la esencia profunda de un proceso (fíjense si no en la cantidad de edificios leed platinum que conforman la ciudad de Las Vegas, probablemente el ejemplo de arquitectura menos sostenible posible). De la misma forma, y como bien señalan Brijuni Arquitectos1 en este mismo blog, la tecnología no hace nada por sí sola.
Si hablamos de la tecnología de bloques, conviene saber que no es una novedad; se trata de una tecnología creada ya en los años 90 y se aplicada en los mercados financieros a través de las llamadas criptomonedas desde el año 2009. Este 2021 ha sido la explosión de los NFT en el mundo del diseño (les recomiendo la lectura de este otro breve artículo “¿Quién teme al token feroz?”). Su desarrollo está siendo fascinante, implementa la transparencia en procesos automatizados y aún existen muchas puertas que puede abrir esta tecnología que la UE considera disruptiva. También nuestro entorno profesional: en el mercado inmobiliario como garantía automatizada de la propiedad o el muy reciente el anuncio del Colegio de Aparejadores que va a usar el Blockchain como sistema de visado son ejemplos de ello.
La pregunta es ¿tendría sentido que los COAs implementaran un visado (perdón por el palabro) “blockcheinizado”? Sin entrar en detalles, cambiar la tecnología existente de visado digital por la de Blockchain no es en sí ni bueno ni malo; una ventaja es que los bloques permiten automatizar el uso de identidades digitales, pero la eficacia del visado la da el que es realizado por un COA, no una tecnología determinada. Pudiera ser que se ganara rapidez o que fuese algo más barato, pero quizás sería a base de desmontar los sistemas digitales existentes.
Una forma inteligente de implementar los bloques en el visado es la posibilidad de crear un registro profesional complementario al mismo. Un libro del proyecto con el registro de todos los profesionales implicados antes y después del proyecto, visen o no; la precuela del libro del edificio si me lo permiten decirlo así. Los títulos de crédito aplicados a cada proyecto, de forma automatizada, accesible y económica tendría ventajas para la profesión en general (impulsaría la transparencia, evitaría duplicidades documentales y ayudaría a impedir malas praxis en las colaboraciones en estudios y empresas, por ejemplo) y para los colegios profesionales, pues integraría no solo a los profesionales que visan, sino también a sus colaboradores.
Ya ven, nos encontramos en los albores de una nueva era tecnológica, pendiente aún de encontrar un nombre y, casi casi, usos adecuados. ¿Cuáles se les ocurren a ustedes?