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1

Enlaza con el hilo argumental del post de Stepienybarno “Las fortalezas del arquitecto”.

2

Sobre la formación del arquitecto nos referenciamos al debate propiciado por la serie #Eduarq10

3

Sobre la LSP, nos referenciamos a los debates iniciados en esta casa por José María Echarte y Alberto Alonso.

Ponga un arquitecto en su vida

Benidorm

Benidorm. Fuente: Wikipedia

Decía Antonio Muñoz Molina en una entrevista radiofónica hace algunos años que “España se está volviendo fea”, en referencia al legado arquitectónico y urbanístico acumulado desde los años del desarrollismo. Y es bien cierto que, en los últimos cincuenta años hemos asistido a la devaluación de la escena urbana, y de la calidad ambiental de espacios abiertos y entornos paisajísticos tanto costeros como de interior. Aunque parezca increíble, durante largos años de desarrollo atropellado no ha habido arquitectos en muchos pequeños municipios. Y aún ahora no los hay.

Sin ánimo de caer en generalizaciones simplistas, podríamos decir que, hay algunas características que pueden atribuirse a un arquitecto medio, que lo hacen valioso para variados perfiles laborales que la sociedad demanda. La propensión a la belleza es una de ellas. Y nótese que esto –por elemental que pudiera parecer en un primer momento- es un matiz notablemente diferenciador. La preocupación por la apariencia estética, la proporción, la armonía; el cuidado por el detalle y su relación con el todo; la obsesión por la textura, la forma, el color de las cosas… todo esto hace del arquitecto un profesional relevante para aconsejar, orientar y guiar decisiones de diseño. La aspiración a la excelencia es clave también en el perfil de un arquitecto medio. En la educación desde las Escuelas, en la disciplina de los concursos (cuando los había), en la formación a través de la bibliografía, se promueve el estudio y la comparación permanente con modelos y referentes de alta calidad, con un gran nivel de exigencia conceptual, gráfica y programática. El arquitecto investiga, explora, desarrolla soluciones buscando la originalidad y la sorpresa, sin renunciar por ello a la eficacia, a la economía, a la funcionalidad. La capacidad de trabajo y de sacrificio1 es otra virtud necesaria en una profesión donde la formación básica se hace en un contexto universitario de reconocida dureza, no ya por la dificultad o extensión de los programas o temarios, sino por la peculiar combinación de materias dispares que requieren un perfil de estudiante multi-tarea, un esfuerzo singular que imprime carácter y establece una marca de identidad que todos entendemos desde el ámbito profesional2.

Estas capacidades son parte de nuestro propio ADN profesional. Y sin embargo, no resultan fáciles de explicar a terceros, porque son tan nuestras, tan constitutivas de nuestro ser, que nos falta perspectiva para contarlas de forma sintética con claridad, con desapasionamiento.

Lamentablemente no parecen formar parte de los tópicos por los que la sociedad nos identifica. Y no hay nada más pernicioso que no ser capaz de conjugar la imagen que uno proyecta con lo realmente es; y esto parece ser un serio problema de la profesión de arquitecto: la gente no entiende muy bien lo que somos ni lo que hacemos, y se perpetúa una imagen de nuestra actividad tremendamente limitada. La sociedad no sueña con nosotros, pero da formación a una tribu de soñadores potencialmente formados para crear belleza desde la excelencia y el esfuerzo. Sin embargo, a la postre, sólo un porcentaje muy pequeño del volumen de trabajo tiene que ver con esto. Y para colmo, una gran cantidad de potenciales frentes de actividad se nos escapan en beneficio de otras titulaciones, y eso sin la ayuda de la LSP…3

Parece que hoy más que nunca en la historia de nuestra profesión son necesarios argumentos a favor de nuestra actividad, para darnos a conocer como identidad reconocible y diferenciada. Necesitamos marketing colectivo que nos proyecte hacia la sociedad desde todo tipo de plataformas de comunicación4, desde el rigor, la imaginación y –por qué no- el sentido del humor y el espíritu autocrítico. Tenemos tan poco carisma que no somos de interés ni para las series televisivas o el cine (como los hay de médicos o de abogados), más allá de guiños tangenciales–tan difusa es la imagen que la gente tiene de lo que somos y lo que hacemos…

 

¿Qué razones podemos dar a nuestros potenciales clientes para elegir nuestros servicios? Más allá de organizar reuniones ministeriales y congresos endogámicos… ¿qué podemos hacer para potenciar la actualización de nuestra imagen en la sociedad?

 

 

Notas de página
1

Enlaza con el hilo argumental del post de Stepienybarno “Las fortalezas del arquitecto”.

2

Sobre la formación del arquitecto nos referenciamos al debate propiciado por la serie #Eduarq10

3

Sobre la LSP, nos referenciamos a los debates iniciados en esta casa por José María Echarte y Alberto Alonso.

Por:
- Luis Llopis i Eva Chacón - @luisbonsai, arquitecto ETSAM 1992: Tengo varios másteres y bla, bla. Me apasiona la arquitectura de Fallingwater, viajar tomando apuntes en mi cuaderno de dibujo, y desconectar sumergiéndome en el mundo submarino. @evabonsai, arquitecta ETSAG, 2006: Yo también tengo másteres, doctorado, etc. Soy curiosa por naturaleza, amante de la 'cocina' arquitectónica y la buena música. Si no me encuentras, búscame subida a alguna cubierta, árbol o montaña con buenas vistas. Nos vemos en las redes y en www.bonsaiarquitectos.es
  • BH - 11 septiembre, 2014, 13:33

    Lo primero, dejar bien claro que los servicios de arquitectura (los buenos) son una INVERSIÓN, no un gasto. Es complejo hacerle ver a un no iniciado en estas artes que lo que paga por un proyecto y dirección de una unifamiliar al uso (pongamos 15.000 euros) sea tal inversión y que, por ello, le va a ahorrar mucho tiempo, dinero y disgustos. Y lo es. Es difícil hacer ver que de esos 15.000, muchos son gastos, facturas, seguros y un lago etcétera que te deja, al final, un beneficio, si lo hay, muy ajustadito. Pero el cliente ve 15.000, más el IVA, claro, y en sus razonamientos básicos, entiende que «un año de mi trabajo para cuatro planos y unos papeles que a saber quién se lee». ¿Mi punto de vista? Hay que comunicar a la sociedad lo que supone un proyecto de arquitectura, las muchas horas, la mucha responsabilidad, los muchos gastos y… oye, que de algo hay que vivir ¡¡¡ Y ya dejamos atrás los años de universidad… que no los regalan. Reconozco que no me he leído la entrada en el blog, a ello voy… y es que quería compartir esto con vosotros de de previo.

  • Jesús A. Izquierdo - 11 septiembre, 2014, 14:57

    Acercándome a la veintena de años desde que me titulé, mi experiencia es que Venturi tenía una visión de la arquitectura más realista y cercana a la sociedad. La complejidad, la flexibilidad, el cambio, la adaptación son conceptos que muchos arquitectos no entienden y que se refleja en el estancamiento de las escuelas, en las estructuras colegiales y en el aislamiento social. Somos objeto de arquitipos alejados de la realidad.

    Lo primero, escuchar, y el marketing colectivo me parece una idea perfecta.

    Un saludo.

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