Un Huerto en mi escuela: el verde didáctico

Aprender con la naturaleza a través de un huerto escolar permite ampliar conocimientos fuera de las aulas de clase.

Integrar un huerto ecológico en la escuela permite a los niños conectar con el medio natural, desarrollar múltiples capacidades y aprender valores sociales y ambientales.

La escuela es una segunda casa; el tiempo dentro de las aulas corresponde al 25% del día, a cada cinco horas de clase corresponden cuarenta minutos de recreo. Estos minutos representan más tiempo de ocio al aire libre del que muchos niños disponen diariamente para ir al parque. Por esto, es necesario dotar las escuelas con zonas verdes de calidad, para que al mismo tiempo de servir como medios de aprendizaje, se incremente el tiempo relación e interacción con la naturaleza.

Enseñar a través de la naturaleza es la idea base para integrar en el programa educativo con talleres y actividades relacionadas con el cultivo y cuidado de un huerto. Mediante el conocimiento de la tierra y de las labores propias de la horticultura se transmiten valores ambientales, sociales y afectivos, se fomenta la cooperación, el trabajo en equipo y la responsabilidad con el medioambiente. Estas son algunas de las premisas que avalan la importancia de incluir el verde didáctico dentro del programa educativo y de los espacios escolares. El verde didáctico es un enfoque funcional sobre el uso de la vegetación dentro de los entornos educativos como un medio para el aprendizaje y para reforzar los beneficios de integrar la naturaleza, dada su capacidad de mejorar la calidad ambiental, física y psicológica de los espacios.

Por otra parte, el verde didáctico representa una oportunidad para relacionar la naturaleza a través del juego, un asunto estudiado en el campo de la psicología ambiental y desarrollado por arquitectos y paisajistas en espacios infantiles. Esto focaliza el tema del verde hacia el juego, tal y como nos documenta la arquitecta Virginia Navarro en el artículo «Jugar en verde: la importancia de la Naturaleza en los espacios infantiles». El verde dentro del ámbito educativo es un potencial de oportunidades, como explica la docente y pedagoga Heike Freire, «en los espacios abiertos se multiplican las oportunidades de descubrimiento sensorio-motor, sorpresa, aventura, magia, misterio… Los fenómenos biológicos y medioambientales despiertan nuestro sentido del asombro, ponen en marcha el motor de la curiosidad natural, de la motivación personal y del aprendizaje autónomo»¹ . Estos argumentos también nos recuerdan la importancia de los estímulos en los «Espacios para el aprendizaje».

Somos parte de un ecosistema, por tanto la relación con la naturaleza es una cuestión biológica. El entorno natural es determinante en arquitectura, nos habla de contexto, de integración y medio vital, además de tener una función compleja relacionada con el bienestar físico y psicológico de las personas. El verde en los espacios educativos contribuye en el desarrollo a psicomotor, sensorial, afectivo, social, intelectual y emocional de los niños, pero es al mismo tiempo una oportunidad para llevar las aulas al exterior y así aprender y comprobar la teoría a través de la práctica en la naturaleza.