Hide And Seek (París, 2009) Fotógrafa: Sofia Verzbolovskis (@sofiaverz)
El espacio público se puede entender de muchas maneras y evoluciona continuamente: varía con el tiempo y en función de las necesidades que demanda la sociedad, hasta llegar a día de hoy, cuando parece que nuestras ciudades han olvidado que la infancia necesita de espacios donde poder desarrollarse socialmente y poner a prueba su creatividad y sentidos.
Antes de que el automóvil invadiese la ciudad, lxs niñxs se apropiaban de la calle para su propio juego. Aprovechaban los zaguanes y las esquinas para jugar al escondite, corrían, se ensuciaban la ropa… Con el paso del tiempo, la arena y el agua fueron sustituidos por un artefacto comercial de colores llamativos y una valla que diferenciaba el espacio de juego del niñx del resto de la ciudad, para que jugasen segurxs.
El primero de estos modelos apareció en la ciudad neoyorkina en los años treinta, bajo la dirección de Robert Moses, quien repobló la ciudad con cientos de playgrounds: promovían la seguridad del espacio de juego y establecían formas predeterminadas de cómo jugar.
Al mismo tiempo, en Ámsterdam, la arquitecta del Departamento de Planificación Urbana, Jakoba Mulder, proponía a Aldo Van Eyck incorporar un arenero en los 714 playgrounds 1 que ocuparían la ciudad bombardeada por la guerra: éstos favorecían la relación en grupo, la espontaneidad y su libre apropiación. De este modo, se cumpliría la visión más ambiciosa del proyecto: ver la ciudad completa convertida en un espacio de juego. 2
Contextos y localizaciones distintas. Formas de jugar diferentes. Y sin embargo, ¿por qué a día de hoy miles de nuestras ciudades comparten el diseño de playground neoyorkino de años atrás? ¿Por qué estos diseños son demasiado condicionantes? ¿Por qué predomina una falsa idea de seguridad? ¿Por qué parecen no responder a las necesidades actuales del juego?
El juego es una herramienta de integración social y transformación del espacio público, es creatividad e innovación: el juego es libertad. Aun así, los espacios para el juego en la ciudad apenas existen o parecen rehuir de ello y, además la falta de espacios verdes en nuestros entornos supone un gran déficit de naturaleza para los niñxs urbanxs. 3
También, hay que añadir que nos encontramos en un tiempo donde los medios de comunicación y entretenimiento han provocado cambios en las actividades y hábitos de lxs niñxs, como explica Dolores Victoria Ruiz en su post Enseñando a observar en la era del ojo de este mismo blog: “Para los niños viviendo en países industrializados, la ciudad es una escena que intuyen desde la esquina de sus ojos mientras juegan con el móvil de sus padres, ven un DVD en el coche o disfrutan de su propio Ipad en el autobús”.
A pesar de todas estas limitaciones con los que se diseñan los playgrounds de nuestras ciudades, lxs niñxs nos sorprenden apropiándose de lugares que en un principio no fueron pensados para ellxs y, de esta forma, redescubren la ciudad: La ciudad sin el movimiento particular del niño es una paradoja maligna.
El niño descubre su identidad contra toda probabilidad, dañado y dañando en continuo peligro e incidentes rayos de luz. Relegado a la periferia de la atención, el niño sobrevive, un quantum emocional e improductivo. Cuando la nieve cubre las ciudades, el niño, se convierte por un instante, en señor de la ciudad. 4
Y tu ciudad, ¿redescubre a lxs niñxs?