
Central térmica de Soto de Ribera y las viviendas del poblado de Ribera de Arriba de Ignacio Álvarez Castelao en primer plano. Fotografía Carolina Castañeda, 2021.
Dice un conocido proverbio chino que el aleteo de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo, incidiendo en las consecuencias que pueden generar determinadas acciones por pequeñas que sean. La decisión de transformar, conservar o destruir elementos de nuestro entorno tiene, de la misma forma, implicaciones en nuestra sociedad en el enriquecimiento cultural con la preservación del paisaje o la creación de espacios de dinamización económica en territorios en degradación. Estos aspectos se observan con el tratamiento del patrimonio de la energía en el actual contexto de transición energética, en el que el cierre de aquellas plantas fabriles basadas en los combustibles fósiles plantea un nuevo reto en su consideración como vestigio paisajístico y cultural 1. Sin embargo, como ocurre con muchos bienes pertenecientes al patrimonio industrial, la dificultad de planteamientos ante su escala y especificidad, o la simple estigmatización e incomprensión, condenan a estos complejos al olvido y eventual desaparición.
No en vano, la aprobación en 2019 del Marco Estratégico de Energía y Clima2 y el consecuente cambio de modelo energético incrementa la vulnerabilidad en la conservación de muchos de estos elementos relacionados con los modos de producción energética tradicional, motivo por el que instituciones especializadas se están volcando en el reconocimiento y visibilización de los mismos. En nuestro territorio TICCIH-España, INCUNA o el Aula G+I_PAI de la Universidad Politécnica de Madrid son algunos de los espacios de estudio, investigación y difusión cuyos últimos encuentros se han ocupado de este patrimonio específico 3. Sin olvidar que, en este contexto de recuperación y valorización patrimonial cabe dirigir la mirada a diversos proyectos arquitectónicos de interés formulados en el presente siglo con diverso grado de desarrollo, como la rehabilitación de la Central Térmica de la MSP en Ponferrada por Toni Vilanova e Impulso 4 o el proyecto para la Central Térmica de Alcudia de Esperanza Marrodán, junto a la contestación social a la agresión contra algunos bienes como la Central Térmica de Andorra en Teruel o las 3 Xemeneies representativas de la de Sant Adrià del Besòs.
No obstante, las dinámicas de nuestro tiempo están generando un proceso en cierta forma parecido al precedente, tanto en la reivindicación del patrimonio como en la generación de futuros bienes culturales industriales. En este sentido, cabe no olvidar las consecuencias del camino hacia un desarrollo sostenible a través de nuevas tecnologías. Por ejemplo, mientras que las diversas aplicaciones de las baterías de litio recargables permiten a las sociedades desarrolladas emplear sistemas que contribuyen a reducir su huella de carbono en cumplimiento de los acuerdos internacionales, en algún lugar del planeta la actividad extractiva del mineral genera nuevamente un importante impacto en su entorno.
Las consecuencias de la acción humana en el paisaje proporcionan una lectura de la industria del pasado como patrimonio cultural reutilizable del tiempo presente. De la misma forma, las construcciones en las que se sustancian las actividades contemporáneas podrán ser objeto -o no- de valorización en un futuro cada vez más próximo. Desde la óptica del patrimonio industrial constituyen valiosos recursos que preservan la memoria de un lugar y reconcilian estos bienes con la sociedad convirtiéndose en elementos de cohesión y desarrollo sostenible a través de nuevos usos. Pero desde la coyuntura económica y tecnológica que, en principio, les da sentido son parte del problema original. Un nuevo aleteo que, quizás, se sienta en otra parte del mundo.