La vivienda social en el cine británico: entre mito y realidad

La cualidad afectiva del cine hace de él una poderosa herramienta de comunicación. Las películas de ficción pueden generar empatía en el público y modificar su percepción. Incluso los documentales, un género de no ficción, dependen de las decisiones de su realizador, y los límites entre objetividad versus subjetividad y realidad versus invención son bastante difusos.

El realismo social tiene una fuerte tradición en el cine británico, y dentro de esa temática el papel jugado por la vivienda ha sido central: ya en 1935, el documental Housing Problems exploraba las terribles condiciones de vida en las barriadas inglesas a través de las experiencias personales de sus habitantes y los planes de las autoridades locales para construir alojamientos mejores. Aunque promovida por una compañía privada, la British Commercial Gas Association, la cinta es uno de los primeros ejemplos del vox populi y de la aparición de gente común hablando directamente a la cámara.

Fotogramas de Housing Problems (Arthur Elton & Edgar Anstey, 1935)

Numerosas películas de ficción, especialmente entre los años 60 y 80, han utilizado la vivienda social como escenario: Caty Come Home (Ken Loach, 1966), A Clockwork Orange (Stanley Kubrick, 1971), High Hopes (Mike Leigh, 1988)… En la mayoría de ellas, la representación de la arquitectura residencial de posguerra, especialmente la tipología en altura, se asocia con comportamientos antisociales, anarquía y caos.

¿Pero cómo era el diseño de los bloques de viviendas destinados a realojar a las familias de clase obrera hasta entonces hacinadas en barriadas victorianas? La realidad es que aunque la mayoría de sus habitantes no habrían elegido en un principio vivir en esas torres, una vez instalados allí apreciaban los avances técnicos y, gracias a las excelentes vistas y mayor amplitud respecto a sus antiguas moradas, acabaron gozando de cierta popularidad.

¿Por qué, entonces, esta aceptación del Movimiento Moderno primero y del Brutalismo después se acabó transformando en un rechazo frontal? A finales de los años 70 empezaron a aparecer titulares en prensa del tipo “Terror en las torres”, y las noticias contaban historias sobre “pasadizos oscuros, callejones sin salida y sombrías escaleras”, pasillos que eran “nidos de ladrones” y personas que “atravesaban corriendo las zonas mal iluminadas”. ¿Fue por tanto el diseño arquitectónico lo que condujo al fracaso de la vivienda colectiva en altura? ¿O la demonización de sus habitantes en los medios influyó en la consideración de esta tipología como último recurso de alojamiento?

 

Margaret Tatcher tras entregar las escrituras de su vivienda a los Pattersons en Harold Hill (Essex, 1980)

Aunque en las últimas décadas el realismo social británico como género cinematográfico se ha casi extinguido, las torres de apartamentos continúan siendo representadas como escenarios de marginalidad en películas comerciales: Attack the Block (Joe Cornish, 2011) o High-Rise (Ben Wheatley, 2015) son sólo algunos ejemplos. Pero paradójicamente, mientras aquellos que compraron su vivienda siguiendo la política del “Right to Buy” tatcheriana no pueden afrontar las derramas de mantenimiento, y existen planes para demoler muchos de estos edificios, echando la culpa a un mal diseño como causa de los problemas sociales, otros son catalogados con un grado II de protección y el precio de sus apartamentos reformados sigue aumentando de manera obscena.

Afortunadamente, el problema de la vivienda social, la especulación y los procesos de gentrificación en la ciudad contemporánea han vuelto a aparecer recientemente en el cine como tema central. Dispossession: The Great Social Housing Swindle (Paul Sng, 2017), proyectado en multitud de salas del Reino Unido, es un documental que expone cómo algunas comunidades se están resistiendo a la privatización de sus hogares e incluso del espacio público, reflejando la vida en las viviendas sociales como “una vida de lucha y solidaridad, comunidad y coexistencia, no la pobreza casi pornográfica que muestra la TV”.

Cartel de Dispossession: The Great Social Housing Swindle (Paul Sng, 2017)

Por:
ESTER ROLDÁN longo + roldán arquitectura Ester Roldán (1976), arquitecta por la ETSA de Valladolid y DEA por la ETSA de Barcelona. En 2000 funda longo+roldán arquitectura junto a Víctor Longo, con quien desarrolla desde entonces proyectos en los que intenta materializar sus ideas arquitectónicas experimentando en intervenciones que van de la escala urbana a las instalaciones efímeras, y por los que han recibido numerosos premios, entre los que cabe destacar la nominación al Mies van der Rohe Award en 2019; sus obras aparecen así mismo publicadas en revistas especializadas nacionales e internacionales. No limita sin embargo su trabajo al ámbito de la construcción, y colabora asiduamente como articulista en varios medios, imparte conferencias, es docente en la Escuela Universitaria de Diseño, Innovación y Tecnología de Asturias, y participa activamente en todo tipo de propuestas artísticas, culturales y sociales.

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