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Miren León

Demoler o no demoler, esa es la cuestión

Demolición de Robin Hood Gardens. Fotografía via twitter @saverobinhood

Cuando Shakespeare se planteó su famosa cuestión, la arquitectura renacentista estaba en auge al reinterpretar el arte clásico e innovar en técnicas constructivas y materiales, lo que ha permitido que prodigios arquitectónicos como la Cúpula del Duomo de Florencia hayan cumplido recientemente 600 años desde el inicio de su construcción. Brunelleschi era un genio, pero no pensó que su cúpula duraría tanto, y mucho menos en qué pasaría con ella una vez llegase el fin de su vida útil. De momento sigue en pie, pero ¿qué pasará con ella cuando llegue ese momento?

 

Como ya expliqué hace varios posts, el impacto de los residuos de construcción es brutal: el 37% de los residuos recogidos en Europa en 2016 procedía de la construcción. Esto viene provocado por un modelo lineal que, a pesar del reciente auge de la rehabilitación, tenemos tendencia a mantener: construir edificios nuevos, usarlos y demolerlos, o bien porque están deteriorados, porque no son adaptables a nuevos usos, porque su comportamiento energético, o porque simplemente el suelo tiene un gran valor y no es rentable rehabilitarlos.

 

Sin embargo, este modelo produce más residuos y emisiones de los que el planeta puede tolerar y no parece que vaya a cambiar a corto plazo. Seguimos construyendo nuevos edificios aun sabiendo que casi el 90% del parque edificatorio que necesitaremos para el 2050 está ya en pie  y que muchos inmuebles están vacíos y sin uso. Además, el 60% de los edificios de oficinas en Europa ya no se utilizaba antes de la pandemia, por lo que teniendo en cuenta las circunstancias sanitarias actuales y el aumento del  teletrabajo es probable que no se necesiten en un futuro.

 

Entonces, ¿por qué seguimos demoliendo y construyendo?

 

Una razón es el mal comportamiento energético de los edificios antiguos, para los que la rehabilitación, en muchas ocasiones, no es rentable. No obstante, construir bajo estándares energéticos como el Passivehaus puede llegar a ser contraproducente. Es cierto que solucionaremos el problema energético, pero probablemente incrementaremos también las emisiones de CO2. ¿Por qué? Porque no habremos tenido en cuenta el carbono incorporado. Frecuentemente se utilizan materiales con un alto coste energético de producción y aunque se reducen las emisiones operacionales, se aumenta la polución al no tener en cuenta todo el ciclo de vida del edificio. Por lo tanto, ¿Qué debe prevalecer? ¿El aspecto energético? ¿La viabilidad económica? ¿Las emisiones? Está claro que deberíamos tener todos los aspectos en cuenta, y no centrarnos solo en el económico.

 

Demoler parece la opción más viable en edificios muy deteriorados o cuya morfología no se corresponde con el uso buscado, pero existen opciones como los estudios de adaptación, que pueden encontrar usos compatibles y al mismo tiempo regenerar por completo un área urbana, como es el caso del realizado para el Shiedeblock en Ámsterdam.  Además, en estos casos también ayudaría que las instituciones favoreciesen económicamente la rehabilitación, como buscan en el Reino Unido para evitar las demoliciones.

 

Aun así, el principal problema son los residuos. Recientemente el CSCAE junto con el Consejo General de la Arquitectura Técnica en España han publicado una guía con el objetivo mejorar la gestión de los residuos para poder reciclarlos más. Pero hay que ir más allá y pensar en no crearlos en el futuro. Para ello, debemos diseñar nuestros edificios como bancos de materiales, en los que todos los componentes son fácilmente desmontables, recuperables y trazables con el pasaporte de materiales. De este modo se pueden reutilizar en otras construcciones, como en Villa Welpeloo, cuyos componentes se encontraron a través de Oogstkaart, un mercado online de materiales de construcción de segunda mano.

 

No obstante, aún queda mucho camino por recorrer en este aspecto, y quizá deberíamos empezar a pensar ya en otra cuestión vital: “¿Lineal o circular?”.

 

 

Por:
Arquitecta especializada en diseño sostenible, eficiencia energética y accesibilidad. Actualmente envuelta en los entresijos de la economía circular, pero también rodeada de diseño gráfico y web, fotografía y de mucho mundo. Combinando todo con ganas e ilusión para buscar nuevos retos profesionales. Como decía Einstein, no tengo ningún talento especial, solamente soy apasionadamente curiosa.

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