El tema de este capítulo es quizás el más personal de todos. Os voy a contar aquí mi visión y como tal es subjetiva e intransferible. No se si estaréis de acuerdo, ni siquiera si estos temas son extrapolables a otros países u otras situaciones de emigración laboral, pero aquí va la mía.
En términos absolutos, de momento, si.
Sí merece la pena. El sacrificio es grande pero la recompensa, de momento, es (¿muy?) alta. Detallemos…
La distancia
Estamos a casi 3000 Km de Sevilla, nuestra casa. ¿Es mucho? Si. Pero si piensas que tardamos menos en llegar de aquí a Sevilla que en llegar de Sevilla a Logroño, donde también tenemos mucha familia, la distancia no es tan grande. La inversión económica en viajes es muy alta, tanto por nuestra parte como por parte de la familia cuando viene a vernos, un esfuerzo que poco podemos agradecer, pero compensa.
Un hándicap es pensar que, por ejemplo, cuando todo el mundo disfruta de las vacaciones de navidad tal cual nosotros gastamos casi la mitad de nuestras vacaciones en poder ir a casa porque mientras los residentes pueden trabajar los días que no son festivos, nosotros estamos de vacaciones todo el rato.
El salario.
Ya lo hemos comentado antes en términos objetivos. Los salarios son altos en comparación con los españoles. ¿Y el balance económico? Pues la verdad es que es más subjetivo que otra cosa. Como decíamos al principio, invertimos mucho dinero en viajes al cabo del año. También hemos invertido MUCHO dinero en instalarnos. Vinimos como familia y no estábamos dispuestos a meternos en cualquier zulo como habríamos sido capaces de hacer si hubiéramos venido solos o en pareja. El nivel de vida aquí es alto, pero comparativamente no nos parece tan alto como la comparación de los salarios ergo… parece que el balance económico es positivo. Bien es cierto que verte en el taco hace que te permitas una serie de cosas que en España tenías aparcadas en la wishlist…
La familia y los amigos.
Se echa mucho de menos a la familia y a los amigos. Mucho. Yo hago la broma de que cuando empiezas a ver por la calle a gente que se parece/te recuerda a tu familia o amigos, es señal de que ya toca un viaje de vuelta.
Nosotros hicimos la barbaridad de venirnos con nuestro peque muy, muy pequeño; recién pasada la cuarentena, y en estos dos años y poco han podido salir mal mil cosas que por suerte no han pasado. Además, los abuelos, titos y primos (amigos, estiraos y venid que ya os toca) han venido mucho haciendo la morriña más llevadera, pero la verdad es que se hecha en falta.
Consecuencia directa un poco de esto es que con poca suerte que tengas, acabas aquí con unos amigos tan fantásticos que pasan a ser tu familia alemana. Tenemos, y seguro que vosotros si os animáis también la tendréis, una pandilla de amigos que sabemos que siempre están ahí cuando los necesitamos y que saben que cuentan con nosotros.
La velocidad.
Un tema realmente desconcertante es la velocidad aparente a la que se desarrolla el trabajo. Me vais a permitir la analogía ciclista. Trabajar en Alemania es como subir una pendiente fuerte con el plato chico y piñón grande. Requiere poco esfuerzo y pedaleas muy rápido pero subes muy despacio. Trabajar en España es como subir la misma cuesta, pero con plato grande y piñón chico. Tienes que ponerte de pié, agarrar fuerte el manillar y apretar con todas tus fuerzas para conseguir avanzar y al final subes… igual de despacio y además estás reventado… El plato chico y piñón grande de aquí, ese pedaleo constante que no te deja avanzar rápido es el tener que coordinar estructuras, saneamiento, fontanería, calefacción… todo te viene dado, todo lo hacen otros, no te requiere esfuerzo, pero aunque no tengas que apretar fuerte, estas pedaleando como loco todo el rato…