Y cuidar a quien cuida, es el desafío de las ciudades y la arquitectura actuales., tenemos que abordarlas transformando prioridades y valores, y la buena noticia es que lo estamos haciendo.
La idea de valorar los cuidados o los trabajos reproductivos, antes llamados domésticos, viene de las aproximaciones de la economía feminista que desde los años 70 comenzó a cuestionar la consideración de generación de valor asociada únicamente a la producción y al intercambio monetario. Las tareas invisibles de los cuidados son imprescindibles1.
Para poder valorarlos, además del pensamiento de la teoría crítica de la economía citados y las aportaciones de Silvia Federici2. son importantes dos conceptos elaborados desde el ecofeminismo: la ecodependencia y la interdependencia, tal como lo explican entre otras Alicia Puleo y Yayo Herrero.
Ecodependientes porque como seres vivos no podemos vivir ajenos a nuestro entorno, y aunque la tecnología nos haya permitido crecer desmesuradamente sin límites aparentes, es un camino que no ha ido bien. Debemos replantearnos nuestro estar en el mundo, y ello pasa por reconsiderar nuestra relación con la naturaleza. Por ello, las ciudades tienen que limitar sus crecimientos, fomentar la movilidad activa y sostenible, reintroducir y recuperar la naturaleza viva en ellas, y transformar los modelos de consumo.
E interdependientes, porque lejos de la gran falacia neoliberal de que los éxitos y logros son mejores cuanto más autónoma e independiente es una persona, el ser humano es, por constitución, dependiente. Necesitamos cuidados físicos y afectivos toda la vida, y ello nos hace interdependientes.
La pandemia nos ha traído, mucho dolor; pero, también oportunidades para repensarnos, y repensar nuestros entornos.
En primer lugar, debemos reconocer que lo que no ha podido parar en estos meses han sido precisamente los cuidados, sean estos colectivos (las personas que trabajan en salud, quienes han limpiado nuestras calles, quienes nos han provisto de alimentos y quienes nos han transportado) o familiares y personales. Por lo tanto, esta revelación nos puede ayudar a revalorar el lugar que le damos en nuestras ciudades y edificios, ¿cómo incorporamos los cuidados en nuestros programas y proyectos?
Desde el feminismo y la aplicación de la perspectiva de género, así como desde prácticas participativas botton-up, se lleva tiempo trabajando en ello, criterios, indicadores y prácticas que nos son útiles para afrontar una nueva y necesaria etapa.
Pensar las ciudades para transformarlas desde la cotidianeidad diversa, pero a la vez enfocada en las mujeres que por su rol de género asignado son quienes mayoritariamente cuidan y han cuidado nuestras casas y nuestras ciudades. La ciudad del futuro está aquí, y es a través de las mejoras corrientes de la vida diaria, que la haremos inclusiva y saludable. Contamos con experiencias y conocimientos para ello.
Hace unos días, el 27 de enero, presentaba Blanca Valdivia su tesis doctoral: “La ciudad cuidadora. Calidad de vida urbana desde una perspectiva feminista” que estudia como los cuidados son condicionados por entornos físicos, capacidades propias y roles sociales, afianzando con este trabajo sus propias investigaciones y la práctica cooperativa del Col·lectiu Punt 6:
Es fundamental cambiar la concepción tradicional que ha ubicado los cuidados en el ámbito privado, responsabilizando casi exclusivamente a la mujer de su desarrollo y acentuar que, en un marco de justicia social, los cuidados tienen que desarrollarse desde la corresponsabilidad social y colectiva. Este cambio solo es posible si se da una transformación radical de las prioridades y los cuidados comienzan a ocupar un lugar central en nuestra sociedad y no un lugar marginal como hasta ahora.3
Esta tesis, junto con la que en 2014 defendió Adriana Ciocoletto, constituyen dos herramientas imprescindibles para comprender los indicadores de la vida cotidiana y los cuidados para lograr ciudades más saludables, inclusivas y justas.
También, vemos como la idea de los cuidados atraviesa la práctica arquitectónica, Izaskun Chinchilla utiliza estas ideas para su práctica arquitectónica tal como explica en su reciente libro “La ciudad de los cuidados”.
Una de los ejemplos de colocar la vida y los cuidados en el centro son las prácticas de un urbanismo progresivo, que recupera espacios de los vehículos para transformarlos en espacios de la vida, el paseo, el juego y el encuentro.
Estas prácticas nacidas de iniciativas ciudadanas se han visto impulsadas por diferentes gobiernos municipales, como la ciudad de Pontevedra o las superilles de Barcelona.
Y encuentran en la red ciudades que caminan un foro de impulso, conocimiento y debate para fortalecer las prácticas de ganar la ciudad para las personas.
Tenemos que poner la vida en el centro. Para ello tenemos que favorecer espacios públicos, transportes, viviendas y equipamientos que nos cuiden, permitan cuidar, ser cuidados. Poner la vida de las personas en el centro.