¿Countryside?

A propósito del evento del mes, no sé si del año también, me refiero a la exposición de Rem Koolhaas en el Guggenheim neoyorquino en torno al Countryside, es decir, al campo, sin más, o sin menos, encuentro que hay al menos dos reflexiones que deben hacerse.

Es cierto que el urbanismo moderno y contemporáneo siempre se ocupó de la ciudad y no del campo, y que es necesaria esa mirada urgente a la posibilidad de que ocupemos no ya el territorio nacional, por ejemplo esa España vacía de la que tanto se habla ahora, sino el planeta en sí, de forma más armónica, si se quiere, y considerar otras densidades y agrupamientos, otras ordenaciones probablemente mixtas en forma de híbrido campo-ciudad, que trasciendan los problemas inherentes a una baja densidad en cuanto a equipamientos e infraestructuras, quizá observando algunos modelos, por ejemplo, de los países nórdicos, se me ocurre, muy frecuentes en las propuestas de Europan sin ir más lejos.

La exposición de Koolhaas, por lo que ha trascendido, es muy ambiciosa y no habla de una sola cosa sino que invita a sumergirse en los procesos tecnológicos agrícolas y las explotaciones que proporcionan alimentos a la enorme y creciente población planetaria. Nada que objetar a ese abrir las cajas negras de ese conocimiento muy desconocido por la mayoría de la población que, seguro, generará una mayor concienciación sobre cómo nos alimentamos y qué acciones son necesarias para mejorar esos procesos a partir de un cambio en nuestros hábitos como consecuencia de esos nuevos conocimientos adquiridos.

Me cuesta más pensar que una mirada bucólica al campo pueda empujar de forma significativa a las gentes que habitamos los grandes núcleos urbanos a una especie de éxodo rural en busca de una vida más sencilla y saludable. Recuerdo las palabras de nuestra antigua alcaldesa, Manuela Carmena, al referirse a cómo los ciudadanos encontramos en la ciudad refugio porque la ciudad nos protege, de una forma pragmática e incontestable, por ejemplo cuando tenemos un problema de salud o seguridad y acude una ambulancia (SAMUR en Madrid) o la policía o los bomberos, algo tan sencillo y tan habitual en la gran ciudad, algo a lo que estamos tan acostumbrados y a lo que muchos no querríamos renunciar a cambio de un entorno campestre donde dichos servicios no están siempre garantizados y, se sabe, que el tiempo de atención en un accidente doméstico o de tráfico es clave en la supervivencia, algo que la ciudad, de nuevo, garantiza mejor que una localidad pequeña, no digamos que un pueblo.

Por mucho que hayamos sufrido la gentrificación o la hipsterización de nuestros barrios, aún seguimos disfrutando de la cercanía de bares y restaurantes y comercios de todo tipo, y de su disponibilidad horaria y variedad de oferta, algo que de nuevo el campo no siempre ofrece, del mismo modo que la vida cultural o el ocio se limitan o se disfrutan de otra forma.

Es necesario que los arquitectos lideren este tipo de reflexiones -aún más desde una perspectiva científica como parece que ha hecho el arquitecto holandés- y que estas se esfuercen en la búsqueda de soluciones atractivas para aquellos ciudadanos susceptibles de ser seducidos por esa vuelta a lo rural, entendido de un modo contemporáneo que subraye los valores ya conocidos de una vida apacible y sostenible, huyendo de pintoresquismos e infantilizaciones tipo Disney como las que los New Urbanists siguen proponiendo en algunas ciudades americanas con resultados decepcionantes que bordean la fantasía absurda de un engañoso suburbio de cartón-piedra. Liderar ese cambio y ofrecer una opción rural real podría suponer un principio de reconciliación entre la arquitectura y el territorio que el planeta necesita.


Imagen: Fotografía aportada por el autor.
Por:
Beatriz Villanueva es Doctora en Proyectos Arquitectónicos Avanzados, MArch y MPAA (ETSAM). Francisco J. Casas es Doctor en Comunicación Arquitectónica, MArch y Master en Análisis, Teoría e Historia de la Arquitectura (ETSAM). Fueron comisarios de “Menáge a Trois”, “F. A. Q.”, “Portfolio Speed Dating”, “Al Borde de la Crítica” y de la exposición "Couples & Co.: 22 Mirror Stories of Spanish Architecture" en Berlín, Hamburgo, Sevilla y Granada.  Han sido profesores en IED, UEM, UCJC, ETSA Zaragoza, Summer School AA (Londres) y ahora en Riad desde 2014.
  • Paco Casas - 26 marzo, 2020, 12:59

    Este artículo se escribió antes de que la crisis del coronavirus se desencadenara. Ahora, por desgracia, la primera frase «A propósito del evento del mes, no sé si del año también» no tiene mucho sentido.
    Ánimo y suerte.

  • Tino - 1 abril, 2020, 17:33

    Pienso que hay que definir que es pueblo y que ciudad me refiero a tamaño poblacionales por ejemplo 15000 h es pueblo o ciudad?.

    • Paco Casas - 2 abril, 2020, 10:37

      Sí, claro, probablemente el lenguaje es insuficiente para abordar cuestiones complejas de densidad, equipamientos e infraestructuras, como las que el urbanismo acomete.
      Lo que el artículo sugiere es precisamente buscar modelos híbridos y situaciones intermedias entre la gran densidad de las ciudades y sus centros urbanos (luego está el problema del sprawl y las mega-ciudades) y los núcleos urbanos de tamaño medio y, finalmente, lo que en el lenguaje coloquial conocemos como pueblos.
      Se trata justo de encontrar soluciones a esa dicotomía que identifica el problema con simplificaciones del lenguaje que nos llevan a pueblo (poca densidad, campo, poco equipamiento) y ciudad (mucha densidad, ausencia de zonas verdes suficientes, todos los equipamientos), cuando los asentamientos urbanos contemporáneos deberían ser mucho más complejos y ricos.
      Gracias, Tino, por tu comentario.

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