Respuesta de Jaques Herzog a David Chiperfield, imagen propia
“Un tiro en el pie”. Así ha calificado la crítica más sesuda la sincera y descarnada correspondencia hecha pública entre David Chiperfield y Jaques Herzog. En ella el arquitecto inglés le preguntaba a su colega sobre qué pueden hacer los arquitectos ante el cambio climático, ante las desigualdades sociales, y ante la actual pandemia cuando incluso la clase política tienen un comportamiento vergonzante. La respuesta del suizo ha sido de una claridad meridiana: “nada”1. “¿O es que conoces algún momento en la historia de la arquitectura donde el arquitecto haya contribuido a resolver los temas cruciales de la sociedad?”…
Los arquitectos, continúa el suizo, vivieron siempre gracias a recibir encargos de los poderosos y buscan sistemáticamente la fama porque eso les reporta más trabajo. La ecuación es sencilla y aunque sospechosa de lo peor, parece que no ha cambiado mucho a lo largo de los tiempos. Aunque si la realidad de la arquitectura es tan cruda y amoral como la plantea Herzog parece que algo debiera ser cambiado.
¿Se trata de un mero y momentáneo ataque de sinceridad? Aun así, continúa, en ese pobre terreno de juego hay leves oportunidades de mejora: en regímenes totalitarios, como por ejemplo le ha sucedido a él mismo en China con su pabellón olímpico, cabe hacer propuestas donde haya resquicios para que la gente pueda usar el espacio de un modo más “democrático”… ¿Lo dice en serio? ¿Es eso todo?
Para muchos el tono de latente hipocresía resulta inaguantable. Seguramente no lo sea para aquellas firmas sumergidas en la cruda vida diaria de los grandes encargos de arquitectura. Su “esto es lo que hay” tiene pocas réplicas posibles. Sin embargo, una de las más convincentes llega por parte del mundo académico americano, por medio de una simple metáfora: “Las listas de los sueldos [que trabajaron para construir la Casa Blanca] de mayo de 1795, enumeran a cinco personas esclavizadas, Tom, Peter, Ben, Harry y Daniel. Cuatro de los cuales eran propiedad del arquitecto de la Casa Blanca, James Hoban. Daniel era propiedad del asistente de Hoban, Pierce Purcell”2. Es decir, ¿debe confiarse en la creciente concienciación del futuro para resolver las desigualdades del presente? ¿Basta con esperar? ¿Está lo mejor que tienen las actuales sociedades cimentado sobre injusticias irreparables?
Con todo, seguramente hay otras respuestas posibles a las cuestiones planteadas por Chiperfield. Incluso si no se quiere recurrir a la más candorosamente disciplinar de ellas, es decir, si no se quiere aludir a que esta profesión puede convocar con su trabajo a la belleza, (con todo el poder transformador que ello tiene), al menos y con su comportamiento y obras, el arquitecto debería ser “ejemplar”. En el mejor y más profundo sentido que tiene hoy esta palabra3.
Entre las pútridas aguas estancadas de esa arquitectura incapaz de responder a nada, en los términos de práctica inacción en los que lo formula Herzog, la ejemplaridad aun es el primero (¿y único?) de los ejercicios políticos posibles para el arquitecto. La ejemplaridad es, de hecho, la única acción de carácter verdaderamente radiante que puede quedarle por hacer. Ejemplaridad presupuestaria, formal, de recursos y de suelo. Como diría el filósofo Javier Gomá, una ejemplaridad individual hecha hoy más pública que nunca.
Si el arquitecto no puede tomar partido político de modo eficaz, si renuncia a la romántica producción de lo trascendente, y hasta a la sombra de todo papel heroico, aun ejercido gracias a su influencia social por su mera relación con el poder, cuanto menos cabría esperar de él una “oferta de sentido”. Es decir, la posibilidad de trasformar a los otros con el propio comportamiento. Miles de aprendices de arquitecto, cuanto menos, esperan esa ejemplaridad de las figuras que estudian entre las paredes de un aula.
Enciendo el ordenador esta mañana y me encuentro con este fragmento de una correspondencia epistolar entre David Chiperfield y Jaques Herzog, dos de los arquitectos supuestamente referentes para el resto de los profesionales de la Arquitectura. Cuando leo la respuesta que el señor Herzog da a las candentes cuestiones que el señor Chiperfield plantea, se me revuelven las tripas. ¿NADA? ¿la respuesta es NADA, señor Herzog? Indignado, leo el acertado texto de Santiago de Molina que me reconcilia con la actitud que se supone debe tener un arquitecto para con la sociedad a la que se debe y que se le supone a toda figura referente en el mundo de la Arquitectura: EJEMPLARIDAD.
Sr. Herzog, ¿Qué es para usted la función social de la Arquitectura? ¿Qué la Arquitectura? Sus éxitos profesionales, sin duda fruto de una innegable capacidad intelectual, técnica y artística, dejan de ser referentes profesionales con su respuesta, realizada desde su torre de marfil construida, sin duda, con los honorarios y relaciones proporcionados por su trabajo y que los demás profesionales no obtendríamos ni en 100 vidas. Claro que, para usted, gran parte del resto de arquitectos y arquitectas no somos tales, ya que no recibimos encargos de los poderosos, los únicos que deben obtener arquitectura como contraprestación.
¡VERGÜENZA, ASCO Y VÓMITO! Eso he sentido al leer su propuesta de actuación de los arquitectos ante los problemas con los que se enfrenta hoy nuestra sociedad. Y desde mi trabajo con clientes de muy limitados recursos económicos o con comunidades de vecinos que soportan condiciones habitacionales inaceptables; desde la pelea con endeudadas administraciones para conseguir subvenciones con las que financiar mejoras de habitabilidad, de accesibilidad y de confort de los ciudadanos más necesitados; desde los esfuerzos para recuperar y construir inmuebles que permitan equipamientos sociales para los barrios o para mantener aquellos edificios que son la memoria histórica de una comunidad, en definitiva, desde la actividad cotidiana de tantos profesionales de la Arquitectura hoy, siendo el más mediocre de los arquitectos, me siento mejor profesional que usted.
Gracias Santiago por este post en este preciso momento, en el que miles y miles de ciudadanos se enfrentan a la Pandemia viviendo en infraviviendas, y me refiero a España.
Si l os arquitectos NO tenemos nada que hacer, mejor dediquemonos a otras cosas ¿no?
Saludos.
Chema.
Jacques, me gustabas más cuando eras director de la ETSAC
Creo que se debería leer la carta completa que por cierto viene en las notas, ya que no sólo se reduce a un «nada» como en este ensayo se malinterpreta, precisamente sobre la pandemia Herzog menciona que se evidenció la importancia de construir viviendas con iluminación natural, terrazas y vistas agradables, cuestiones básicas en la arquitectura pero que se han dejado de lado. Y así hace mención de varios puntos relevantes y no se queda en un nada simple y llano.