Como solía decir Tío Ben a Peter Parker, alter ego de Spiderman, ‘un gran poder conlleva una gran responsabilidad’.
Y la introducción de la metodología BIM en el ámbito de la arquitectura es, sin duda, un arma tan enormemente poderosa que probablemente sólo sea comparable al avance que, en su día, supuso el salto del dibujo a mano al asistido por ordenador.
Quizás haya para quien hablar de BIM todavía suene futurista, pero la realidad es que además del futuro es el presente. De la misma forma que ahora nos parece inconcebible realizar un proyecto completo tirando de carboncillo y papel sulfurizado pudiendo hacer ‘copia-pega’ tantas veces como queramos, a los arquitectos de futuras generaciones les sonará propio del Jurásico tener que dibujar alzados y secciones de un proyecto en 2D pudiendo obtenerlos directamente a partir de una planta.
La posibilidad de obtener tantas secciones y perspectivas como uno desee a golpe de ‘clic’ permite a aquéllos con menor visión tridimensional entender los espacios con una rapidez y facilidad que de otra forma sería imposible. Sin embargo, este hecho de la inmediatez también puede derivar en una progresiva pérdida del control constructivo por parte de los arquitectos, así como de nuestra capacidad de reflexión teórica.
Hace algunos años, si te equivocabas copiando una planta, debías repetir un plano entero en el que quizás habías empleado horas o incluso días. Ahora, basta con un simple ‘control+z’ para remediarlo. Y eso, sin duda, multiplica exponencialmente la productividad de nuestro trabajo pero también reduce a mínimos el tiempo de reposo de las ideas que generamos.
Algo similar ocurre con las infografías: en la era de la imagen en que vivimos inmersos, los renders son una herramienta potentísima de comunicación de cara a nuestros potenciales clientes, pero cometemos un grave error si olvidamos que la arquitectura no es sólo una ‘cara bonita’. Además de tener la capacidad de idear espacios sobrecogedores, un arquitecto debe ser igualmente capaz de materializarlos después. Debemos saber cómo se sustentan los edificios y cómo se construyen. De lo contrario, estaremos en manos de un software, incapaces de controlar el proceso que va de una idea a una realidad construible y construida.
Por lo tanto, cualquier software BIM que decidamos emplear debe ser entendido como una herramienta, una muy potente que es capaz de facilitarnos el trabajo y acortar los plazos; pero teniendo muy presente que, como en el famoso slogan, ‘la potencia sin control no sirve de nada’.
Los estudiantes de arquitectura deben aprender a realizar renders dignos de revista y desarrollar sus proyectos en BIM tan pronto como sea posible, eso sin duda les ahorrará tiempo y esfuerzo, pero sin descuidar los cimientos de materias básicas asociadas a la composición, las estructuras, la construcción o las propiedades de los materiales, que en último término van a permitirles proyectar desde el control sobre lo que hacen, apoyados para ello en una herramienta de trabajo muy útil pero no sometidos a ella.
Tengo un Revit y no dudaré en usarlo. Pero siguiendo con los slogans publicitarios: ‘úsalo con moderación; es tu responsabilidad’.
Me ha gustado mucho este artículo, soy analfabeta en lo referente a arquitectura, no conozco esos programas ni sé nada sobre su utilidad, no obstante, a través de este artículo, he entendido un poco como funciona el mundo de la arquitectura.
También quiero decir que sobre literatura y escritura sí que entiendo, el artículo está maravillosamente escrito, mi enhorabuena.
Un saludo.
Saludos Raúl,
Creo que tu artículo apunta en la dirección correcta al señalar las relaciones entre la automatización e informatización de los procesos de proyecto y su influencia en la dimensión teórico-crítica de la arquitectura.
Es cierto que el auge de las metodologías BIM ha encaminado a una parte importante de la profesión hacia cuestiones que aún hoy nos resultan tangenciales a la arquitectura, entendida esta como hecho social, espacial y material constructivo. La interoperabilidad entre programas, los lenguajes de programación y los métodos para el aumento de la productividad vía IA, entre otros, ocupan el interés de cada vez más arquitectos.
Pero un debate como este necesitaría distinguir bien las diferencias entre BIM, modelado 3D e infografía. A diferencias de los dos últimos, el flujo de trabajo BIM obliga a considerar el proyecto en su totalidad, por lo que secciones y alzados no se obtienen directamente desde una planta, sino que son el resultado de un modelado tridimensional con información asociada que puede llegar a ser muy exhaustivo. Contrariamente a lo que se puede pensar, encuentro casi imposible en BIM dejar sin resolver todo aquello que no sea visible en tal o cual plano bidimensional.
Del mismo modo, el auge de los sistemas de coordinación de modelos provenientes de los distintos diseñadores del proyecto, obliga a una mayor definición geométrica y constructiva de los elementos. Un ejemplo son los sistemas de detección de interferencias o la automatización de las mediciones y presupuestos desde modelos. Si no sabes de construcción, la calidad de tus modelos no será buena.
Mi experiencia viene siendo la de una reducción de los tiempos y espacios de interacción y de discusión para la toma de decisiones de proyecto, mientras aumenta la tendencia hacia la inmediatez y la productividad máxima. Las soluciones de Inteligencia Artificial aplicada al sector AEC se presentan como una alternativa muy atractiva para los capitales, al poder combinar y refinar en tiempo real modelos con variables tipológicas, tecnológicas y económicas. Un ejemplo en esta dirección puede verse en: hypar.io
¿Es BIM el futuro, el presente o el pasado?
Un saludo