¿Por qué enseñar arquitectura a los niños?

En los últimos años se ha producido un notable incremento del número de arquitectos que, de forma ocasional o continuada, han dedicado parte de su actividad a la realización de talleres de arquitectura para niños. Los objetivos de los mismos han sido tanto formativos (desarrollar el pensamiento crítico acerca del entorno construido, conocer el patrimonio cultural y urbano, fomento de la inteligencia espacial y la creatividad…) como informativos: recoger datos acerca de las necesidades del niño dentro de proyectos más complejos normalmente de carácter social o participativo.

Si bien una primera lectura podría llevarnos a pensar que tales iniciativas surgen como una alternativa profesional del arquitecto en tiempos de crisis, su escasa rentabilidad unida a la rápida proliferación en numerosos países plantean una lectura más profunda.

Se trata por una parte de la iniciativa de un buen número de arquitectos para impedir la repetición de modelos erróneos del pasado y reducir la distancia que ha habido entre la profesión y la sociedad a través de la enseñanza. Si educar acerca del medio natural es algo que hoy se da por asumido, basta un único dato para entender la importancia de la educación sobre el medio construido: en el año 2050 siete de cada diez personas vivirá en ciudades.

Estos objetivos se han visto reforzado por tres factores: el nuevo papel social del arquitecto, el auge de la participación ciudadana  y la búsqueda de modelos educativos alternativos. Son precisamente los procesos participativos los que han puesto de manifiesto la necesidad de que cualquier ciudadano posea un mínimo de competencias y habilidades espaciales.

La educación en arquitectura ya se ha abordado con éxito en otros países, gran parte de ellos desde la educación reglada. Javier Encinas ¹ expone interesantes iniciativas desarrolladas en Francia, Reino Unido, Alemania, Italia o Portugal. Sin embargo vuelve a ser Finlandia la que posee una experiencia más dilatada en la educación de arquitectura dentro del currículo nacional. Su actividad dentro de los colegios se ve complementada con escuelas de divulgación específicas de arquitectura para niños y jóvenes como Arkki (Helskinki, Espoo y Vantaa) y Lastu (Pohjois-Savo) en las que se forma a profesores, alumnos y familias.

Por otra parte, autores como Juan Bordés o Xavier Monteys nos recuerdan el impulso constructor que todo niño posee en su etapa formativa: en la infancia se construye con la misma naturalidad con la que se dibuja. De hecho, las cualidades educativas de los bloques de construcción fueron demostradas hace más de un siglo y su vigencia hace que sigan formando parte del material escolar. Más recientemente autores como Howard Gardner han identificado la «inteligencia visual y espacial» como una de las siete inteligencias que definen a cada individuo.

Es por tanto la educación en arquitectura una encrucijada en la que se encuentran formación natural, necesidad social y objetivos a largo plazo para generar y exigir mejores entornos construidos. ¿Por qué enseñamos arquitectura a los niños? Sobran los motivos.²