
Imagen del cartel de la película “Hoy Empieza Todo”. Tavernier elige una calle, las casas de ladrillo al fondo, el bordillo como banco improvisado, para hablarnos de su película.
“[…] me viene a la memoria aquella época de mi vida en que vivía la arquitectura sin reflexionar sobre ella.”
Peter Zumthor
Todas hemos oído contar -o lo hemos vivido de primera mano- esa anécdota en la que el primer día de clase del primer curso de arquitectura, el profesor comienza diciendo “ya son ustedes arquitectos, solo les falta el título”.
Si yo hubiera oído esta frase como estudiante (no recuerdo que fuera el caso) hubiera fruncido el ceño y mirado con suspicacia y serias dudas a mi alrededor. Incluso en cursos superiores, me hubieran asaltado los recelos sobre la verosimilitud de esa afirmación.
Ahora, al otro lado de la mesa -o pantalla, en estos tiempos COVID- no me atrevería a pronunciarla ante lxs estudiantes. Quizá con ánimo de motivar, pero creo que ni eso. Y, de atreverme, ¿qué caras pondrían ellas y ellos? ¿se lo creerían o recelarían como yo en su lugar?
Señalaba hace un tiempo en un tuit Rodrigo Almonacid la falta de interés percibida en muchos estudiantes de arquitectura. Es una sensación que comparto y que suscribiría casi en cualquier ocasión. Pero no en este post. Aquí quiero pensar que quizá el desinterés es solo desorientación, pues la mayoría no solo se enrolan en la carrera sin saber bien por qué, sino, sobre todo, sin saber para qué. Y eso me lleva de nuevo a la pregunta que encabeza esta reflexión: ¿Solo los ya arquitectos deben estudiar arquitectura? o, siendo más realistas, ¿Solo las que quieren llegar a ser arquitectas deben estudiar arquitectura? ¿Cuándo se empieza a ser o a querer ser?
Más allá de las buenas intenciones de la frase del primer día, casi nadie llega a la carrera de arquitectura sabiendo realmente qué hace un/a arquitecto/a (no digamos sabiendo qué es la arquitectura -esto daría para miles de posts). Salvo que se cuente en la familia o entorno cercano con alguien que se dedique a ello, la idea general dibuja un arquetipo de hombre/mujer elegante y bien parecido armado de un tubo portaplanos, protegido por un casco y dando órdenes a una hueste de obreros que construyen sus -los de él o ella- sueños. (Si tienen dudas sobre este estereotipo, prueben a teclear “arquitecto/a” en Google y observen las imágenes.)
Para muy pocos el comienzo estará en ese primer día, quizá ni siquiera en el primer año. Se suceden las asignaturas y pocas veces se entiende la conexión entre el dibujo de un desnudo y los edificios que se quiere construir, o entre esa maqueta de varillas de madera y la vivienda que tu familiar ya te ha prometido que le proyectarás.
Pero, si se es constante, en algún momento todo encajará y cobrará sentido. Y, entonces, quizá nos demos cuenta de que, en realidad, todo comenzó mucho antes. En las casas de nuestra infancia, la propia y las ajenas, la de las vacaciones. Quizá en un parque o una plaza donde jugábamos, la calle que recorríamos para ir al colegio… Todo ese bagaje oculto que hemos atesorado con los años aflorará, y, de alguna extraña manera, hará cierta esa afirmación de que ya éramos arquitectas, pero aún no nos había dado cuenta de ello.