Autor: Carlos Muriel
Debemos aceptar que la manera en que vivimos y trabajamos ha cambiado para siempre debido a la pandemia.
Si la pandemia hubiese sucedido hace tan solo 15 años, no nos estaríamos enfrentado a una crisis económica global y brutal como la de ahora, si no que estaríamos ante el fin de la civilización tal y como la conocemos. El desarrollo de la tecnología en el ámbito doméstico y profesional nos ha salvado de un colapso total a nivel mundial. La manera en la que utilizamos la tecnología va a ser la clave para entender nuestro futuro.
Centrándonos en las oficinas, la pregunta que los profesionales nos estamos haciendo es cómo los espacios necesitan evolucionar para adaptarse a una nueva manera de trabajar, seguramente híbrida. Nos encontramos al comienzo de una revolución similar a la experimentada por el sector educativo, que está dejando atrás la herencia victoriana para explorar espacios que incentiven la creatividad, colaboración y desarrollo. Lo mismo va a ocurrir con los espacios de trabajo.
Ya no va a tener sentido desplazarse a una oficina todos los días para hacer trabajo individual, porque esto se puede hacer desde casa, una cafetería o la biblioteca municipal. No será necesario que las oficinas sean espacios asépticos con largas hileras de mesas con ordenadores para cada trabajador. Sin embargo, ir a la oficina será muy necesario por un motivo principal: Colaborar en equipo.1 Hablo de espacios flexibles, con tecnología plug-and-play, donde los equipos de trabajo puedan encontrarse y poner en común lo que han desarrollado de manera individual. Está ampliamente documentando que las actividades en grupo aceleran la innovación y la creación. Estas serán sesiones organizadas para dinamizar procesos y después dividirse para seguir con las actividades individuales que se pueden hacer de manera remota.2
Para ello la tecnología es clave. Por ejemplo, deberemos diseñar espacios híbridos donde se puedan tener reuniones de trabajo sin fronteras, con personas que estén físicamente en la sala y otras que estén conectando virtualmente desde otras localizaciones.
Esta nueva manera de trabajar, mucho más ágil, influirá positivamente a empresas, trabajadores y ciudades.
A las empresas, porque al desaparecer las barreras físicas, se podrá trabajar en cualquier lugar del mundo y tener reuniones con clientes y partners sin tener que desplazarse. También porque al no ser necesario desplazarse a una oficina central todos los días, se podrá buscar talento en cualquier rincón del planeta, con lo que las empresas podrán ser más competitivas.
Para los trabajadores, porque ganarán en calidad de vida. En las grandes ciudades de Europa se emplea una media de 84 minutos al día en desplazarse al lugar de trabajo. No tener que hacer esto todos los días significa no solo un ahorro económico, sino también ganar tiempo personal. Los trabajadores no necesitarán vivir cerca de las oficinas, si no que podrán ampliar mucho más el radio, yendo a lugares más convenientes por razones familiares o económicas.
Respecto a las ciudades, menos desplazamientos diarios significará menos contaminación y menos espacio para los coches y más para las personas. Significará una recuperación del comercio local. También una revitalización de las zonas financieras de las ciudades, donde se introducirán más usos mixtos y viviendas, evitando el efecto “Ghost Town Centre” nocturno que se ha extendido por todas las grandes ciudades, heredado de las metrópolis norteamericanas.
Debemos abrazar el cambio. Como diseñadores, tenemos un nuevo mundo ante nosotros que podemos/debemos transformar. Ahí está la oportunidad.
Autor: Carlos Muriel. Arquitecto y Director Asociado en Atkins Global en Londres. Dos pasiones: las personas y la arquitectura. Por ese orden