´La mesa fiel
sostiene
sueño y vida,
titánico cuadrúpedo´
Con estas palabras Pablo Neruda elogiaba a esa fiel compañera, la mesa, que ha acompañado a la humanidad en su vida y en sus avances.
Ahora más que nunca, en este año 2020, ha sido ella la que estoicamente ha generado el soporte de nuestra vida cotidiana que con innata flexibilidad ha interpretado su mejor papel. Humilde, silenciosa, fuerte.
¿Pero qué podemos esperar de ella a partir de ahora? ¿Qué hemos aprendido de todo esto?
En una sociedad que vive en la frágil línea de la inestabilidad, habitando la constante disyuntiva entre un mundo en colapso o una nueva vida, solo la creatividad se manifiesta como la única vía. Y es aquí donde los objetos cumplen un invisible papel fundamental.
No se pretende entender la creatividad únicamente como ejercicio de aspiración artística o estética, sino como la capacidad convergente – divergente de contemplar todas las posibles soluciones. También creatividad en la vida, y por ello, creatividad en los espacios que habitamos. Clasificar un espacio por su uso es difícil sin apoyarse en los objetos o muebles que dispone; para sentarse, para cocinar, para dormir, para asearse….
¿Pero dónde se encuentran los muebles para la creatividad? ¿En qué lugar y momento de la vida adulta hemos dejado de crear? ¿de creer?
Objetos que adquieran un nuevo papel, que te invitan inconscientemente a la entrega hacia los quehaceres cotidianos, que te ayudan a fluir y centrarte y que dialoguen humildemente a través de su simplicidad con los espacios que los contengan. Y es que su forma, proporción, altura respecto al asiento, posición en el espacio o material, condiciona completamente la manera de usarse, cambiando así, la forma en la que desarrollamos nuestras vidas.
Originalmente el hogar, el fuego, fue el centro de la casa, pero pronto llegaría el turno de la mesa y sus variantes híbridos. Los japoneses lo llaman kotatsu, una mesa con una fuente de calor en su interior que queda atrapado por una tela gruesa que lo cubre. Como lo es nuestra mesa con brasero, el escó catalán, un banco frente al fuego que a veces posee una mesa abatible en su respaldo, o la mesa-cocina de leña gallega. Que más allá de ser una fuente de calor, se trata de una celebración de lo comunal. Un lugar de encuentro donde las personas que lo habitan tradicionalmente han desarrollado sus vidas entorno a tal virtuoso artefacto.
Beauties playing Cat’s Cradle. Autor. Suzuki Harunobu. Museo Nacional de Tokyo. C.1765/66
Entender la mesa como el centro de la vida doméstica, creativa, productiva: la mesa de pensar, la mesa de leer, de tele-trabajar, de escribir, de dibujar, de debate. Un plano horizontal elevado que se ofrece disponible a ser usado. Pero no solo para crear y producir sino para compartir, para reflexionar, o sencillamente, para estar…
Sin embargo, frente a la tendencia individualista de la sociedad actual, las casas se están quedando sin referentes colectivos. El ejercicio de compartir y crear se está diluyendo a favor del consumo aislado. Los espacios que componen nuestra vivienda están perdiendo los usos que los determinaban, ahora estos están tomando un papel más ambiguo e impreciso y, frente a esta indeterminación, los objetos se están convirtiendo en los diseñadores del espacio y de las relaciones sociales que ocurren en él.
La pérdida de los usos del espacio doméstico nos lleva a dejar de definirlos por los nombres que se les han asignado hasta el momento, ‘el espacio de comer, el espacio de dormir y el espacio de trabajar’, se están perdiendo. Pero, por el contrario, se le está devolviendo el valor a los objetos y las situaciones que estos generan.
Así que, tal vez, se debería pensar en… ¡el espacio de la mesa compartida! y tratarlo como un espacio sin definición, dinámico, donde sus usuarios fluyen en una vida cambiante e inesperada. Y dónde la mesa infinita creativa estará siempre ahí, esperando a ser compartida y a que se le devuelva el protagonismo que hasta ahora había sido olvidado…
Autores:
Rubén Mejías (Simeón Studio) (Madrid, España, 1988) es arquitecto por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (ETSAM-UPM). Participa en el X Workshop Internacional de Arquitectura y Paisaje 2017 de RCR Arquitectes. Tras ello, entra a formar parte del estudio de Olot, colaborando en diversos proyectos. Entre los años 2019 – 2020 colabora en el Taller de Arquitectura de Ricardo Bofill en varios proyectos en Lisboa que toman como referencia los proyectos utópicos de agregación modular desarrollados por el taller en los años 60. En el año 2020 forma parte del equipo docente del Workshop de Arquitectura y Paisaje de RCR. Actualmente desarrolla el Taller SIMEÓN donde explora la relación de las personas y los espacios a través de los objetos.
Montserrat Lamela (Cáceres, España, 1996) es arquitecta graduada en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Sevilla (ETSAS-UPS) y titulada en la Universitat Politècnica de Catalunya (ETSAV-UPC) tras completar un año de intercambio en la Escuelta de Arquitectura de Madrid (ETSAM-UPM). Ha trabajado en diversos estudios en las diferentes ciudades. Tras finalizar sus estudios, consiguió la beca arquia y, actualmente, desarrolla su trabajo en la propia Fundación.
Desde el 2020, es alumna del grado de Psicología en la (UNED).