Fotografía propocionada por el autor
En cierta ocasión, se me pidió que eligiera mi edificio favorito y escribiera sobre él.1 No creo que nadie pueda afirmar que uno lo sea con la rotundidad que sugiere la sección. En aquel momento no pude hacer nada excepto pensar en cuál era el edificio del que quería hablar. Aún así, pensé que quería escribir sobre la Torre Velasca de BBPR en Milán.
No voy a describir el edificio ya que ni siquiera lo he visitado. Lo he visto desde la cubierta del Duomo; no están muy lejos el uno del otro; y lo he llegado a conocer (en el papel, como es suficiente para Miranda al contrario que para Zevi) en profundidad por su polémica presentación en el CIAM XI de Oterloo de 1959 y la discusión con la entonces facción juvenil e incómoda del Team X, que tachó el edificio que Ernesto Nathan Rogers había presentado de historicista y anti-moderno.2
Antes, la revista francesa, L’Architecture d’aujourd’hui había publicado un artículo en 1958 titulado “Casabella… Casus Belli?”, donde sostenía que la torre traicionaba los valores del movimiento moderno y reflejaba el aprecio italiano por la “fealdad, la inflamación barroca, la exageración, la falsa originalidad e incluso lo bizarro”. La revista italiana Casabella que dirigía esa época Ernesto N. Rogers, uno de los miembros de BBPR, respondería con un texto que decía “Si vis pacem… demain para bellum… aujourd ́hui”, la famosa locución latina que puede traducirse por algo como “si queréis paz, preparaos para la guerra”, en una clara amenaza que reflejaba la incomodidad de la revista italiana con lo publicado por la francesa.3
No quiero con esto hacer un elogio del pasado nostálgico y quejumbroso en relación al presente de la arquitectura y las revistas, pero sí creo que tanto el exceso de información como la progresiva desaparición de las revistas en papel, junto con la crítica exacerbada al star-system de la arquitectura 4, pueden haber contribuido a un cierto desapego con respecto a lo que podríamos llamar escena, de forma que ahora casi todo nos parece irrelevante, mucho más en tiempos covid, donde hablar de algo que no sea una vacuna parece una frivolidad.
Echo de menos esa emoción de mirar los índices de las revistas, ver a los nombres de arquitectos que me interesaban por sus obras o por sus textos. Había una cierta emoción en ello, en esa lectura demorada tras una paciente espera. Hoy, la inmediatez de la web y nuestra ansiedad han hecho desaparecer ese goce y sí, la información está ahí, accesible y gratis, o casi, pero casi todo se ha vuelto irrelevante. Quizá me haya convertido en un hooligan de la arquitectura y necesite mi dosis de estrellas.
Francisco Javier Casas Cobo es arquitecto y vive en Riad.