Exposición Eduardo Souto de Moura: Competitions 1979–2010 en la FAUP de Porto (2011). Fotografía: José Campos
Ojalá el tiempo y el esfuerzo fueran cosas tangibles. Quedaríamos absolutamente abrumados si delante de nuestros ojos se juntaran todas las horas y toda la dedicación que pusieron tantos arquitectos en concursos de proyectos sin recompensa alguna. ¡Cuántas ideas no construidas y cuánto trabajo oculto! Poco sabemos de la mayoría de estos proyectos, que acaban muchas veces guardados en un cajón, en carpetas y en archivadores olvidados o escondidos en los discos duros de algún ordenador. Como mucho, el trabajo de varias semanas de un despacho acaba sirviendo solamente para añadir otro render al portfolio.
En 2011, Eduardo Souto de Moura realizó en Oporto una exposición de concursos realizados por su estudio entre 1979 y 2010; cincuenta en total. Una buena manera de mostrar al público todo este trabajo tan poco visible. Según afirmaba, de media, consigue ganar tan solo uno de cada ocho en los que se presenta. Y cuando esto sucede, claro, no siempre es garantía que el proyecto acabe construyéndose. Estas cifras, y más teniendo en cuenta que estamos hablando de uno de los grandes arquitectos actuales, señalan claramente lo insostenibles que resultan los concursos de arquitectura para los despachos. Resultan tan injustos e insostenibles que serían definitivamente impensables en otras profesiones o sectores. Trabajo gratis y empleo de talento y recursos con una probabilidad mínima de ser retribuida. ¿Qué otro gremio aceptaría esto? Es curioso que nunca he escuchado ningún medio de comunicación generalista abordar esta problemática, tan bien ilustrada en este lejano y recomendable post de Stepienybarno.
Sin embargo, parece que no tenemos por ahora ninguna alternativa razonable a los concursos para garantizar un acceso democrático a los proyectos públicos para todos los arquitectos. Esto es lo que los hace forzosamente imprescindibles, pese a todos sus defectos. No hemos sido capaces de encontrar fórmulas que sean más respetuosas con la profesión y que respondan al mismo objetivo, el de proporcionar la oportunidad de participación equitativa. Contrariamente, la mayor parte de los concursos actuales están cada vez más restringidos, impidiendo o dificultando enormemente la participación de los jóvenes o de arquitectos emergentes. De este modo, el valor otorgado al título de arquitecto es nulo, pues resulta muchas veces insuficiente para concursar si no se consiguen demostrar experiencias previas o elevados volúmenes de facturación. ¿Qué sentido tienen, pues, estos concursos?
Es necesario fomentar este debate, visibilizarlo y buscar soluciones entre todos. Con el objetivo de atenuar al máximo el gasto y el sacrificio realizado por los estudios en cada participación; para conseguir unas condiciones de trabajo razonablemente más justas. Al mismo tiempo, para establecer unas reglas de juego comunes que no excluyan a ningún arquitecto por ninguna razón, al menos en fases iniciales. Porque no hay que olvidar que, afortunadamente, algunos estudios han podido desarrollar su destacada carrera a partir del éxito en un concurso, algo lamentablemente cada vez más complicado. Se trata, pues, de proponer ideas para minimizar lo dramático de los concursos y a la vez mantener su capacidad de promoción del talento emergente. En este frágil equilibrio está la llave.
Albert, no has pensado que el problema puede ser que las Universidades generan más arquitectos que concursos pueden generar las administraciones públicas????
Es como muy ingenuo montar “30” Escuelas y luego esperar que llueva el maná para todos …..
Efectivamente Pepe, estoy completamente de acuerdo en que hay demasiadas escuelas de arquitectura, algo insostenible para la profesión a largo plazo. Sin embargo, este es un tema que va más allá de los concursos, porque del mismo modo que no hay suficientes concursos públicos para tantos arquitectos tampoco hay suficientes encargos privados para todos. Ahora bien, cuando alguien recibe el título de arquitecto es porque ha invertido una buena cantidad de tiempo y dinero en ello, y ha demostrado sus conocimentos. Entonces debe tener la misma oportunidad que todos en participar de los procedimientos públicos. Si no es así, es una injusticia.