Repensar (se) como arquitecto

Por Anatzu Zabalbeascoa desde el Blog Del Tirador a la Ciudad en El País (Febrero 2021)

 

Arturo Franco asegura que se ha quitado el traje de arquitecto. Ha recopilado notas sobre arquitectura y recuerdos en un breve libro que él mismo define como las “confesiones de un vago constante que avanza retrocediendo”. ¿Son esos artículos desprejuiciados? ¿En qué consiste mirar sin prejuicios?

 

Josep Llinás empieza muchas veces sus conferencias hablando de un error que, durante décadas, le quitó el sueño y le hizo sentir culpable. Lo perpetró en cuanto pudo, es decir, en su primer proyecto: la casa que les construyó a sus padres en la playa de Sa Tuna de Begur, muy cerca de Barcelona. En aquella vivienda había muchos aciertos: el edificio se cerraba a la calle abriéndose al jardín. Ocupaba solo una décima parte del solar y estaba rematada por una elegante pérgola que se extendía para convertir el porche en un comedor. Pero… Llinás quería lo mejor para su primer edificio (¿o para construir su reputación?) y cometió un error: quiso acercarse más al Mies van der Rohe que había admirado que al Mediterráneo que conocía y no había sabido (todavía) ver. Por eso empleó un gran paño de vidrio que caldeaba inclementemente la casa durante el verano y la enfriaba en invierno. Años más tarde, convertido en un arquitecto maduro, se responsabilizó de su error. Y no solo lo admitió. Lo subsanó.

 

También Arturo Franco —que casi podría ser hijo de Llinás— explica en el libro Sin prejuicios (Fundación Arquia, 2020) varios de los errores que ha cometido como arquitecto.

 

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