Arquitectos, educadores, artistas y pedagogos entre otros profesionales, analizamos el valor del juego y los espacios lúdicos por su relevancia para el buen desarrollo intelectual de nuestros niños, niñas y adolescentes. Contamos cada vez con más publicaciones y encuentros que abordan este tema: La renombrada exposición “Playgrounds: Reinventar la Plaza” del Museo Reina Sofia en 2014, los recientes encuentros Ciudad, Arquitectura y Niñez de Lima, Perú o la I Bienal Internacional de Educación y Arquitectura para la infancia y Juventud: Ludantia de Pontevedra en Mayo de 2018.
El tema del juego lo encontraremos también en uno de los mayores festivales de arte y dibujo del mundo The Big Draw, celebrado en Inglaterra desde el 2002 e impulsado hasta el 2015 por Sue Grayson Ford, la fundadora y primera directora de La Serpentine Gallery, a quien tengo el honor de conocer personalmente y a quien admiro. PLAY (juego) será su temática para Octubre de 2018…Un país, Inglaterra, dibujando y reflexionando sobre jugar…. Pero ¿Los niños juegan?
Pocos, muy pocos, y…
Poco, muy poco.
La infancia desaparece de la ciudad porque está en el aula, mientras sus padres trabajan. El problema del espacio lúdico trasciende la arquitectura y la ciudad. Es un problema de tiempo, social, familiar, es un problema estructural y de principios. El juego libre, que es el que desarrolla y fomenta la imaginación y la creatividad queda casi o totalmente borrado del horario infantil y eso, en mi opinión, es un agravio para sus derechos como niños.
En 1924, impulsada por la fundadora de “Save the children”, Eglantyne Jebb, se firmaba en Ginebra la primera declaración de los derechos del niño, luego otra aprobada por las Naciones Unidas en 1959 y otra en 1989. Pues bien, me atrevo a decir que no estamos consiguiendo mucho frente al incumplimiento de muchos de aquellos principios que hacen referencia a sus necesidades de juego, diversión y familia. (ej. 7 1, 8 2)
El mercado laboral y las leyes Españolas nos empujan a que bebés de tan solo 4 meses sean depositados en guarderías, ¡ojo! maravillosas y necesarias, pero al fin y al cabo devotas sustitutas de los brazos de sus progenitores y de los pechos de su madre, donde son alimentados con la leche que se saca antes de ir a trabajar ( fijaos en lo dramático y excéntrico del chiringuito que hemos construido) o con la que compran en las farmacia porque el Estado, tanto de izquierdas como derechas, ha establecido como suficiente ese ínfimo tiempo después del nacimiento. Sólo 4 meses para que las familias se incorporen al mercado laboral con su agilidad habitual: A correr, ¡venga que hay que seguir produciendo y consumiendo! y este es comienzo de la historia…Y es así, como empieza la vida de muchísimos niños y niñas que pasan su tiempo desde los 4 meses hasta que salen de bachillerato, en espacios controlados y diseñados para el aprendizaje. El aula, el patio del colegio, las clases extra escolares de música, idiomas, deporte. Seriedad, formalidad, rigor…siguiendo horarios que no dejan lugar a su diversión. Horarios laborales, no lúdicos.
Espacios educativos diseñados por las geniales Rosan Bosh o Anna Heringer no logran paliar la pérdida drástica de tiempo para juegos en el espacio público. Esa es la discusión aquí: El tiempo, no el espacio. Su vida es una privación de libertad de 8am a 6pm, o de 9 a 5pm o incluso más. El aburrimiento en casa o el deambular por la calle no existe; por no existir, no existe ni el enfrentamiento o la discusión con los padres y madres, que tanto nos sirve para el conocimiento mutuo, porque los papás y mamás estamos ausentes, estamos trabajando y cuando volvemos a casa estamos tan cansados que jugar es lo último. Al menos reflexionemos sobre ello y actuemos en consecuencia.
Gracias Lola por tu lúcida reflexión. La verdad es que la falta de juego tiene un claro componente social, e incidir en el factor tiempo es clave . Además de la enorme actividad de los padres ahora también hay que considerar la lista interminable de actividades extraescolares de los hijos, de las que a menudo habla Tonucci. El juego libre es una pérdida cuyas consecuencias aún no parecen estar bien calibradas. Hoy ya no sólo no juegan con sus amigos, sino que tampoco solos pueden «perder el tiempo» o aburrirse por las tardes… Veamos si logramos incidir desde la profesión y la maternidad en ambos aspectos, mucho por hacer y recuperar.